Bill Fay – Who is the sender? (Popstock!)
Empieza a ser habitual el regreso, más afortunado en unos casos que en otros, de todo tipo de artistas de todas las épocas. Algunos vienen a por la parte del pastel que se les negó en su momento, otros tienen todavía algo que decir, y unos pocos, los menos, crean grandes obras de altísima calidad que pueden suponer incluso la cima de su carrera. Es el caso de Bill Fay, que publicó dos discos a principios de los 70 muy recomendables pero de los que casi nadie se ha acordado en estos últimos 40 años. En 2012 publicó un sorprendente disco de retorno, Life is people, una obra muy interesante, entre el folk-rock y el pop barroco, con unas letras muy espirituales.
Por similares coordenadas transcurre este Who is the sender? (Popstock!, 2015), aunque aquí los arranques eléctricos de su anterior trabajo no aparecen por ningún sitio, sustituidos por baladas al piano, en un estilo casi góspel, acompañadas de arreglos de cuerdas, algo de guitarra o teclado y poca percusión de fondo. Una fórmula basada en la repetición, en el crescendo de la canción, en la explosión final, ruidosa o silenciosa. Dicho así podría parecer que estamos ante un disco aburrido o pretencioso, pero no es ni lo uno ni lo otro. En realidad es una maravilla de pop confesional con una lírica entre idealista y dolorosa que insiste en sus temas favoritos (la espiritualidad, su visión filosófica, la belleza y fragilidad del mundo) sin prisa, con calma, dejando que las notas fluyan y que la voz, muy agradable, haga su trabajo.
Las insistentes repeticiones de determinados versos, prácticamente en cada canción, lejos de aburrir consigue emocionar por la sensación de sinceridad, de estar necesitado de respuestas, de explosión de sensaciones. Además todo resulta muy natural, sin grandilocuencia, usando las palabras justas y necesarias para expresar sus sentimientos. En ese sentido supera lo hecho por Mark Kozelek en sus últimos discos como Sun Kil Moon y se acerca a esas otras maravillas que nos está ofreciendo John Grant en solitario. Puede que no tan desgarrador, desde luego no tanto como aquella otra ofrenda a corazón abierto que fue el disco de Roky Erickson con Okkervil River , pero resulta realmente emotivo por su combinación de pesimismo, idealismo, esperanza e inocente asombro ante la vida.
Disco sorprendente con canciones como «War machine», «Who is the sender?» o «The geese are flying westward» que celebran lo bello de la existencia y critican lo feo. Así de sencillo.