Aloe Blacc + Izah – Palau de la Música Catalana (Barcelona)
Después de haber vestido el verano barcelonés con más de 200 actuaciones, que acogieron 36.000 asistentes en diversos espacios de la ciudad como el Pueblo Español o el Barrio del Born; después de haber probado estilos tan variados como el flamenco y el jazz, y que el agosto ya llegara a sus finales; el Festival San Miguel Mas i Mas concluyó su duodécima edición. Y para ello escogió el escenario del Palau de la Música Catalana, un espacio modernista donde varias musas esculpidas representan la música de todos los tiempos y de todos los lugares del mundo. Y precisamente, California, era el origen del último invitado de lujo: Aloe Blacc.
Como preámbulo, Izah, con un vestido corto y rojo, fue la encargada de irnos sumergiendo al soul. Transmitiéndonos la sensación de estar surfeando en el Pacífico entre líneas de bajo. La joven promesa de la nueva escena catalana del Rhythm & blues, nos presentó su debut discográfico que justo a principios de año había editado: Izahblues. Con precisión y delicadeza, combinando el castellano con el inglés, la nueva revelación interpretó temas como el «One more day». Una vez terminada su actuación, con un ramo de rosas entre las manos, la ya bautizada como princesa del soul, se despidió para dar paso al invitado estrella de la noche.
Las luces rojas se encendieron y los instrumentos en una larga introducción, iban luciendo y saboreando las primeras pistas, incrementando así la expectación. Mientras todos los ojos buscaban el soulman de raíces panameñas, de repente apareció bajo un sombrero negro y con una energía incombustible. Ya desde un inicio, mientras agradecía que nos hubiéramos reunido en este espacio para celebrar el valor de la vida; desde los palcos uno de los fans, en un grito, proclamó la esencia de su música: «Love is the answer!»
El público se incorporaba al tempo aplaudiendo, cuando el Aloe lo pedía o cuando la euforia se les escapaba de las manos. Los vientos respondían. En «Hey Brother» ya mostró como el soul se traducía a los movimientos de su cuerpo. Moviéndose con una agilidad sorprendente, como si sus pies deslizaran sobre el escenario y su cuerpo fuera un instrumento más. Y cuando más se entregaba, menos vergüenza tenía el público para levantarse, bailar y cantar los hits. Incluso cuando interpretaba el tema que le disparó a la fama mundial «I need a dollar», todo el Palau de la Música se añadió para ajustar cuentas reclamando: «a dollar is what I need, hey hey! «.
También recordó que su tarea como músico era ofrecer al mundo sentimientos positivos, esperanzadores. Si una de las misiones del soul es conectar con el alma, él ha dado un paso más, ya que a través de la música se ha convertido en un activista social. Junto a su esposa Maya Júpiter, ha contribuido a diversas causas como la defensa de los derechos de los inmigrantes y la lucha contra el sida y la malaria. Es él el primero en afirmar que aprovecha la popularidad de su altavoz para reafirmar y difundir su compromiso social.
El repertorio estuvo formado por la recopilación de éxitos que día a día suenan en la radio. Alargados y revestidos de géneros como el funk, los ritmos brasileños o el hip hop con el que marcó sus inicios. Los contratiempos del saxo y la trompeta, los solos de teclados y guitarras, el bajo y la batería incitando el baile. Y él repartiendo la espiritualidad que define su tercer disco «Lift your Spirit». No tardó demasiado en llegar el single: «You can tell everybody, I´m a man». Sí. Un hombre de sombrero negro, americana y zapatos lustrados que sabe difundir optimismo. Y buen rollo. Mientras buscaba la mirada del público para dirigirles «You make me smile», les sugirió que era un buen momento para abrazar a quien tuvieran a su lado. Sin importar quien fuera.
Porque si os insinuaba que más que el Palau de la Música, parecía el Apolo es porque el «Wake me up», (éxito fruto de la colaboración con el dj sueco Avicii) convirtió esta sala mística y solemne en una auténtica discoteca. En la última canción, «Yes you can do this» dio permiso para que quien quisiera, subiera al escenario a bailar. Rápidamente una multitud se animó y él desapareció, dejando como testigo, el optimismo de su música.