Entrevistas

Gareth Liddiard (The Drones)

El rock es como la política, está lleno de cabrones cuyas motivaciones no son las que proclaman públicamente

Siempre he querido entrevistar a Gareth Liddiard. Bueno, siempre: más bien siempre desde 2005. Aquel año salió Wait Long by the River and the Bodies of your Enemies will Float by y yo descubrí a este australiano con esa extraña forma de contar y cantar las cosas. Con maneras de genio loco y un disco que se aloja directamente en las entrañas, el mito de Liddiard se empezó a forjar. Seis años, varios discos y algún concierto de The Drones después, por fin consigo hablar con él. Y el mito continúa.

“Vivo en el campo. En el monte. Nadie sabe quién soy. Creen que soy ese maricón que vive fuera del pueblo, cerca del río, con sus colegas hippies”, me contesta Gareth cuando le pregunto cómo se siente siendo, como dicen en ATP, el compositor australiano más importante de la actualidad. “Hace poco un hombre me preguntó qué hacía para ganarme la vida, le dije: «soy músico». Él contestó: «no significa nada para mí», y se fue. La gente de la ciudad sí sabe quién soy, pero casi nunca estoy en la ciudad, por lo que ser el “compositor contemporáneo más importante de Australia” realmente no ha cambiado mi vida”, termina.

Más de una década siendo la peculiar voz de The Drones, y cuando la banda ya empieza a ganarse el reconocimiento más allá de Australia, Gareth publica su primer disco en solitario, Strange Tourist. “Escribí las canciones seis semanas antes de grabar el disco. No hice nada diferente a lo que suelo hacer”, cuenta, “todas las canciones de Drones las compongo con una guitarra acústica. Existen “en solitario” antes de que la banda las toque”. Así que, básicamente, son canciones de The Drones arregladas para una voz y una guitarra. “Si lo hubiera hecho con el cartel de The Drones y luego hubiera hecho una gira en solitario la gente se habría sentido estafada”.

El disco fue grabado en una mansión porque el equipo de grabación estaba allí y su ingeniero de sonido (Burke Reid) no quiso trasladarlo todo a la casa de Gareth. Poca historia. Sin embargo, “ir a grabar a sitios en lugar de ir a estudios de grabación aburridos y viejos es más divertido, y el sonido es menos genérico”, asegura el australiano. “El 50% de los grandes discos en los años 70 los hicieron los Rolling Stones grabando en granjas y mansiones”, apostilla.

Strange Tourist es él mismo, dice. Y se acuerda de Jeff Tweedy y Dylan para dejar claro que The Drones es el “vehículo” para las canciones de Gareth Liddiard. “Ya sabes, no es que Bob Dylan escriba los acordes, las palabras y la batería”, aclara. The Drones funciona como un reloj: “yo escribo las canciones solo y cuando me reúno con la banda ya tengo una idea clara de lo que quiero que hagan. Si no pasa eso, entonces espero que inventen algo que valga la pena. Y ellos esperan de mí que tenga algo digno que cantar y tocar”. “La mayoría de los buenos músicos entienden que más de un sheriff en el pueblo lo haría todo mucho más difícil”, concluye. Pero, al final, en solitario tampoco es que sea más sencillo (“con banda tiendes a simplificar las partes conforme añades más instrumentos”), y la presión es alta si tu guitarrista favorito es Sabicas. “Lo que me falta en habilidad con la guitarra trato de compensarlo con las letras”, apunta el australiano.

Aunque asegura mentir constantemente para que la gente le deje en paz, en Strange Tourist suena más honesto que nunca. “Lo único verdaderamente honesto que se puede hacer hoy en día es hacer estallar algo. Podrías decir que Hiroshima o el 11-S son estimulantes actos de honestidad, pero ofenderías a alguien si lo hicieras por lo que mientes y dices: ¿no es esta forma de arte algo honesto?”, explica tranquilamente. “Esto de mentir es para evitar los problemas, más que buenas o malas intenciones. La honestidad está sobrevalorada”, termina. Según Liddiard es algo de lo que la música siempre ha adolecido. Ni los 60 “fue todo Stooges y Hendrix” ni los 40 “Sinatra y Charlie Parker”: “se ahogaban en basura hipócrita”, dice. Tampoco se libra el rock, al que una vez llamó retrasado mental: “es como la política, está lleno de cabrones cuyas motivaciones no son las que proclaman públicamente. El 99,99999% no tiene integridad como una forma de arte”, asegura.

“Ya nadie canta sobre nada” , me contesta cuando le pregunto sobre “The radicalisation of D”, una canción de más de 15 minutos sobre un australiano en Guantánamo: “están más interesados en mantener un público y unos ingresos”. “La canción habla de cómo los Estados determinan el curso de una vida mientras la hacen descarrilar. Se trata de por qué las personas se vuelven contra los Estados”, . Y es entonces cuando aparece Steve Earl. “Diez años de terrorismo y la única persona -excepto yo mismo- que puedo recordar mencionándolo en una canción es Steve Earle. Creo que es muy extraño”, reconoce.

EE.UU., el capitalismo y Murdoch

No es extraño que la entrevista derive a cuestiones extramusicales. Sus canciones están llenas de referencias y críticas a la situación general del planeta y sus habitantes. Liddiard es un tipo muy interesado en la política ( “es extraño cómo algo tan irritante puede ser tan irresistible”), así que siempre es interesante desviarse del tema principal. Le pregunto por su opinión acerca de la participación del ejército australiano en Irak y Afganistán, y él se refiere a Estados Unidos directamente. “Creo que los americanos necesitan leer unos cuantos libros más sobre el imperialismo británico y español”, empieza. “Tienen un conocimiento limitado sobre el imperialismo. O no saben cómo hacerlo bien o entran por error en el trabajo que hicieron británicos o españoles, juguetean y se hunden en el caos. Los últimos diez años han sido un gran desperdicio de todo lo que puedas imaginar” , afirma.

Aquí, Liddiard sería tildado de antisistema en cuanto lograran descifrar su acentuado inglés de las antípodas. “La vida es un negocio sucio. El Oeste (por Occidente) se olvida de eso. Nuestra perspectiva está deformada por nuestro retiro de comodidad y facilidades”. Cuando sale a colación el capitalismo y la globalización, el australiano vuelve a acordarse de la gran potencia mundial: “Estados Unidos tuvo un gran siglo XX, pero al final del XXI no será nada”. “Lo único que sé es que lo que ves es lo que hay, la utopía es una gilipollez. A veces, en algunos sitios, las cosas están bien; como en Occidente, donde las mujeres tienen más libertad de la que han tenido nunca (pero, como son más pequeñas que los hombres, no creo que ésto dure mucho)”, cuenta. Todo esto venía a cuento de la letra de “Oh my” (Havilah, 2008) y una referencia respecto a la hambruna de Somalia: “Somalia apesta ahora, pero algún día será grande”.

Como en España, Liddiard explica que en Australia hay “pequeños grupos que se alzan por sí mismos” y reaccionan contra el sistema y la situación actual. “Pero Rupert Murdoch y BHP y esos gilipollas nos hacen creer que en este país los ricos son víctimas de los pobres. Los pobres apoyan a los ricos mientras éstos se cagan en ellos”, asegura. El retrato de la sociedad australiana que hace Liddiard es muy familiar: “creemos que nos sobrepasarán unos refugiados que además son terroristas, y que el calentamiento global es una gilipollez”. Y, además, recuerda que, mientras los australianos están ocupados en creer “cosas absurdas”, se olvidan de que hay “muchas zonas en la mitad superior de Australia que son como el Tercer Mundo”.

En su brazo izquierdo lleva el tatuaje de Einsturzende Neubauten, no quiere elegir entre Scott Walker y Bob Dylan y, aunque le encanta Nina Simone, “Don´t let me be misunderstood” le gusta más con The Animals ( “debieron de ser como Slayer en su día”). Al fin y al cabo, aunque no lo parezca, puede que sea cierto y que Gareth Liddiard sólo sea “un tipo al que le gusta hacer música”. Eso sí, a la hora de elegir sus cinco principales para su funeral vuelve a reclamar su condición de genio loco deslizando una canción de Bronski Beat entre música clásica y puro y duro noise. Mito.

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