Desire (Changó) Madrid 23/11/24
Pocas giras de esta recta final de 2024 venían rodeadas de un aura de misterio mayor que la de Desire. Tras poner su granito de arena en aquella gloriosa banda sonora de Drive (11), esta formación canadiense de synth-pop menudeó considerablemente sus apariciones. Por suerte, hace un par de años recuperaron el foco con un disco sumamente interesante, Escape (22), y la reactivación parece confirmarse con esta nueva tanda de conciertos, los primeros en suelo español. En estos momentos en los que el universo synth parece más necesitado que nunca de una transfusión de sangre e ideas, apetecía ver semejante proyecto, que quizá jamás ha cuajado una obra sobresaliente, pero cuya explotación del género, con ese aire retorcido y depravado que distingue su repertorio, está por encima de la media en términos de inventiva y personalidad.
Unas estructuras compositivas más oblicuas y esquivas de lo habitual también forman parte de su voz propia, y toda esta singularidad artística, unida a su escasa exposición, invitaban a imaginar un despliegue escénico tendente a lo hermético, a lo inaccesible, incluso a lo hosco. Con una madrileña sala Changó al borde del lleno y un solvente aperitivo de Orion, telonera en la línea de la formación principal, Johnny Jewel fue el primero en irrumpir, de negro, con chaqueta de tachuelas y su característico rimmel. Su imagen, más propia de una banda de punk-rock de cloaca neoyorquina, puede despistar, pero no olvidemos que se trata de uno de los principales artífices de otro icono del movimiento, Chromatics, además de compositor de multitud de temas y bandas sonoras y creador del propio sello discográfico de la banda, Italians Do It Better. Ocupó su lugar frente al sintetizador y con los primeros acordes de “Darkside” entró en escena como un trueno Megan Louise, la despampanante cantante de Desire, que no tardaría en dejar claro que todo ese enigma y recogimiento que respiran muchas de sus canciones no tendrían reflejo sobre las tablas.
Con ese látex rojinegro que caracteriza la imaginería visual de la banda adornando su cuerpo y un impermeable que abandonó pronto, Louise capturó la atención de sus incondicionales desde el primer minuto con un derroche de carisma, ímpetu y entusiasmo pocas veces vista en este tipo de bandas. Ya sea prestando ocasionalmente su micrófono y su generosa copa a las primeras filas, emulando llamadas con un teléfono fijo retro en “Don´t Call”, sacando a escena una calavera o repartiendo flores, esta incontestable diva, pese a su enérgica extroversión, jamás resultó cargante o invasiva ni incurrió en esos tics verbeneros y edulcorados que lastran muchos conciertos, sino que, a la vez, mantuvo la elegancia, aura y distinción de las elegidas.
La sinuosa “Black Latex”, lindante casi con el horror synth, y la más envolvente y melódica “Don´t Call” sobresalieron en el primer tramo de actuación. Lejos de languidecer, porque este arranque tan vigoroso parecía difícil de poder sostenerse, el brío de Louise se fue redoblando mediada la actuación con un torbellino de bailes y contoneos verdaderamente hipnóticos. Su interpretación de “Bizarre Love Triangle”, de New Order, fue particularmente apabullante en este sentido. “Under Your Spell”, canción bandera de la formación por aquella mítica película de Nicolas Winding Refn, fue otro lance impagable. Alguien entre el público, por cierto, había apuntado que esta mujer era la Yoko Ono del synth-pop. No entraremos a valorar semejante cuestión, si los Beatles de John Lennon y los Chromatics de Johnny Jewel pueden tener cierta equivalencia. Parece mucho más interesante aplicar otra mirada, otro ángulo: Louise concilia en su figura como frontwoman una de las mezclas más inverosímiles y, a la vez, estimulantes que la mente humana puede concebir. Y es que es un imposible híbrido entre Sabrina y Julee Cruise.
Su voluptuosidad y exuberancia física, lucida con regocijante impudicia, dejaba a veces paso a un registro más etéreo y cándido, desarmante en lo emocional. Esto resultó especialmente memorable en uno de los temas del bis, “Saturday”, con fotogramas de la inmortal Twin Peaks y gratificantes evocaciones a ese Roadhouse donde los Chromatics interpretaron esta misma canción en el cierre de uno de los episodios de aquella espectral e imprescindible tercera temporada. Con una audiencia obnubilada, rendida por primera vez a una rotundidad interpretativa que resultaba complicado de vaticinar, la muy bailable “Drama Queen”, y que apunta a un inminente tercer LP, puso el broche a un concierto excelente, con sonido y juegos de luces e imágenes ejemplares en todo momento. Una experiencia que renueva la fe en estos sonidos y que, en su mejor versión, son pura magia y ensoñación.
Fotos Desire: Pedro Rubio Pino