Adele – 30 (Columbia Records / Sony Music)
Adele ha creado un imperio cuyos pilares se asientan en la pena y el dolor. Sus soflamas sobre el amor incondicional o las rupturas de pareja que dejan huellas difíciles de curar son temas recurrentes en su carrera discográfica. Una persona que hace de la música su vida, y que bien podría encajar en el perfil de mujer sufridora y cuidadora, que la industria ha sabido rentabilizar y moldear a su gusto (su cambio físico es otro de los motores que tiene la hambrienta industria del maintream para normalizar a las divas de la era de Instagram).
En el 2019 Adele anunciaba su divorcio con el empresario Simon Konecki con el que manejaban un emporio alrededor de la voz de la inglesa. Juntos tuvieron a un hijo, y eso colmó de felicidad de la autora de “Hello”, porque ser madre era uno de las principales razones por las que una mujer es mujer en su forma de entender el género. El mundo se desmoronaba a sus pies tras la ruptura: de tanto cantar sobre el desamor, ahora le tocaba vivirlo – y contarlo en sus redes sociales- en primera persona.
De este tropiezo emocional ha salido reforzada, porque más allá de un disco de ruptura, en este sobrecogedor 30 (Sony Music, 2021) hallamos a una artista que, lejos de lamerse las heridas, canta bien alto sobre cómo sobreponerse a las caídas. La de Tottenham en un principio no quería publicar este álbum, principalmente porque en él se contiene mucho dolor por la ruptura con su ex, pero con todo el arrojo del mundo, sacó fuerzas y aquí lo tenemos para disfrute de los fans, y de los que jamás lo fuimos, como es el caso de quien esto suscribe.
Hasta ahora la música de Adele me parecía un cúmulo de lugares comunes trillados, de sonidos estandarizados que ni siquiera la voz de ella conseguía sacar a flote. En los anteriores discos encontraba algún tema de interés, pero casi todo formaba parte de una marca sin personalidad. De repente, todo ha cambiado. Este comeback tras seis años, es su peculiar via crucis: un puñado de canciones lanzadas con tal arrojo, pasión y desmedida, pero uno cae rendido ante su extraordinaria capacidad de narrar el desgarro sin excesivos subrayados, y todo acolchado por una producción bigger-than-life, como no podía ser de otro modo. Aquí la voz es todo carnalidad: doliente, sosegada, a un segundo del desgarro, pero siempre mesurada y en primer plano comandando unos temas de pop de ensueño.
Se abre con “Strangers By Nature” que es como un cruce entre Portishead y el aroma old Hollywood. Preciosos adornos de cuerda para una canción que contiene versos como “When no one knows what it’s like to be us”.
El piano delinea en tiralíneas la preciosa “Easy On Me” con una Adele llevando a buen puerto una balada que en otras manos hubiera varado en terrenos pantanosos. Le sigue otra gema es de una belleza entre plácida y terrible, “My Little Love”, una canto a su hijo, Angelo, en la que oímos samplers de la propia cantante hablando con su retoño, y al final hasta el dolor se palma cuando ella llora, se rompe por la sensación de que sus esquemas mentales se iban desmoronado. La sombra de Erykah Badu sobrevuela el ambiente en esas aterciopeladas notas de soul atemporal.
El amor como meta a la que nadie debería renunciar es el hilo conductor de la exuberante “Cry Your Heart Out” (“All love is devout/No feeling is a waste/But give it to yourself now/Before it’s too late”), pero si caes, una debe levantarse, enjuagar las lagrimas y sonreír de nuevo, y todo a ritmo de soul y dub en un precioso homenaje a la divina Amy Winehouse. “Oh My God” es un medio tiempo R&B que tanto me recuerda a Bruno Mars como a Little Simz, y eso son palabras mayores, mientras que “Can I Get it” es rock clásico, y hasta unos silbidos intentan endulzar una letra que explica cómo recomponer las piezas de un alma rota en mil pedazos.
La gran “I Drink Wine” es un claro reflejo en el legado dorado de Elton John y Bernie Taupin, en un tema en el que rompe con lo que sería el típico “disco-de-ruptura”, anulando su “ego” en versos como “I hope I learn to get over myself”, y declamando sobre un precioso coro góspel.
La nostalgia recrea un espacio onírico en “All Night Parking” donde se escucha el piano revivido de Errol Garner sobre unas bases triphop. Otra cumbre de este cancionero es “Woman Like Me”, una sinuosa pieza de neo-soul que idearon con el productor Inflo, y que Adele canta con un envidiable dominio de su voz. El clímax más potente del disco lo ponen “Hold On” (balada al piano que tiene mucho de Laura Nyro), y “To Be Loved” -con Tobias Jesso Jr. al piano- que perfectamente podría salir de un surco escondido del Tapestry. Una dupla magistral. Se cierra el elepé, de nuevo, con aires retro en “Love Is A Game (“My heart speaks in puzzle and codes/I’ve been trying my whole life to solve”) que suena tan sanadora como una tonada de Burt Bacharach. Qué maravilla cuando la música te da regalos tan inesperados como este.
Escucha Adele – 30
Pues no tenía yo muchas esperanzas en este disco. Me daba tremenda pereza, pero leer vuestra critica me anima a escucharlo desde otra visión