Eels – La Riviera (Madrid)
Lo bueno de acudir a un concierto de Eels es la tranquilidad que otorga tener confianza plena en que su arte todavía continúa tan vigente y eficaz como lo fuera en los noventa. Cosa distinta es que esa noche canten bingo en cuanto a la presentación se refiere, sus conciertos tienen fama de ruleta rusa. Lejos queda la figura de Mr. E de la de un dinosaurio venido del pasado para merendar a costa de tiempos mejores, léase giras de reuniones. Al contrario, parapetado detrás del mágica aura que adquirió gracias a su muy recomendable libro autobiográfico «Cosas que tus nietos deberían saber» (2008) Mark Oliver Everett se plantificó en Madrid para dar por terminada la gira de presentación de su última entrega discográfica Wonderful, Glorious (2013), una especie de resumen de toda su carrera conseguida a través de canciones nuevas que se sitúan en un ancho lugar dibujado entre el pop más edulcorado y el rugido más guitarrero, dos puntos estilísticos que marcan el ancho de la carretera de su discografía con una pizca equívoca de soul de vez en cuando.
El caso es que ataviados con el mismo diseño de chándal marca Adidas, Mr. E y su banda como vestidos de domingo, rugieron y susurraron un repertorio de canciones que saltaba entre el ayer y el hoy con agilidad, desparpajo y me temo que algo de cansancio. La evidente falta de tronío, sin embargo fue mitigada con buenas dosis de teatralidad a cargo del jefe. El extenso repaso que dieron al último disco, no hizo sino resaltar las alegrías que contiene, uno de los mejores en su carrera, y demostrar que Mr. E continúa en línea recta desde que apareciera como la gran promesa del indie pop rock internacional, status que de hecho consiguió mantener por muchos años. Inauguró la noche «Bombs Away» y le dieron bien al último LP con «Kinda fuzzy», «New Alphabeat» o «Peach Blossom» alegremente celebradas como si de un clásico más se tratara. Un acierto también fue el empaque y la estructura de espectáculo pop que le dio al recital que añadió dosis de entretenimiento y consiguió robar la sonrisa de gran parte del público treintañero que agotó las entradas de la sala, aunque he de apuntillar que para los más plumillas la repetición en cada concierto durante esta gira de la simulada ceremonia de renovación de votos con su guitarrista The Chet, que cumplía diez años en la banda, así como la divertidísima idea de hacer unos segundos bises con todas las luces de la sala encendidas cuando ya nadie esperaba que volvieran a aparecer o los abrazos repartidos con exacto guión entre los integrantes de la banda parecían eso justamente, exigencias del guión, bajando medio grado más el baremo del rugido.
Ingredientes que pese a estar programados con antelación no dejan de ser esa lentejuela que todo espectáculo no debiera perder jamás. Y luego además hemos de añadir a esta crónica el buen sabor de oído que te deja un concierto en el que los que están arriba no son sólo entretenedores con menor o mayor talento, sino músicos, así de simple, por lo que fue aún más gozoso deleitarse con aquellos temas más esperados y lo que es aún más complicado, no echar en falta los que se esperaban, así que se paladearon sin mucha algarabía pero con toda la ilusión canciones tan sencillas como «Fresh Feeling», «Souljacker part I», «Prizefighter», «Fresh Blood» o un medley a cargo de «Mr. E´s Beautiful Blues» y «My Beloved Monster».
Certifico que si bien falto de la rabia que intuyo da la nueva felicidad de su autor, sí que pudimos asistir a un excelente concierto que contenía todos los ingredientes que se esperan de un señor al que te acercas con el respeto que dan los chicos problemáticos y que te termina convenciendo con el encanto áspero que tiene su voz, su particular as en la manga.