Gang Starr – Sala Apolo (Barcelona)
Un sensacional concierto impresionó los cimientos de la sala Apolo de Barcelona. Un derroche imaginativo congeló el tiempo durante dos horas y medias de hip hop auténtico, hiperrealista e hipersensitivo. Dos osos de azúcar (“sweat bears”, rezaba uno de los tatuajes), tan duros contra los malévolos, como dulces con el resto de la humanidad, hicieron de las suyas. Nos referimos a Guru y DJ Premier, apodados Gang Starr, uno de los pocos grupos de la historia de la música que jamás han entregado una mala canción ni un mal disco. Desde 1989, toda su obra es pura cima.
Conocíamos, sobradamente ya, sus capacidades interpretativas a través de sus discos. Pero temíamos un bajón en directo. Los clichés del hip hop anegan a muchos artistas. El mal sonido suele hacer el resto. Pero nada más empezar, y después de haber tensionado el cargado ambiente con un retraso de casi una hora, se intuía que lo que Premier (Primo) soltó con su micrófono y sus platos iba a cumplirse. Dijo el DJ: “¿¡Queréis experimentar el año 1993!? ¿Lo queréis de verdad? Empezaban así a sonar las baterías de jazz lo-fi de Daily Operation. Nada de sampleos evidentes, nada de coolismo barato del tres al cuarto. Sonido crudo, que desde la primera nota iba directa al corazón, lista para brincar de pasión musical. El espíritu hip hop de principios de los 90, cuando el poder musical, discursivo y popular en EE.UU lo tenía la escena independiente.
Son Gang Starr una leyenda, como se ha apuntado en muchas ocasiones. Pero lo bueno es que esa leyenda no la cimientan en la autocomplacencia, ni en la autoafirmación, ni en el estrellato altivo. Son ya dos hombres de 40 años, que sin embargo, jamás han presumido en público de “numerounismo”. El dorso de la samarreta de Premier ponía: “One of the bests yet”. Uno de los mejores todavía. El resumen modesto de un trabajador del sonido (de la música) que deja que los otros aprecien su trabajo. Premier es musicalmente tan abierto, que no necesita chulear. Simplemente deja que otros reconozcan que, todavía y nos tememos que por mucho tiempo, nadie experimentará como él lo ha hecho. Vale la pena detenerse en la labor de este tipo. Su sonido, imaginativo a más no poder, basa su poder en unos sonidos que el hip hop ha trivializado a causa de un saqueo aburrido y monótono: Soul, jazz y funk. Lejos de lo manido, el trabajo de scratch, la labor arqueológica y el afán experimentador y colisionador han llevado a Primo a un escenario musical completamente único. Hay que verlo en directo, “tocando” la trompeta con un plato. Hay que sentir la producción de las baterías que crea, que son todo un homenaje a la vibración interior de los sentidos (si Nueva York fuera música sonaría a DJ Premier). Construye, junta loops, samplea y fusiona micronotas melódicas. En otra galaxia (todavía, según él; siempre, según los que sabemos que en electrónica no hay edad para sonar siempre diferente y fresco).
Repasaron viejos éxitos: “Ex Girl To Next Girl”, “Mass Appeal”, “Step In The Arena”, el gloriosos homenaje a las Pointer Sisters de “Check The Technique” , punteado con temas que iban directos al tórax –de puro intensos- como Royalty o Above The Clouds… El público más joven, que está engrosando las filas del hip hop en estos momentos, no entendía qué diantre era aquello. Pero ya va bien que empiecen a entender que el hip hop no es la MTV, ni el materialismo, ni la competición por el dinero, ni la pose, ni la ropa (que roza lo esperpéntico en el caso del mundo del rap). Ni siquiera eso que suelen llamar “ritmos gordos”. El hip hop es mucho más que eso. Es una música bonita, artística, que conecta con la tradición, para abrazar la modernidad. Potente y sugestiva a la vez. Cuyos mejores artistas saben vaciar sus sentimientos y verdades en público. Y encima con capacidad para crear imágenes sociales, auténticas películas de realidad. El hip hop son ya 25 años de historia.
La especialidad de Guru, apoyado la otra noche por Big Shug, uno de los fundadores del colectivo Gang Starr Foudation, estriba en explicar todas estas cosas. Su voz, un equilibrio entre la vocalización perfecta, el sosiego y la potencia concreta, grita más alto que muchos de los que pretenden. Con su suficiencia escénica y temática, hace daño a la industria, al ombliguismo, al poco respeto que mucha gente, que define su música como hip hop, tiene por esta cultura musical, su evolución y su variedad.
En un espectáculo terrible e increíble, Gang Starr hicieron, pues, un concierto redondo, físico, en contacto con la gente que, a pie de escenario jaleaba vítores a los héroes. Repletos de buen humor y entrega, volvieron a escena hasta tres veces. Guru, un hombre en muy buena forma física, no parecía cansarse. La gente quería más, a sabiendas de que lo que Gang Starr estaban ofreciendo, en riguroso directo, es lo bueno, y no lo que la industria les pretende vender. El cierre constituyó un brutal arrebato de pasión gospel, con Big Shug despidiendo el acontecimiento como si de un verdadero final se tratara. Sonaba una base llorona y dramática de Premier, y el cantar místico se fundía con la excitación de un público que acababa de tener una revelación musical. Y el todo se mezclaba con una pronta nostalgia por el concierto vivido. Con la satisfacción del trabajo bien hecho, Gang Starr hicieron uno de entre esos 50 conciertos que salen redondos. Considerándolo científicamente, con los datos que nos indican la rareza del evento (desde 1994 no tocaban en España) y su posible no repetición, este ha sido el mejor concierto del año. Desde 1979, año de sus inicios, nunca hubo mejor concierto de hip hop en este país. Y casi nadie, a excepción de Gang Starr y no muchos más, puede ofrecer mejor conexión con entre público, música y actitud independiente. Que me perdonen los fans de otros palos, pero esto es así. Es importante apuntar que, en directo, el hip hop debe sonar fuerte y con todos los matices. Como en el concierto de Gang Starr, en el que la labor del técnico de sonido fue encomiable.