Entrevistas

Entrevistamos a The Bongo Hop

The Bongo Hop regresa con La Pata Coja (2024), un álbum que condensa su espíritu nómada y su pasión por el mestizaje sonoro. Etienne Servet, periodista musical que encontró en la composición su otro lenguaje, construye un puente entre continentes a través de ritmos afrobeat, jazz, pop brasileño y funk tropical. Con un proceso de composición pausado y meditado, cada canción ha sido trabajada hasta alcanzar su punto exacto de maduración, convirtiéndose en uno de los pilares fundamentales del proyecto.

La Pata Coja se perfila como uno de los proyecto más sólido de The Bongo Hop hasta la fecha. A diferencia de sus trabajos anteriores, esta vez Servet apostó por la grabación en vivo junto a su banda en el estudio, capturando la inmediatez y la energía del directo. Para esta entrega, ha contado con colaboraciones de lujo como Nidia Góngora, Moonlight Benjamin, Lucas Santtana o Francy Bonilla, entre otros, sumando nuevas texturas a su universo sonoro.

Más que un disco, es una declaración de principios: explorar sin apropiarse, fusionar sin perder autenticidad. The Bongo Hop sigue desdibujando fronteras y construyendo un universo sonoro propio, donde la música es el vehículo para viajar sin pasaporte.

«El proyecto surgió mientras trabajaba como periodista musical para una revista francesa, viviendo en Cali como corresponsal”

Es todo un placer hablar contigo, Etienne. Lo primero, quiero agradecerte por hacernos viajar con tu música y darte la enhorabuena por tu nuevo trabajo, que es una auténtica maravilla. ¿Cómo te encuentras en estos momentos?

Muy chévere, salió en las plataformas en noviembre del año pasado y los adelantos, que empezaron a publicarse en julio, han funcionado bien. De momento, varias radios en Europa le han dado su espacio y sigue creciendo. Todo genial. Aquí en Francia, algunos grandes medios lo han destacado como disco de la semana. Estoy muy contento.

 

Tu nuevo álbum vuelve a enfatizar el concepto del ‘Atlántico Negro’, esa idea de la música como un viaje transcontinental, de ida y vuelta, donde diferentes sonidos y texturas atraviesan fronteras. ¿Qué nos puedes contar acerca de este trabajo? ¿Cuál dirías que es el leitmotiv del disco?

Este concepto lo he venido trabajando desde hace varios años, entre comillas. Crecí al lado del Atlántico, así que en cierto sentido es ‘mi charco’. Más aún, desde mi experiencia viviendo en Colombia y viajando por África. No soy el único en mostrar ese mestizaje; somos muchos los que reflejamos esos encuentros y mezclas a través de los siglos, algo que hoy disfrutamos en esta amalgama de estilos e idiomas. Quiero celebrar especialmente el aporte de las culturas africanas del oeste.

El leitmotiv de este disco sigue una línea similar a la de los trabajos anteriores, pero abriendo un poco el abanico hacia otros estilos, como el pop. Temas como el que hice con Lucas Santtana o el de  Laurène reflejan esa expansión de géneros. No quiero quedarme encasillado en lo que se conoce como ‘World Music’, nunca me ha parecido relevante, sobre todo porque mi música no se basa en la raíz tradicional.

Este disco ha nacido de un esfuerzo colectivo, gracias a las colaboraciones con una variedad de artistas. De hecho, los diez temas son fruto de colaboraciones con músicos tan destacados como la artista e investigadora Nidia Góngora, en ‘meMento’ y ‘La Pata Coja’, o el músico brasileño Lucas Santtana, en ‘Mágica Bonita’. ¿Cómo surgieron estas canciones y cómo se concretaron estas colaboraciones?»

Estas colaboraciones surgieron de manera muy natural, sin algo específico detrás. Llevo tiempo trabajando con Nidia Góngora, así que era algo normal que ella tuviera un lugar en este disco. Lo que quería era experimentar, llevar los conceptos musicales que venía desarrollando a otro nivel, pero con una nueva filosofía en términos de sonido y grabación.

En cuanto a Lucas, la historia es un poco diferente. Tenía esta canción con una rítmica de chirimía, a la que ya le había dado un toque de afrobeat, pero inicialmente estaba en tonalidad menor y no terminaba de funcionar. La cambié a mayor y, de repente, todo encajó, logrando el resultado luminoso que quería. Conocí a Lucas hace muchos años cuando era periodista y estaba en Brasil para hacer algunos reportajes. Lo entrevisté y desde entonces me hice muy fan de su música. Así que cuando surgió esta oportunidad, pensé en él de inmediato, le envié el tema al sello y, afortunadamente, Lucas aceptó participar.

Además de contar con nombres destacados de la escena musical, introduces a otros artistas que son todo un lujo y un verdadero descubrimiento, como el toque jazzístico de Laurène Pierre-Magnani o el bajista Jean Tchoumi. ¿Qué puedes contarnos sobre ellos y su aportación al álbum?»

Laurène es una vocalista con la que llevo trabajando desde mi segundo disco, y también estaba en mi banda durante las giras. Es una artista que tiene un mundo musical propio, muy personal y fascinante. Colabora en Francia con un grupo de neo soul y también toca el bajo en otro proyecto. La colaboración en este álbum surge, en parte, porque está muy ocupada con sus proyectos personales. Aunque esta etapa más intensiva haya terminado, siempre habrá oportunidad de colaborar en el futuro. Quería que ella formara parte de este disco para cerrar este ciclo.»

En cuanto a Jean, es el bajista de mi banda y llevo años trabajando con él en las giras. Tiene una voz increíble, y justo estaba buscando un estilo vocal similar. Después de hablar con él, pensé que podría ser él quien lo cantara, y cuando le propuse la idea, aceptó. Así comenzamos a preparar la canción, tanto en términos vocales como instrumentales. La canción tiene un toque muy bonito, y es una manera de cerrar el disco mientras abro un nuevo mundo sonoro, al menos en este aspecto vocal.

 

He leído que el título del disco surgió a partir de un accidente que tuviste en Dominica. ¿Qué ocurrió y cómo te afectó a nivel anímico y personal?

Me afectó mucho; tenía dificultades para andar y no sabía cómo iba a recuperarme. Además, me gusta mucho caminar y era algo horrible pensar en tener este tipo de limitaciones. Por suerte, me recuperé bien. Es interesante cómo esa idea de «pata coja» surgió cuando tenía ese problema.

Cuando Nidia tenía que grabar, no sabía sobre qué iba a hablar la canción. Comenzó a abandonarla porque su madre había fallecido y no tenía ánimo. Le comenté sobre el nombre del disco y la idea detrás de la canción: después de momentos difíciles, quedan heridas, pero hay que intentar avanzar. Nidia valoró mucho el paralelismo, y así surgió la canción.

Dado lo que viviste, este nuevo disco tiene un aire vitalista; es un álbum que invita a levantarse de la silla, a bailar y a disfrutar. Parece que hay un esfuerzo por transmitir alegría y energía, con una fusión de géneros que se retroalimentan, pero siempre bajo un fondo de funk tropical que cohesiona el conjunto. 

De hecho, incluso en la carátula se puede ver el plátano. Es como el destino jugando contigo, y tiene casi una dimensión humorística. Es tomar lo que te sucede, transformarlo en algo nuevo y, en el proceso, disfrutarlo y compartirlo.

Como te decía, para mí estos elementos de funk tropical son muy importantes. En este caso, la canción podría interpretarse como un tema de soul colombiano, y me gusta mucho que se perciba de esa manera. No sé si el funk es lo único que cohesiona todo el conjunto, pero sí es uno de los elementos más reconocibles..

El proceso de creación del álbum ha sido largo, ya que muchas de las canciones comenzaron a gestarse durante la pandemia. ¿Cómo ha sido este proceso de composición? 

Comencé durante la pandemia y, después, dejé de lado las composiciones para centrarme en el EP ‘La Ñapa (2024)’. El proceso empezó en ese contexto, pero mi idea era terminarlo en otro. Quería que nos reuniéramos en el estudio y superáramos esas barreras. El disco, por supuesto, está marcado por esa sensación de estar solo y mirar por la ventana. Muchas veces refleja esa mezcla de nostalgia y esperanza, una combinación rara, pero que existe entre estos dos pensamientos contradictorios. En cierto modo, este disco sintetiza esa dualidad.

En tus trabajos anteriores contaste con la producción de Patchworks, pero en La Pata Coja te has encargado tú mismo de la producción. ¿Cómo fue asumir este rol?

Fue un desafío personal que quise asumir, un intento de profundizar en mis composiciones y de ir directamente al grano, expresando lo que realmente quería transmitir. Obviamente, cuando entras en una sesión de estudio, todo debe estar bastante definido; tienes que ser exigente y evitar modificaciones ‘peligrosas’. Lo importante es presentar una propuesta que sea directa, algo sencillo, pero que no pierda calidad ni profundidad.

Ese fue principalmente el desafío: no depender de alguien más para ayudarte con todo, sino asumir que lo que compones es lo que finalmente queda. Por supuesto, conté con algunos aportes externos, como el de Félix, el tecladista, quien revisaba ocasionalmente lo que hacía para asegurarse de que fuera coherente, o el bajista, ya que no soy guitarrista y había partes de guitarra que quería incluir, en las que él me ayudó mucho. Esos fueron los principales apoyos externos. El resto del proceso fue más solitario, pero increíblemente enriquecedor.»

Me gustaría preguntarte sobre tu etapa anterior como periodista musical, durante la cual viajaste y descubriste sonidos de diversas regiones y culturas. ¿Cómo viviste esos años de exploración? ¿En qué momento decidiste dar el paso y empezar a crear tu propia música? ¿Cómo surgió el proyecto de The Bongo Hop?»

El proyecto surgió mientras trabajaba como periodista musical para una revista francesa, viviendo en Cali como corresponsal. Además de escribir, organizaba mis propios eventos como promotor y DJ. Esa experiencia, combinando el periodismo, la promoción y el DJing, despertó en mí las ganas de crear música. Fue especialmente durante mi tiempo en Colombia cuando sentí la necesidad de dar el paso hacia la creación. Varias personas me alentaron a intentarlo, y el proceso fue sorprendentemente rápido.

Aprendí a tocar la trompeta en poco tiempo, y las ideas comenzaron a surgir con gran facilidad. Empecé con sampling de baterías, añadiendo plugins de bajo, y poco a poco todo comenzó a tomar forma de manera orgánica. Pasé de ser periodista musical a músico porque, en un momento, me di cuenta de que quería dar ese paso. Es difícil de explicar, pero a veces ocurre ese ‘click’ en tu cabeza que te impulsa a coger un instrumento y tocarlo todos los días, hasta que algo empieza a cobrar vida.

 

Hace poco publiqué Atlas de Sonidos Remotos, una investigación sobre músicas de lugares recónditos del mundo y cómo estas forman parte de la historia y el contexto sociopolítico, además de ser un ejercicio de intercambio musical. Hay un capítulo dedicado exclusivamente a la música de Santo Tomé y Príncipe, donde hablo de grupos como África Negra y su influencia en la champeta colombiana. Te menciono esto por la relevancia de las regiones afrocaribeñas de Colombia en tu percepción musical. ¿Qué destacarías del ambiente musical de Colombia?

Estando en la costa, es imposible escapar de la champeta. De hecho, trabajé en una compilación junto con Lucas Silva sobre el pionero de este género, Abelardo Carbonó, y también en una serie documental basada en su figura que está disponible en YouTube. Conozco bien la champeta, me encanta, y reconozco que es una influencia importante. Sin embargo, para mí es más un momento que un movimiento musical.

La champeta se origina como una experiencia de alto consumo musical influenciada por la música del oeste de África. Abelardo creó su propia música como un collage, uniendo diferentes sonidos y estilos. Pero más que ser un movimiento centrado en la creación de una estética musical definida, diría que la champeta es una cultura de ‘sound systems’. Es un fenómeno cultural que trasciende la música en sí misma.»

Personalmente, encuentro más inspiración en la música que se escucha en los picós: sonidos provenientes de países como Congo, Angola, Santo Tomé, Camerún o Benín. Estas influencias también me llegan y me sitúan en una posición similar a la champeta: recibiendo y reinterpretando esta información.

Abelardo Carbonó ha sido una influencia mayor para mí porque supo unir géneros diversos sin imponerse límites, dotando siempre a su obra de un toque personal único. Me identifico mucho con esa capacidad de mezclar sin prejuicios.

En Francia siempre ha habido un gran respeto por las músicas del mundo, con artistas de todos los rincones, periodistas que exploran más allá de lo occidental, sellos discográficos que apuestan por sonidos inesperados y recopiladores como DJ Tom B, a quien admiro profundamente. ¿A qué crees que se debe esta visión tan amplia y diversa de la música en Francia?

Mencionaría, sobre todo, al musicólogo Beltrán Dicalé, quien ha escrito varios libros de gran relevancia para el análisis y comprensión de las músicas del Caribe y del Atlántico Negro. En particular, destaca su obra «Ni negras ni blancas: Historia de las músicas criollas», que resulta imprescindible para entender estas expresiones culturales. Este tipo de especialistas (como Beltrán) junto con periodistas, programadores y otros actores, son fundamentales para fomentar un mayor entendimiento y difusión de estas músicas.

En cuanto al contexto actual, creo firmemente que existe tanto un público interesado en estas músicas como una oferta que responde a esa demanda. En Francia, contamos con un sistema público que facilita que quienes desean dedicarse a la música puedan hacerlo. La Intermittence desempeña un papel crucial en este sentido, ya que, a nivel institucional, otorga una gran importancia a la creación artística. Esto permite que los músicos puedan desarrollarse, vivir de su arte y tener una vida digna.

Por otro lado, también está el tema de la oferta cultural, que refleja la riqueza y la diversidad de la cultura francesa. Francia ha sido, durante siglos, un punto de conexión entre el Mediterráneo y el Atlántico, entre el norte y el sur. Esto ha dado lugar a una mezcla cultural única dentro de un mismo espacio nacional. Además, el hecho de que Francia sea una nación centralista, a diferencia de países como Reino Unido o España, que tienen estructuras más federales, genera un mercado único. Este mercado nacional, respaldado por medios de comunicación de alcance masivo, asegura una masa crítica importante para que las propuestas artísticas lleguen a un público amplio. En países con estructuras más locales o federales, las dinámicas suelen estar más fragmentadas y las prioridades son más regionales.

Otro factor relevante es la influencia de las diásporas africanas negras, cuya presencia en Francia ha sido profunda y duradera. La llegada constante de músicos de África en busca de oportunidades enriquece nuestra escena musical. Estas colaboraciones y cruces culturales han dado lugar a nuevas creaciones, algo que, por ejemplo, antes era menos común en España o Italia  pero que ahora se está empezando a dar con mayor frecuencia.

Desde el principio, hay que hablar de la demanda. Existe un público para estas músicas, un público interesado en ellas, incluso frente a la presión de la cultura anglosajona, que a menudo busca uniformar y borrar las singularidades culturales del mundo. En Francia, sin embargo, hay un interés marcado por la variedad, por propuestas diferentes a las que ofrecen los medios masivos. Un ejemplo personal: en mi juventud, era habitual escuchar Raï, como la música de Cheb Khaled, que llegó a liderar las listas de ventas. Este interés refleja un deseo de explorar nuevos sabores y colores culturales, de probar cosas distintas.

Nuestra historia también tiene un peso significativo. Francia mantiene una relación histórica con África del Norte y el Sahel, marcada por un pasado reciente complicado, incluido el oscuro periodo colonial. Sin embargo, también hubo música, hubo intercambios culturales, y, en muchos casos, una voluntad por parte de la población de interactuar y enriquecerse mutuamente. Este fenómeno no es exclusivo de Francia, pero aquí se manifiesta de manera particular, con un doble movimiento: aunque es cierto que actualmente vemos un cierto cierre en algunos sectores de la sociedad, también hay una apertura que sigue vigente.

Escucha ‘La Pata Coja’ de The Bongo Hop

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