Feist – Metals (Interscope / Cherrytree Records)
En su momento manifestaba mi opinión al respecto del último disco de Kasabian y, recuerdo, aseguraba que por fin habían conseguido lo que parecían buscar con ahínco (pegársela). Bien, tengo la misma sensación escuchando el último de Feist. La canadiense, al final, ha logrado lo que quería. Y lo que yo esperaba: un buen disco de principio a fin, sin fisuras ni temas que se fagocitan unos a otros. Algo lejos de los fuegos artificiales.
Feist lo ha conseguido a la cuarta, con Metals. Que tiene una voz única, que desarma con una mezcla de sensualidad y fragilidad, es de dominio público; y, a lo largo de estos años, también ha dejado pistas de un talento notable para hacer buenas canciones (“Mushaboom”, “One evening”, “My moon my man”, “I feel it all”). Sin embargo, quizá le faltaba saber conjugar ambas cualidades de forma equilibrada para conseguir un disco sobresaliente.
Lo consigue en Metals, con una colección de temas maravillosos. De hecho, es tan así, que se puede permitir empezar con cinco canciones que superan en enormidad a su antecesora, sin apenas perder fuelle durante las siete restantes. La primera, “The bad in each other”, empieza con tres aspectos que resultan claves al final del disco: la percusión, honda y humana; la guitarra, sucia y brillante, que se te agarra a las costillas con frenesí; y el juego de las voces secundarias, certero. Todo listo para que Feist te desarme con un susurro al primer estribillo.
Mismas coordenadas para el éxito de “Graveyard”, una de las canciones más emocionantes del año con la voz de Feist amagando su propio derribo. El piano aparece con “Caught a long wind”, donde luce voz muy bien arropada instrumentalmente con cuerdas y vientos, para dar paso a la canción más luminosa del disco: “How come you never go there”. El single es single por algo. “A commotion” no será single (o sí), pero es una de las mejores canciones del disco: testosterona (ojo a los coros de vestuario de equipo de rugby) al servicio de una instrumentación prodigiosa y sorprendente.
A partir de ahí el nivel parece estabilizarse, lo que no significa que el disco pierda una pizca de interés. Las pulsaciones se bajan con “The circle married the line” (un cuento de hadas narrado por los Bee Gees), “Bittersweet melodies”, la acústica “Cicadas & Gulls” y el soul de cuerdas de “Anti-pioneer”, con una guitarra intermitente que parece salida de la Paris Texas de Ry Cooder. En “The undiscovered first” y “Comfort me” vuelven las voces y la percusión (soberbios ambos en los crescendos); es divertido ver a Feist jugar con el blues, o bueno: su blues.
La elegante “Get it wrong, get it right” rubrica un disco sobresaliente, con la mejor versión de Feist brillando tanto por el nivel de interpretación y composición como por el manto instrumental que Mocky y Gonzales ponen a su disposición.
Metals es sin duda de esos discos que uno no debería dejar pasar. De lo mejor del año.