bdrmm + Gazella (Loco Club) Valencia, 16/02/24
A los boomers nos gusta mucho juntarnos con la chavalada. No suele ocurrir, claro, nuestros ámbitos son completamente distintos, pero cuando se tercia, el evento en cuestión se convierte un poco en el place to be. Hay que dejarse ver: ir con cincuenta a un espectáculo frecuentado por veinteañeros es de lo más molón. Uno de repente se ve transportado a aquellos años en que todo era un descubrimiento, en que estaba en la onda, en que tenía pelo…
Y el place to be de esta semana en Valencia capital era, sin lugar a dudas, el doble cartel al que daban forma en el Loco Club la banda local Gazella, que el pasado año han publicado un disco sensacional, y los británicos BDRMM, que igual. Ambas bandas gozan de propuestas enraizadas en el post-punk, pero endulzadas a la vez con dream pop, pasajes psicodélicos y mucho shoegazing, que ahora mismito es lo que le priva a la juventud. Todo vuelve, amigas y amigos. Todo vuelve.
Colgaba el sold out el concierto a pocos días de celebrarse y un Loco abarrotado recibía a Gazella, banda de cinco piezas, dos mujeres y tres hombres, cuyo homónimo debut ha dejado un inmejorable sabor de boca, merced a unas canciones que calan hondo. La cuestión era, para mi, al menos, como neófito entre su público, saber si eso podían llevarlo también al escenario. Y vaya si lo supe. Una puesta en escena imponente en la que todos los miembros tienen peso específico. Y eso que su vocalista, Raquel Palomino, tiene un indudable magnetismo.
Los ensoñadores halos psicodélicos de canciones como “Por qué del ser” o “Sol menor” no impiden en absoluto la intensidad eléctrica que por oleadas desataba una banda magníficamente bien ensamblada. Todos a una fueron desgranando un repertorio breve pero sólido, que se coronó de forma inmejorable con su versión del “Te estoy amando locamenti” de las Grecas. Un flamenqueo lisérgico en el que incluyeron un buen tramo de improvisación desatada que nos dejó a todos sin aliento.
Precisamente por eso digo que fue un doble cartel. Quedó patente que los valencianos no ejercieron de meros teloneros o de aperitivo, como suele decirse, de una banda estrella. Estaban en igualdad de condiciones con unos bdrmm que tenían, de entrada, complicado igualar su presencia escénica. No obstante, la toma de escenario por parte de este cuarteto de Kingston Upon Hull (UK) que cuenta ya con dos álbumes en su haber, el segundo de los cuales, I Don’t Know (2023) les ha llevado a otro estadio más personal respecto al revivalismo más de manual que ejercían en el igualmente notable Bedroom (2021).
El salto cualitativo de este proyecto que inicialmente -de ahí su nombre- constaba únicamente de su vocalista, Ryan Smith, metido en su cuarto con sus cachivaches, es indudable. La entrada en la banda de su hermano Jordan al bajo, así como Joe Vickers y Conor Murray, guitarra y batería respectivamente, es sobre el escenario donde se comprueba que ha supuesto el acento que ha hecho de su propuesta algo tan llamativo como para colgar el sold out en salas de mediano aforo de nuestro país.
El estallido inicial con “Alps”, “Be careful” e “It’s just a bit of blood”, en el mismo orden y secuencia que en su último disco, se vio sobrepasado incluso por la primera incursión en su debut con “Gush” y esas guitarras jangle tan hipnóticas, que hicieron bailar a todo el mundo. También es verdad que ellos se lo curran mucho. Sobre todo Jordan, el bajista, un torbellino en el escenario que no para quieto. Todo el ánimo melódico de sus canciones se torna furia eléctrica desatada a través suyo. Hace coros, baila, se le ve entusiasmado. Y contagia tanto a sus compañeros como a un público que a esas alturas ya estaba totalmente entregado.
Sí que es cierto que llegados a un punto del espectáculo la cosa se relajó un poco y parecían estar perdiendo fuelle. Elecciones como “Is that what you wanted to hear” o “Mud” quizá rompían un poco demasiado el casi frenético ritmo que habían llevado hasta entonces, pero acudieron al rescate la febril “Push/pull”, la pletórica “Happy”, la emborronada “(Un) Happy” y su nuevo single (primera vez que lo tocaban en directo) “Port” para cincelar un repertorio que no tuvo bises, ni falta que hacía. Llegaron, vieron y vencieron, igual que sus compañeros de cartel en una noche para el recuerdo en la que los boomers tuvimos el regalo adicional de sentirnos un poquito más jóvenes, más cool e incluso con más pelo del que realmente tenemos. Soñar es gratis y con el shoegaze, más fácil.
Fotos bdrmm + Gazella: Susana Godoy