Calexico – La Paloma (Barcelona)
Calexico, un brillante combo de Tucson (ciudad situada al sur de Arizona), eligieron Barcelona para presentar su novedoso y revolucionario show, premonitorio de lo que debe ser su próximo disco, A Feast Of Wire, a publicar en febrero de 2003. La Paloma, sala que esta acogiendo algunos de los mejores conciertos del año, congregó a un numeroso público que les recibió con los brazos abiertos, y dispuestos a dejarse llevar.
Norteamericanos de nacimiento, europeos de ascendencia, y mexicanos de corazón, Joey Burns (guitarra, voz y otros instrumentos) y John Convertino (batería) son el núcleo duro de Calexico. Ambos, netamente influidos por el country, la música de los pioneros, tan llena de alma como de pequeñas historias repletas de humanidad, buscan hacer una fusión de sonidos que recoja la tradición de aquella América idealizada. De la América del melting pot, de la América del western, de la América de la frontera, del crepúsculo, de los sueños y del (verdadero) choque cultural con los indios.
Así, en su ambiciosa empresa sonora, Calexico conectan la música que habita en su subconsciente americano (country+blues+early jazz), con una actualidad en la que el rock sólido es un privilegiado medio para comunicar las sensaciones de aquéllas músicas. Calexico son rock, pero empujado al límite, como buscando hacer de lo antiguo algo permanentemente nuevo. Incluyen en su receta leves toques de ruidos electrónicos, que aportan su granito de arena al conjunto.
Mucho de nuevo hay, pues, bajo el sol de Calexico. Las trompetas, la melódica, la guitarra eléctrica, el clavicémbalo, el contrabajo y la batería, son instrumentos que, en manos de Calexico y sus colaboradores, devienen en transmisores de imágenes que, indefectiblemente, remiten a Sam Peckimpah y Clint Eastwood. Metáforas mentales de territorios crepusculares, cálidos de día, gélidos de noche, alucinados como el peyote y el whisky, y salvajes como los escorpiones del desierto.
Pero si a todo esto, le sumamos una generosa dosis de sentido del humor mexicano, de locura pancho-villesca, y autenticidad mariachi, asistiremos a un concierto cuya mezcolanza conceptual requerirá un disfrute desenfrenado in situ, dejando las ondas reflexiones para otra ocasión. Hablamos de la colaboración, explosiva a todas luces, entre Calexico y Los Mariachis Luz de Luna. Y precisamente, la gracia del concierto, y por tanto su elevado grado de interés, radicaba en la colisión musical entre estos dos grupos. Una colisión amistosa entre dos formas de ser que no comparten tradiciones musicales, pero sí territorio y visión irónica del mundo.
Los Mariachis Luz de Luna, también de Tucson, son una banda de verdaderos mariachis, muy dados a cualquier tipo de actuación epatante y franca, representantes de una música infravalorada pero tan rica y permeable a otros géneros (la polka aqui) como cualquier otra. Compuestos por 4 violinistas, un guitarrón, dos guitarras españolas, una vihuela y una trompeta, se quedarán para siempre en nuestra memoria gracias al monumental mano a mano entre el trompetista de Calexico y el de los Luz de Luna. Este último desapareció, en un momento de máxima efusión musical, y en el tema siguiente, un lejano sonido de trompeta se oyó en un oscuro rincón de La Paloma. Era él, un tipo alucinante y gesticuloso, dándole a una melodía tragicómica, que uno de los trompetistas de Calexico replicaba, a modo de diálogo, desde el escenario. La crepuscular trompeta del mariachi se fue acercando, poco a poco, al escenario, en su apartado soliloquio, y una vez llegada al estrado, acabó fundiéndose en un efervescente crescendo, junto a los múltiples músicos que lo abarrotaban. Genial.
Un gran concierto, un gran sentido del humor, un público a la altura y un local idóneo que, por momentos, nos hizo creer que estábamos en un saloon de O.K. Corral.