Maika Makovski – Bunker Rococo (Autoeditado)
Tres años hemos tenido que esperar para poder disfrutar de un nuevo álbum de Maika Makovski. Decir que ha valido la pena es tirar de tópico, y además se queda corto en cuanto a superación de las posibles expectativas. Su necesidad de no repetirse, de añadir algo nuevo a su estilo en cada lanzamiento, de seguir explorando si el rock, en sus márgenes, todavía puede dar más de sí, es algo que beneficia a quienes la seguimos con interés. Es cierto que ya conocíamos algunas de las canciones que aparecen en este Bunker Rococo, pero incluso así no deja de sorprender el giro que Maika le ha dado (le ha vuelto a dar) a su música.
Sorprenden, por ejemplo, los ritmos atípicos. Muchas de las canciones no siguen un compás regular ni habitual, en algunas es difícil de encontrar un punto de apoyo para seguir el ritmo, mientras que en otras es la repetición la protagonista. El resultado es inquietante, frondoso, estéticamente desafiante. Quitando tal vez “Just a boy”, canción que podría haber estado tranquilamente en su anterior álbum (MKMK, 2021), el resto de temas transcurren por sendas que hay que ir desbrozando cuidadosamente. Tampoco hay que menospreciar el poder adictivo y melódico de canciones como “My head is a vampire”, “The brotherhood”, “Exotic ingredients” o la potente “Hunch of the century”, pero el magnetismo de este disco no hay que buscarlo en pegadizos estribillos ni en exquisitos hallazgos melódicos, sino en su capacidad de plantear un desafío casi en cada canción. El hecho de que colabore en el disco Donny McCaslin, saxofonista de Bowie en su aclamado Blackstar, no debe considerarse casual. Algo de aquellos efluvios de free jazz, de la improvisación quizás aparente en la que incurrían los músicos en aquel triste testamento, se ha colado en estos surcos. Vale la pena también prestar atención a las letras, en muchos casos tan osadas y turbadoras como la propia música.
Es también interesante constatar que algunas canciones, como por ejemplo la mágica “A.I.”, parecen basarse en una melodía tocada al piano pero pronto se escurren hacia terrenos donde lo orgánico y lo electrónico, la instrumentación tradicional y los sonidos más arriesgados, se disputan el dominio. Esos son, a mi entender, los momentos más interesantes del álbum. El hecho de haber sabido combinarlos a la perfección con esos otros pasajes menos ambiguos, más accesibles, es seguramente el gran punto a favor del disco. Lo más fácil es decantarse hacia uno de los extremos, pero Maika Makovski ha hecho lo más difícil: un disco equilibrado, sencillo pero no simple, audaz pero comprensible. Una fórmula a la que nos tiene ya acostumbrados, pero que va perfeccionando con el tiempo. ¿Es entonces Bunker Rococo su mejor disco? Con una discografía como la suya, y con un disco como este que necesita asimilación y reposo, sería complicado emitir ahora mismo un veredicto, pero no sería nada descabellado decir que sí.
Escucha Maika Makovski – Bunker Rococo