Bad Nerves + Ultra Q (Sala El Sol) Madrid 06/12/24
Como en casi todos los géneros, y probablemente más que nunca, existe vida más allá de los grandes y manidos nombres. Si uno se remanga y desciende a las penumbras del underground, puede encontrar grandes sorpresas. El punk-rock no escapa a este fenómeno; es más, podría decirse que lo ejemplifica a la perfección. En diferentes planos de ese submundo alejado de los focos y la popularidad, y cada uno con sus matices y sonoridades aledañas, bandas fabulosas como Sidewalk Surfers, Wyldlife, Death By Unga Bunga, Alkaline Trio o Dirty Nil, por citar una pocas, se han descolgado recientemente con algunos de los mejores álbumes del momento, y mantienen vivísimo, con chispa y brío, el estilo. La banda que nos ocupa, Bad Nerves, es otro caso paradigmático, y uno de los que más sensación de incipiente reconocimiento parece transmitir. Tras un debut homónimo muy elogiado en 2020, Still Nervous (24) ha vuelto a deleitar a sus incondicionales, y el reflejo en su paso por España es incontestable; pocas veces la sala madrileña El Sol ha gozado últimamente de semejante afluencia y pasión ante una actuación.
La expectación era evidente, y también la oportunidad para que el grupo telonero pudiera lucirse ante semejante concentración de fans dispuestos a dejarse llevar por lo ofrecido ante las tablas. Ultra Q fueron los encargados de abrir fuego, y la verdad es que su incursión fue satisfactoria y convincente. Lo primero que llama la atención de esta banda es el enorme parecido vocal de su líder con Billie Joe Armstrong, cantante de Green Day. Es una similitud tan perceptible que puede llegar a incomodar, pero convendría descargar de responsabilidad a Jakob Danger, ya que al fin y al cabo es su hijo. Aquel que sostenga, con pesadumbre, o sin ella, que ciertas transferencias paterno-filiales son imposibles de evitar, aquí tiene un buen ejemplo. Añadir, por lo demás, que la base punk emparenta a Green Day y Ultra Q, pero estos últimos, aunque quizá aún no en el punto de cocción idóneo, añaden texturas más escoradas al post-hardcore y el post-punk, lo que les dota de un cierto sello genuino y de una versatilidad que se agradece. Ejecutado con mucho entusiasmo, sonido impecable y una base rítmica por encima de la media, el breve set fue muy ameno, y confirmó que el flamante Empty Eddy (24) es un álbum bastante disfrutable.
Los protagonistas de la velada, tras unos últimos retoques en el escenario, por fin aparecieron, y el arranque fue explosivo, sin freno ni contemplaciones. Prevalecieron, en este tramo inicial, pildorazos del debut, en su espléndida incandescencia, como “Baby Drummer”, “Palace” y “Terminal Boy”. Esta salida en tromba, lógicamente, desató la locura entre los asistentes más eufóricos de las primeras filas, que pronto devendría en rotundos pogos y gente volando por los aires, al ritmo de esas canciones tan elevadas de decibelios y cafeína. Es sin duda el registro más representativo y definitorio de la banda, y lo defienden a la perfección, pero no parece injusto aquí abrir otro ángulo, y señalar que ese afán de Bad Nerves por romper el velocímetro, especialmente detectable en su primera obra, desluce ligeramente sus melodías de seducción, que ahí están, alguna particularmente notable, y que no pocas veces se sienten algo sepultadas bajo el peso de la urgencia y la crudeza.
La producción en estudio, con esa distorsión tan sucia propia de las bandas de garaje-rock, si bien contribuyen a dotarles de un sabor retro y añejo muy agradable, tampoco ayudan a realzar estas virtudes melódicas en general, y vocales en particular. De hecho, Still Nervous (24), sin necesariamente ser un disco más inspirado que el anterior, matiza un poco todo esto, y es una propuesta algo más versátil y con algo más de pausa y desarrollo en sus composiciones. Y aunque algo de ese filo primigenio tal vez se haya quedado en el camino, lo cierto es que les ha sentado muy bien. No en vano, por primera vez hay dos canciones que rondan los cuatro minutos, “Television” y “The Kids Will Never Have Their Say”, y no sería descabellado afirmar que son las dos mejores canciones del lote. Y el concierto asimiló muy bien estas puntuales huidas del molde, particularmente con “Television”, cuya interpretación, con ese aire oscuro y amenazante que la envuelve, sus vertiginosas guitarras y su aplastante base rítmica, fue absolutamente descomunal e inolvidable, la cima del concierto. Otro instante delicioso de la parte central fue “Radio Punk”, uno de los cénits del debut, y seguramente una de las apuestas más adscritas al pop de los londinenses, y cuyo gancho y calidez fueron muy celebrados entre los asistentes.
De la referida “The Kids Will Never Have Their Say” puede decirse lo mismo; una canción excelsa, con un sabor muy especial, y que parece, ligeramente, sin ningún subrayado ni impostura, atravesada por una flecha de melancolía. Otro momento álgido, justamente antes del bis. Claro que la faceta más primitiva y frontal, instantes antes con las trepidantes “New Shapes” y “Antidote”, fue igualmente irresistible y atinada. Con una ecualización muy contundente y bien calibrada, y sin parones innecesarios, el concierto, liderado con mucho ímpetu y garbo por Bobby Nerves, fluyó maravillosamente, y la sensación fue que el escenario potenció las virtudes de Bad Nerves, y minimizó sus aspectos a mejorar. El bis, por último, estuvo lejos de ser un trámite o una golosina de relleno para los fans, de hecho fue imposible acometerlo con más ferocidad, y con el mortífero encadenado de “You’ve Got The Nerve”, “Can’t Be Mine” y “Dreaming” la banda no pudo acabar más arriba, y con ella su público. Hay escena, banda, seducción y cafeína para rato.
Fotos Bad Nerves + Ultra Q: Pedro Rubio Pino