Guns N’ Roses (Vicente Calderón) Madrid 04/06/17
Llegó el gran día. Ese día que hace un año parecía improbable y que gracias fundamentalmente al poderoso caballero de Quevedo se ha hecho realidad, para alegría de todos aquellos fans que creían que lo más cerca que estarían de ver a los Guns N’ Roses –a Axl y Slash en un mismo escenario- sería en sus insuperables directos de Tokyo y Wembley colgados en Youtube.
El incentivo de la nostalgia es inversamente proporcional al aumento de las expectativas, y ninguno de los 55.000 espectadores que abarrotan el moribundo Vicente Calderón se ha enfundado sus mejores galas coriáceas y las pistolas envueltas en rosas estampadas en sus camisetas con el objetivo de comparar a los rebeldes rockeros de hace un cuarto de siglo con los de ahora, y que lo único que anhelan es boicotear esa utopía en la que han vivido desde 1994. `Usa tu ilusión´ titularon a su grandilocuente doble álbum y Madrid, por dos causas muy distintas, hoy es una ciudad extática.
Tras las actuaciones de Tyler Bryant y Mark Lanegan –cuyo estilo introspectivo se pierde en un recinto tan grande- ante un sol decadente, comienzan los protagonistas su recital diez minutos antes de lo previsto, cerciorando que poco queda de ese grupo caracterizado por empezar horas tarde sus conciertos, para respiro de muchos que pudieran temer que Axl quisiera volver a “Aquellos maravillosos años”.
Al son de “It´s So Easy” y “Mr Brownstone” los entusiasmados espectadores empiezan a despertar del largo letargo y a observar que cada integrante tiene una función concreta de la que parece poco probable que se desvíen: Duff Mckagan es el perfecto secundario; Slash sería capaz de poner la piel de gallina tocando un villancico y Axl mantiene con dignidad su voz, aunque su deteriorado físico agradece no ser exhibido en calzoncillos y las polémicas camisetas de Charles Manson y Jesucristo han sido sustituidas por las inocuas de gatitos y motocicletas. Todo esto sin dirigirse una mirada.
Tras “Live and Let Die”, previo paso por “Estranged”, “Double Talkin´ Love” y “Welcome To The Jungle”, verdadero himno de la banda correspondida por los asistentes como se merece, se disipa toda la adrenalina antes contenida. El aterido público apenas empatiza con temas míticos como “Rocket Queen”, “Civil War” o “You Could Be Mine”, canta con melancolía las versiones de “Black Hole Sun”, “Wish You Were Here”-interpretada solo con las guitarras de Slash y Richard Fortus – o “Attitude” –merecido protagonismo para Duff Mckagan– y se abstiene con “Chinese Democracy” y “This I Love”, composiciones del único álbum que Guns N’ Roses sacó con el vocalista como único miembro original y que convirtió en su momento a un ansiado retorno en una traición a los fans.
A pesar de utilizar la música como única vía de comunicación, la actitud de Axl y, sobre todo, los riffs agresivos de un Slash aparentemente impasible embaucan al cada vez más impaciente público que en el interludio desea que suene alguno de los hits del grupo. Y es tras la popular versión de “Speak Softly Love”, melodía principal de El Padrino compuesta por Nino Rota, cuando el hechizo sonoro de la Gibson comienza a entonar el riff que todos esperan. “Sweet Child of Mine” reanima desde su primera nota y provoca que muchos de los allí presentes den ya por bueno un concierto más efectivo a corto plazo que memorable. Con el himno concluido, más de uno mira el reloj dando por zanjada la velada, desconocedores de que aún falta –al menos técnicamente- la mejor parte.
Las canciones lentas son lo más destacado de una noche de recuerdos reencontrados. “November Rain” se alza como la gran balada que es, aunque como todo tema romántico se devalúa si es ejecutada sin pasión, sentimiento al que se acercan con “Knockin´On Heaven´s Door”. Pasadas las dos horas y media, la alternancia de temas ruidosos como “Nightrain” o el “The Seeker” de The Who con lentos como “Don´t Cry” o “Patience”, la mejor canción de la noche, dejan paso a –en mi opinión- una de las mejores formas de cerrar cualquier concierto, aunque “Paradise City” es recibida con alivio más que con interés, para cerrar una velada que para muchos será memorable, más por el continente que por el contenido.
no esperaba NADA de ellos, fui invitada al concierto. Y salí emocionada. fue muy grande
La pena fue el sonido que era bastente malo