Clem Snide + Arizona Baby + Inhabitants – Sala Heineken (Madrid)
Fue a las diez menos cuarto, y poco después de la sugerente e interesante propuesta de Inhabitants, cuando finalmente pudimos ver de nuevo sobre los escenarios patrios, al elegante, inconformista, y siempre más que bienvenido Eff Barzelay, y su banda, o como al él le gusta repetir una y otra vez a lo largo del concierto, ¡CLEM SNIDE!, ¡CLEM SNIDE!
Y lo cierto es que si Clem Snide, ya es una banda sorprendente en cada uno de sus discos, igual de atrayentes e hipnotizadores (o posiblemente más) que lo son cuando aparecen sobre el escenario con sus rigurosos trajes, camisa y corbata, y se ponen a hacer magia a través de la singular voz de Eef y su potentísima guitarra (más crudas si caben que en los discos), de un bajo y una batería sensacionales, y de su espectacular arma secreta en forma de chelo, que a lo largo de toda la noche, hizo vibrar, alucinar, emocionar, enmudecer y en ocasiones, incluso creo que hasta hacer increíbles los sonidos que salían de ese instrumento, y que tan bien encajaban dentro del estilo de la banda.
Así que una vez sobre el escenario, y con toda la expectación del mundo cayendo sobre ellos, comenzaron a transformar todas esas expectativas en música, comenzando con tres temazos de su nuevo disco The Meat of Life (Houston Party, 10), como son “walmart parking lot”, “denise”, y la canción que da título al álbum “the meat of life”. Quedaba hecha la candidatura a concierto de los memorables, y no pudo sino mejorar, cuando de la mano de la banda, (y no me cansaré de repetir, de los incomprensibles sonidos de ese chelo mágico), echaron la vista atrás, y se pusieron a recordar algunos temas del pasado, alternándolos con los de la nueva etapa, y mostrando con ellos todo el amplio espectro de sonidos, ritmos, e intensidades que son capaces de ofrecer, y que te llevan desde las más profunda tristeza, hasta el amor pasional más desenfrenado.
De este modo, y sin darnos cuenta de a qué velocidad pasaba el tiempo, fueron sonando “don´t be afraid of your anger”, “ice cube”, “something beautiful”, … para de repente, apreciar, mientras la gente charloteba un poco entre canción y canción, de que Eef, estaba cantando sólo y sin ningún tipo de acompañamiento instrumental, para terminar convirtiéndose en un momento apoteósico (al más puro estilo “Moulin Rouge”), a los que siguieron los dos últimos temas del concierto, acabando con “no one´s more happy tan you” y para despedirse después de una breve pausa con su tradicional y exquisita “your favourite music”, que se transformó, aún no se como, en toda una sala coreando el mítico estribillo de los Stones «you can´t always get what you want», mientras dejaba un inmejorable sabor de boca en la audiencia, y una ligera amargura entre los más fieles seguidores, sabedores de que quizá pasé algún tiempo hasta que podamos volver a ver a Clem Snide.
En torno a las once, llegaba la hora de los pucelanos Arizona Baby, y su country guitarrero, directo y sencillo, sin duda más inspirado en los territorios de las orillas del sur del Mississippi, que en las del Pisuerga. Y ataviados con ropajes acordes a su música, y con sus ya famosas largas melenas y densas barbas, fueron apareciendo uno a uno, empezando como en la mayoría de las canciones, con una prodigiosas “intro” de guitarra, a cargo del Sr. Marrón, (que como bien dicen las críticas, es uno de los mayores descubrimientos de los últimos años a manos de una guitarra acústica), siguiendo por el hombre percusión Marcos Úbeda (y su infinidad de ritmos, y sonidos generados a partir de una caja, un cajón, y unos “bongos”) y presentándose finalmente, a la vez que empezaba la voz de “muddy river”, el predicador de la comuna, Javier Vielba, y su versátil y convincente voz.
Y sin cambiar la fórmula, con mucha fuerza sobre el escenario, con estética muy ruda, discurso fraternal, y convenciendo al público de la mejor forma que saben , que no es otra que a través de sus guitarras (y no de sus sermones), fueron despuando el árido cactus que es su disco, atrapando a todos los presentes con los ritmos más sureños que jamás una banda española hizo, y sobre todo, con los intratables punteos y solos de guitarras que precedían a cada canción (incluso en una ocasión haciendo una amalgama entre country y flamenco que hizo la delicia de todos los asistentes), o que de manera disimulada, se percibían entre los estribillos de canciones ásperas, y sin embargo tan agradables a los oídos.
En definitiva, otro grandísimo acierto por parte del Heineken Music Selector, mezclando bandas tanto nacionales como foráneas, para crear una noche muy amena, bastante mágica y sobre todo de enorme calidad, en la que estilos hermanos, pudieron abrazarse.