Mozart Estate – Pop-Up! Ker-Ching! And The Possibilities Of Modern Shopping (Cherry Red)
Lawrence siempre quiso ser una estrella del pop. Intentarlo lo ha estado haciendo desde que en los 80 liderara a la mejor banda de pop junto a los The Smiths que ha dado Gran Bretaña: Felt tienen canciones memorables que están acorazadas al azote del tiempo, y aunque no tuvieron la suerte que sí tuvieron los de Morrissey, nuestro extravagante y glamuroso crooner nunca perdió la esperanza.
Este adicto a la mitología pop y a la estética bizarra sigue a lo suyo. Él es el dueño y señor de su destino. Tras Felt llegó Denim que arrojó en su haber dos discos notables –Back In Denim (1992) y Denim On Ice (1995)- en donde juega a ser un Gary Glitter o un Freddy Mercury un poco destartalado. Pero aquí no acaba la cosa: luego se reinventó con Go-Kart Mozart demostrando, de nuevo, su versatilidad para llevar a su terreno todos los referentes musicales en clave lo-fi.
Pienso que Lawrence Hayward en sus diferentes heterónimos es como el tuerto en el país de los ciegos. Su cancionero es errático, por momentos precipitándose en el más puro ridículo, pero a pesar de todo siempre es un ejemplo de tenacidad, de genio outsider que está de vuelta de muchas cosas.
El de Birmingham quema otra etapa y ahora le toca el turno de metamorfosearse en Mozart Estate, su nuevo proyecto por donde desfilan su filias musicales y su sarcástico sentido del humor. Es un cancionero adictivo, huelga decirlo. Resuenan ecos de un pasado pretérito anclado en los setenta, y su afilada retórica va salpicando de pullas a algunos aspectos de una sociedad en descomposición.
En su estilo entre teatral, hortera y cheesy (todo cabe en una mente que siempre se autosabotea) hay espacio para gemas de pop excelente. “I’m Gonna Wiggle” es puro glam a lo Marc Bolan, “Lookin’ Thru Glass” se arrima al music hall, mientras que el tecnopop de “Poundland” es una buena patada en los mismísimos al capitalismo y tiene su parecido al último Momus.
Lawrence es un declarado amante de la música mainstream, y él crea anti-mainstream hits: “Pretty Boy” se mece bajo el manto de la bola de espejos, “Vanilla Gorilla” es pop surrealista que mira de reojo a Todd Rundgren, y su afilado sarcasmo a ritmo de unos The Ramones en baja frecuencia de “Record Store Day” es una delicia bubblegum. Lo queremos como se quieren a los perdedores.
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