Dale Crover – Rat-A-Tat-Tat! (Joyful Noise)
Con las credenciales que atesora Dale Crover en su dilatadísima carrera, poco sorprende a estas alturas que siga sin ser capaz de contener toda su creatividad. No debe ser fácil quedarse quieto cuando toda tu vida has estado repartiendo a diestro y siniestro desde las baterías de The Melvins, Nirvana y de otros tantos grupos, además de ser el vocalista y guitarrista de Altamont, pero, sobre todo, por estar rodeado de gente como Mike Patton, Dave Lombardo o Jeff Pinkus. Fruto de esa incontinencia musical es Rat-A-Tat-Tat!, su segundo álbum en solitario, un gabinete de curiosidades que acoge entre sus baldas una miscelánea de muestras de su continua exposición a las altas radiaciones de esos elementos, pero con una visión experimental tan propia como necesaria.
Ante todo, Dale Crover es un multiinstrumentalista y un compositor excepcional. Lo ha demostrado en varias ocasiones, dibujando en su mente los croquis de cada canción casi sin quererlo, alternando métodos de composición y haciendo aparecer las fantasías del subconsciente heredadas de la absorción casi involuntaria de su entorno. Sin embargo, para esta ocasión se ha servido de la ayuda en la ejecución de Steven McDonald, compañero de batalla en The Melvins y también en Redd Kross, quien le echa una mano en lo que puede (o en lo que le deja), ampliando así un poco más el espectro estilístico del que presentase en su debut a su suerte, The Fickle Finger of Fate (2017).
Rat-A-Tat-Tat! es, como decía, un auténtico Wunderkammer. Entre la percusión casi matemática de “Moclips” -el tema de apertura- y el epílogo de profunda inspiración alt-rock seminal con final experimental que es “Kiss Proof World”, el mundo de Crover se hace patente en cada una de las canciones que componen este disco. Y hablo de su mundo, el mismo que mencionaba antes y cuyos agentes están siempre presentes, porque de él y para él emanan sus creaciones. Sirva de ejemplo para ilustrar esto “I Can’t Help You There”, que nos retrotrae a aquel metal alternativo que va evolucionando a una reminiscencia grunge y a un rock encamisado en franela y que se convertirá en el puente que lo una al barniz stoner de “Tougher”, donde, además, da rienda suelta a una efectista distorsión vocal.
Crover pisa firmemente el terreno de los sonidos clave del rock alternativo más cercano al pop tintado de crossover, al country y a la americana con “Shark Like Overbite”, “I’ll Never Say” y “Untrue Crime”, demostrando que se siente igualmente de cómodo con cualquiera de los subgéneros que caben en ese paraguas. En ese aspecto, también cabe la posibilidad de encontrarse inmerso en uno de esos escenarios lyncheanos de luces rojas al ritmo de “The Bowie Mix” y, sobre todo, de “Stumbler”, un tema con claras marcas de improvisación que inspiran un concepto más que interesante.
Eso sí, no hay que perder de vista la faceta experimental -más expresiva en la percusión, como es lógico, aunque sin dejar de lado las distorsiones ásperas de guitarras-, que explota en este Rat-A-Tat-Tat!. “Supine Is How I Found Him”, “New Pharao” y “Piso Mojado” son la santísima trinidad en este álbum de una técnica meticulosa y, por encima de todo, el resultado de calculadas pulsiones que son capaces de dibujar desde el paisaje más frío y misterioso hasta el más lisérgico a base de noise y óxido industrial.
Y es que Dale Crover ha vuelto a hacer lo que le ha venido en gana, que para eso le sale bien, aunque su caos tenga cierto orden. Sin constricciones y con una facilidad increíble para remover en su bagaje y extraer lo mejor de cada casa sin quemarse, ¿qué ibas a esperar si a un tipo como él le dan un folio en blanco?