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Carlos Pérez de Ziriza: No Olvides Las Canciones Que Te Salvaron La Vida

Uno de los mejores libros que llevo leídos este año sobre música es “No Olvides Las Canciones Que Te Salvaron La Vida. Una Crónica Generacional” (Efe Eme, 2019) del periodista musical Carlos Pérez de Ziriza. Una muestra de literatura híbrida (intersección entre memorias personales, crítica de música, denuncia sobre algunos tópicos perpetuados en el pop, etc.) que se lee en un suspiro. Ziriza ha escrito su mejor libro, y charlamos con el sobre un libro que habla de canciones y de vida.

«La nostalgia nos hace sentirnos más jóvenes, incluso puede que más vivos. Es humano. Si además tenemos hijos, cunde la tentación de inculcárselo, y ahí el consumo se dispara aún más»

Lo primero que me llama la atención es que es un libro con un calado intimista y confesional importante, a la vez de poner acento en la critica musical ¿Cómo te las arreglaste para crear esta un libro tan híbrido?

Pues la verdad es que ese carácter híbrido que mencionas era el mayor reto. Tenía claro que debía ser abordado en primera persona, desde un punto de vista más narrativo de lo que suele demandar el periodismo, al menos el que yo hago. Pero al mismo tiempo que mantuviera un equilibrio entre esa perspectiva más o menos confesional, el ensayo meramente musical y el reflejo del contexto sociocultural. Que los tres factores tuvieran un peso similar, equilibrado, y que la lectura fluyera, era algo que me obsesionaba.

Escribes como nunca antes: ¿no te has planteado lanzarte a la novela?

Te agradezco mucho lo que me dices. No tengo una gran imaginación, me cuesta mucho escribir sobre cosas que no me resultan reales o muy tangibles. Y tampoco he tratado de manejar hasta ahora los resortes narrativos de una novela, su engranaje interno. Sí que es cierto que hay gente que atribuye cualidades literarias a cosas que escribo, pero a mí la literatura ya me infunde demasiado respeto como para aceptar que lo que yo hago pueda tener algo que ver con ella. Puede que este libro sea una respuesta a esa incapacidad, o que también sea un primer paso para que en un futuro me atreva a escribir algo en ese registro. Ahora mismo, no sabría decirte.

¿Cómo hiciste la selección de temas? ¿Tuviste que dejar muchos en el tintero?

No, en realidad no me fue muy complicado. Puede que tan solo dos o tres de las canciones que tenía pensadas en un principio, acabaran quedándose fuera. Pero te diría que 20 de las 30 las tenía prácticamente decididas antes de empezar a escribir. En realidad, no se trata – ni mucho menos – de un listado de las canciones más significativas en mi vida o en la vida de una generación – aunque algunas lo sean – sino una combinación de temas que me han podido marcar con otros que incluso me podían resultar emocionalmente algo indiferentes, pero me servían para escribir sobre temas, digamos, más universales. Me sirvo de las canciones, de forma ruín, para hablar de la vida. El subtítulo de “crónica generacional” hay que tomarlo con precaución. Aunque es útil para acotar y añadir información. Pero el libro no es un manifiesto, ni mucho menos.

Algunos episodios del libro acontecen en conciertos, ¿cómo te ha marcado el ser espectador y cronista de conciertos en tu educación sentimental?

Pues de una forma muy intensa. En parte porque creo que el directo tiene una naturaleza de por sí irrepetible: ningún concierto es exactamente igual a otro. Y en parte también porque la crítica o la crónica de conciertos es seguramente el género periodístico que más he frecuentado, y eso te da también herramientas a la hora de describir de qué forma los directos escenifican y vehiculan todo lo que ya hemos escuchado antes en un disco. Cómo se reinterpreta esa música y nos toca emocionalmente más de cerca.

¿Recuerdas alguna entrevista especialmente complicada de hacer? ¿Algún personaje que te gustaría entrevistar pero todavía no se ha dado la oportunidad?

En general, las que tienen alguna clase reflejo en el libro, fueron casi todas muy fluidas. Si te digo la verdad, hay mucha gente a la que me gustaría poder entrevistar y no he tenido ocasión. Seguramente a quien más ganas tendría (de entre los músicos vivos) es a Morrissey, pero el hecho de que solo conceda entrevistas por e-mail relativiza bastante eso. No es ni mucho menos comparable a una charla directa, que es la esencia de la entrevista.

Cómo ves esa fetichización del objeto vinilo que está ocurriendo en los últimos años? Aludes a la extinción de los formatos en algún momento del libro.

Es un tema que ronda por el libro pero no de una forma nostálgica. No creo que cualquier tiempo pasado vaya a ser mejor. De hecho, la portada es un reflejo: unos auriculares de los que todos hemos utilizado alguna vez, enchufados a un walkman, a un discman o a un reproductor de mp3. No me parece muy real ese purismo según el cual los discos han de ser solo disfrutados de verdad mediante un vinilo que gira en tu plato y que escuchas en tu casa. Aunque a mí me encante también ese formato. No es real. Creo que hay cientos de canciones cuyo consumo tenemos asociado a viajes, a lugares y a personas concretas, cuyo disfrute no estaba supeditado ni mucho menos a un vinilo girando en un plato. La misma identificación de una canción con un paisaje concreto ya es algo que suele ir desligado del vinilo. Hay algo también de esnobismo en esa fetichización que mencionas, me temo.

Este libro lo veo como un intento de volver a degustar una canción con calma, que unas notas dibujen en tu piel una orografía. Estamos en la época del oyente randomizado, nuestras escuchas son controladas por grandes plataformas como Spotify. ¿El crítico tiene alguna función educacional para cambiar esta dinámica? ¿El crítico puede ofrecer una nueva perspectiva de escucha?

Yo quiero pensar que esa sobreabundancia de estímulos hace que la labor de criba y selección del crítico tenga aún cierto sentido en la actualidad. Otra cosa es que nos fíemos más de un algoritmo de spotify que de la opinión de un supuesto especialista. Ahí ya no hay mucho que hacer. En cualquier caso, creo que la labor del crítico hoy en día, en que tenemos acceso a todo en un click, debería ir más por el terreno de la interpretación de la música, su desbroce y el análisis de su contexto que por el rol de descubridor de algo que ya es de dominio público a los pocos segundos de ver la luz. Es decir, una labor más a posteriori, de dejar reposar la música, que de avanzadilla. Aparte del reciclaje al que todos nos hemos visto más o menos obligados en tiempos tan sujetos a las redes sociales, en los que casi toda la gente llega por ellas a nuestro trabajo.

En alguna entrevista dices que no quieres que este libro se vea como una “crónica de una época”: ¿te da miedo la nostalgia?

Más que miedo, lo que no me gusta es la nostalgia paralizadora, la que es autocomplaciente. La nostalgia está bien en su justa medida.

«Hay cientos de canciones cuyo consumo tenemos asociado a viajes, a lugares y a personas concretas, cuyo disfrute no estaba supeditado ni mucho menos a un vinilo girando en un plato»

 ¿Por qué da tanto rédito la nostalgia? Este libro tuyo no me parece, por otro lado, nada nostálgico, al revés, sabes sortearla con buen gusto.

Creo que da rédito porque nuestra generación, digamos que la de la gente que tiene ahora entre 35 y 50 años, es la que centra el mayor poder adquisitivo de bienes culturales. Y todos tendemos a vernos identificados en aquellas cosas que nos marcaron en nuestra adolescencia y en nuestra primera juventud. Nos hace sentirnos más jóvenes, incluso puede que más vivos. Es humano. Si además tenemos hijos, cunde la tentación de inculcárselo, y ahí el consumo se dispara aún más. No hay más que ver el éxito de bandas de versiones infantiles de grupos que ya ni existen, como puedan ser los Ramonets, por ejemplo, una banda valenciana de versiones de los Ramones adaptadas para niños. Por poner un ejemplo.

¿Qué opinión te merecen las nuevas músicas urbanas, representadas en el libro? Es un nuevo lenguaje revolucionario que, para mucha gente difícil de encajar, con estilos como el reguetón…

Pues el tema está precisamente ahí: en que si mucha de esa gente supiera que no es algo revolucionario – el reguetón sobrepasa los quince años de existencia como estilo consolidado – es posible que no tuvieran una opinión tan negativa. En el reguetón, igual que en el trap o en cualquier otro estilo, se están haciendo cosas buenas, regulares y directamente malas. Ocurre que nos quedamos con el tópico, con una visión algo estereotipada de las cosas. Y que la gente en este país no lee. No lee artículos completos que les roben más de diez minutos de tiempo. Y no se lee los carteles completos de los festivales, que no es que hayan cambiado tanto, simplemente han invertido el orden de prioridades de sus artistas. Ya sé que esto es generalizar, y yo me incluyo dentro esa conducta. Pero es que en nuestro país ocurre de una forma muy acusada.

¿Qué futuro y qué función debe desempeñar la crítica musical en la actualidad con la cantidad de información al alcance a cada segundo?

Pues te diría que lo que te contestaba antes: ya que difícilmente podemos hacer de descubridores de la penicilina, ni tampoco muchas veces de prescriptores, creo que deberíamos aspirar a interpretar, contextualizar e incluso alumbrar históricamente la música que consumimos. Trazar conexiones entre generaciones, ilustrar cuál es el álbol genealógico de las músicas que disfrutamos, no renunciar a la perspectiva historicista sin por ello perder el pulso al presente y tratar por todos los medios de entenderlo y explicarlo. Y abordar todo ello sin prejuicios ni vicios de fan. Ya sé que es complicado, porque al final es como una pescadilla que se muerde la cola: si la remuneración es exigua, a veces hasta inexistente, y prácticamente nadie puede vivir de esto, al final el escribir sobre música se convierte – mayoritariamente – en un hobby, en un pasatiempo. Y así, poco puedes exigir. Nadie aborda un hobby para devanarse los sesos ni complicarse demasiado la vida. Pero yo creo firmemente que el futuro del periodismo musical debe ir por ahí, por esa visión de conjunto, libre de ataduras y preconcepciones, que dé sentido a nuestro trabajo.

 

2 comentarios en «Carlos Pérez de Ziriza: No Olvides Las Canciones Que Te Salvaron La Vida»

  • El tipo tiene gusto, el libro me lo regalaron y me gustó más de lo que pensaba. No me suelen interesar este tipo de libros personalistas a no ser que sea de alguien a quien admire. Pero este la verdad que está bien

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