¿Conoces a King Krule? Te descubrimos a una de las figuras más prometedoras de la escena británica
La primera vez que escuché a King Krule me dejó roto como si un coche se quedara, de pronto, en medio de una autopista sin aceite. Otro símil parecido y que describiría a la perfección las emociones que suscita, sería el equiparable a que de repente te entre hipo y no puedes sosegarlo por más que intentes controlar tu respiración. A partir de ese momento comprendí lo que significaba ecléctico y el mundo de las fusiones, los sonidos que hasta la fecha habían formado parte de una amplísimo catálogo de discos y géneros que tenía esparcidos por casa y en Spotify. Incluso matices característicos de grandes figuras del jazz y soul se percibían en el eco de su música que es totalmente desgarradora.
Pero es más, desde aquel día que se descorchó esta parte visceral de mi cuerpo, no he podido parar de escucharlo ni de, al fin y al cabo, poder detener mi susurro ante sus espléndidas letras que rezuman poesía por todos lados. Que aunque estén en inglés su visión pesimista y derrotista de la vida pesa en su entonación, en la afinación de su guitarra y en los silencios que deja caer desde un mismo rascacielos. Se vive tan intensamente que termina contagiando su aletargada actitud ante la vida, su bella percepción de la realidad contemporánea con ese toque humilde y humanizado que hacía en su tiempo el mismo Ian Curtis.
El joven inglés de veinte años deslumbra por todo lo alto, aunque le cueste ir ganando fieles adeptos. Sus gritos al aire nacen por una preocupación irracional acerca del momento en el que vivimos que se ha vuelto incomprensible para este joven británico del que aún sus heridas de la infancia emanan soledad y dolor. Que se entremezclan con problemas de salud mental y es entonces cuando le alfora el insomnio y lo deja noches tantas escuchando a los Pixies o a The Libertines incansablemente que podemos percibirlos a lo lejos como un tren que se acerca. Porque realmente hacía falta que alguien saliera, por iniciativa propia, a destacar y a brillar entre la penumbra del vertedero con una luz pequeña y humilde, que por muy tenue que sea, parece que derrame esa toda la luz del universo de la misma forma que si intentáramos avanzar por un bosque de noche con una vela entre las manos.
De los tótems de la cultura pop de los noventa y principios de los 2000, nace King Krule, quién adopta el nombre del personaje de los videojuegos de Donkey Kong y bebe de bandas tan conocidas como las ya mencionadas. Pero su estilo original recae especialmente en la fusión del jazz mezclado con esos ritmos rotos y una voz dura de roer proveniente del post-punk de connotación lo-fi por los filtros que pesan sobre ella. Samplers totalmente darkwave terminan dando una melodía oscura y que impacta con fuerza pero bajo toda esa correlación perfecta de sonidos, encontramos un joven de clase media inglesa tratando de confesar todas sus penas, reflexiones y cantos desesperados a la incomprensión de la vida.
Pero no tenemos que dejar a un lado que, como he mencionado, en cada canción aparecen resquicios nuevos de influencias y de entonaciones, de texturas que evocan momentos y recuerdos tan escabrosos como tristes, bonitos y verdaderos. Pero su campo de batalla es desde el hip hop, que se mezcla con un jazz clásico y que libremente se cierna de forma improvisada sobre las bases de un trip hop puro que defiende a capa y espada el joven Marshall como si se le fuera la vida.
Canciones como «Easy easy», «363N63», «The Noose of Jah City» o «Out getting ribs» son las que nos dan rienda suelta a que la pesadumbre de nuestras vidas se desvanezca durante unos minutos o para que nos imaginemos en otro lugar, en otra situación, cualquiera. Esto aligera nuestra existencia y nos hace elevar como un pájaro que bate libremente las alas por el esqueleto urbano de la ciudad esquivando cualquier obstáculo. Lentamente, se eleva pero la música se oye desde lejos, porque al final es lo que nos queda. Desde aquí no damos ánimos al músico para que siga haciendo lo que más ama en este mundo pero sí que os recomendamos que lo conozcáis y le deis una oportunidad (o varias, como queráis).
Nosotros hemos llegado hasta aquí con su sinceridad aplastante y deseamos que además de bienvenido, siga así para siempre, que para todos nosotros no es un suplicio, es un honor en toda regla.