Arctic Monkeys – The Car (Domino / Music As Usual)
Hace tiempo que Alex Turner abandonó al personaje que contaba las noches de juerga en los pubs de Sheffield en hits que invitaban al vuelo de cerveza en festivales. Las señales de ese gradual cambio en su línea compositiva, evitemos aquí la tan temida madurez, se venían percibiendo en su proyecto paralelo junto a Miles Kane, The Last Shadow Puppets, así como en la excelente banda sonora que compuso para la película Submarine, traducidas en un conseguido aire cinematográfico tan deudor de Morricone o Baladamenti a la hora de generar atmósferas entre lo enigmático y lo seductor, mientras en el cantar de Turner, letrista superdotado antes y ahora, se iba imponiendo gradualmente el falsetto y el reflejo de sus gafas de sol dibujaba la figura cada vez más diáfana de David Bowie, Scott Walker, Jarvis Cocker o Nick Cave. El resultado de este viaje hacia nuevos territorios cristalizó en un notable pero algo incomprendido Tranquility Base Hotel + Casino (Domino, 2018).
Las señas de identidad que presentaron en esa valiente apuesta por huir de la inmediatez y buscar la conquista por otras vías, encuentran perfecta continuación cuatro años después en este tremendamente seductor The Car, de enigmática portada y estelar contenido. Sus diez piezas se descubren nuevamente envueltas en cuerdas hiperbólicas, mullidas en la cada vez más jazzística batería de Matt Helders, y constatando que las canciones de Arctic Monkeys hace tiempo que piden ser disfrutadas sin prisas, dejando atrás la urgencia, abordando un buen bourbon, con luces bajas y en distancias cortas. Para algunos habrá sido una necesaria huida hacia delante evitando encasillarse, para otros una transición natural capaz de subrayar el talento y la personalidad de una banda de las que aparecen cada mucho tiempo, probablemente la mejor de lo que llevamos de siglo nacida en las islas británicas, y para unos cuantos, una aburrida apuesta por un sonido más íntimo y adulto, en busca de llegar a otro tipo de público.
En cualquier caso, el tiempo dictará sentencia, pero a día de hoy, resulta imposible no rendirse a un inicio de la talla del conformado por “There’d Better Be A Mirrorball” y “I Ain’t Quite Where I Think I Am”, dos singles incontestables. El primero movido por un órgano mágico en loop infinito hacia un cielo estrellado reservado para los mejores, mientras la mágica voz de Turner, un renacido crooner tocado por la varita mágica de la inspiración para los medios tiempos evocadores, se mece sobre una melodía perfecta. La segunda, con un bajo negroide y un ritmo entre el soul de pata negra y el sonido Motown a bajas revoluciones, es de las pocas que te hará bailar levemente a lo largo de todo el minutaje. Los acertados coros acaban por acentuar su clara condición de clásico instantáneo. La oscura “Sculptures Of Anything Goes”, da paso a una “Jet Skies On The Moat” que hacer pensar en tótems del soul (Bill Withers, Isaac Hayes…) revisionados desde el prisma de estrellas del pop actual coqueteando con un sonido tan añejo y lejano a su generación, sin resultar pretenciosos. “Body Paint” podría haber pasado por uno de los medios tiempos de sus trabajos más abrasivos: Suck It And See (Domino, 2011) o AM (Domino, 2013), con su final desatado donde guitarras y piano protagonizan una secuencia de arrebatadora intensidad.
La segunda mitad del álbum no decae en absoluto: “The Car”, de elegante aroma folk-pop, resulta envolvente y ensoñadora, y “Big Ideas” trae a Pulp a la mente con su demoledora sección de cuerdas y su transitar delicado y apasionado, para a continuación volver al universo de Marvin Gaye o John Coltrane con la tórrida “Hello You”, antes de afrontar el tramo final que aguarda sorpresas como el coqueteo con la chanson francesa de «Mr Schwartz» y el pop ceremonial de “Perfect Sense”, epílogo de un exitoso paseo en Cadillac por las excitantes rutas de impredecible recorrido que presentan a una banda en estado de gracia que se ha arrimado a la exuberancia soul sin olvidar su esencia pop, escribiendo su propia historia, huyendo de lo predecible y rechazando acomodarse. (Otro) gran disco.
Preciosa reseña felicidades.
Qué pena lo de estos chicos, cinco discos inmaculados y una caída estrepitosa hacia el aburrimiento en los dos últimos. Me encantan los grupos que no se encasillan pero este caso es terrible, canciones planas y anodinas. En fin, una pena.
Dejando atrás una carrera que iba entre lo tópico y lo típico (con el brillo entre la mediocridad que supuso Humbug) los Artic Monkeys han encontrado de verdad su camino. No parecen ni siquiera la (típica) banda guitarrera de inicios de siglo que eran, y de la que parecían no poder huír por más que Turner lo intentaba. Irónicamente, mientras Turner languidecía en los AM sacaba discos sobresalientes y magníficos con los The Last Shadow Puppets.
La solución por tanto era evidente: traer los TLSP a los AM. ¿El resultado? Ya van dos discos sobresalientes (TBH&C está tomando tintes de obra maestra conforme la fecha de su lanzamiento se aleja en el tiempo). Muy a bordo de este nuevo coche que conducen los AM.