Arizona Baby – Wah-Wah Club (Valencia)
«¡Somos Arizona Baby! ¡Y vosotros también!». Así se despidió esa especie de chamán del boogie cósmico que es Javier Vielba después de los casi noventa minutos que duró el concierto de Arizona Baby en Valencia. En todo ese tiempo, los vallisoletanos, hijos secretos de Lee van Cleef, desgranaron su rock fronterizo de acantilados y serpientes de cascabel con el que lograron voltear una noche difícil.
Antes, el primer traspiés: los tesoneros anunciados, Southill, no pudieron comparecer. En su lugar, un dúo que en realidad es cuarteto se subió al escenario. Los valencianos Relevo de Plata, título perfecto para la ocasión, salvaron la papeleta aceptablemente y calentaron los motores del respetable, que acabó aporreando el «long lonely, lonely, lonely, lonely, lonely time» de Robert Plant en «Rock and roll».
No se acabó el mal fario con Arizona Baby. Se dejó ver incluso antes de empezar: acople mordoriano o mordorita, que llegaría a decir el propio Vielba, de cabeza casi todo el concierto con el sonido que lanzaba su Gibson a través del baffle que tenía a sus pies. Y, para colmo, fuera llovía. ¿Algo más? Una rotura de cuerdas (eso sí, solventada en tiempo récord). Sin embargo, bastó esa intro de carreras en pijama y camperas por el rancho que tiene «The truth» para catapultar el concierto.
La banda se vino arriba (geniales en todo momento Marcos y Rubén), y el setlist no le falló. Tres de los temas más vibrantes de Second to None salieron al rescate con la velocidad con la que una bala sale del cañón del Colt en un duelo al atardecer. «A tale of the west» (con preámbulo desértico), «Runaway» y «Ouch!» terminaron de voltear el sino de aquella noche. Vielba debió de intuir que aquella noche la iba a tener que levantar con sudor y sangre, y lo hizo; él lo llamará bailar, pero yo sólo veía una danza de la lluvia en toda regla. Además, juraría haber visto un par de apaches al principio de la noche…
El ritual fue tan bien que ni siquiera tuvieron que hacer el clásico juego previo del bis. En el mismo final de la espectacular «X´ed out» con la que se iba a cerrar la parte gruesa del concierto, Javier rompió una cuerda. Decidió apañarlo allí mismo, delante de un público que no tenía muy claro lo de pedir que volviera la banda cuando de hecho no se había ido. Ese aura de vendedor ambulante de brebajes milagrosos salió a relucir y lo puso fácil pidiendo «ruido» para «Shiralee», otro de los momentos álgidos en los que quedó patente la función salvadora de una frase en castellano en medio de una canción en el idioma de Shakespeare; el «¡allí estaré!» certificó la comunión definitiva entre la banda y el público. Tras esta conexión mística, «Muddy river» y un final explosivo con la «Lucille» de Little Richard, tras la que Vielba dijo aquello de «¡Somos Arizona Baby! ¡Y vosotros también!».