Primavera Sound 2017: sorpresas, colores y lecciones de espectáculo

Convertido ya en un circo mastodóntico capaz de agotar abonos con meses de antelación, un año más el Primavera Sound dejó a su paso una colección bizarra de momentos e instantáneas para el recuerdo. Mac DeMarco en calzoncillos sobre un amplificador mientras su batería tocaba completamente desnudo; un escenario brotando como una seta para acoger por sorpresa a Arcade Fire; Run The Jewels improvisando un baile ante un corte de corriente que les dejó en silencio; la gran Grace Jones dando una lección de espectáculo; o, sí, el tráiler infame de Los Vigilantes de la Playa (!) a todas horas en los escenarios.

Dice la organización que en 2017 ha habido un cambio generacional en el público. Se ha notado. Y un aumento del público extranjero. Y una ampliación matadora del recinto. Y una bajada en la calidad del cartel. Cada vez más el Primavera Sound va convergiendo hacia esos festivales que son parques temáticos en los que música y jarana se dan cita, siendo una coartada de la otra, sin importar demasiado qué, dónde, cómo ni cuándo.

Por suerte, antes de que la idea romántica del Primavera entre en barrena, encontramos todavía un par de propuestas para aplaudir, además de un Bon Iver que se marcó un concierto precioso para fans-muy-fans-que-aguanten-la-parte-central-lentísima del set; una actuación bien bonita de pop clásico a cargo de Whitney, a la que se unió Mac Demarco (aún vestido) para un tema; o una inspirada y potente revisión de la nueva psicodelia a cargo de los tejanos The Black Angels.

El Primavera inesperado

Lo del Unexpected Primavera ha sido una gran idea. Las actuaciones sorpresa han venido de maravilla para paliar la posible apatía de descubrir el cartel con tantos meses de antelación. Y con el plus de que algunos de los artistas invitados presentaban sus nuevos discos aún sin estrenar, consiguieron tener al público atado a sus móviles buscando pistas del siguiente concierto sorpresa.

Arcade Fire adelantaron en exclusiva, en un escenario reducido y con un público limitado a las cientos de personas que pasaban por ahí en ese momento, el single «Everything Now» que dará nombre a su próximo nuevo disco. Para regocijo de los afortunados espectadores, prepararon un set de grandes éxitos, aunque aprovecharon para colar «Creature Comfort», otro tema que estará en su nuevo disco.

Todo lo contrario que hicieron Mogwai el viernes, que se subieron al escenario para estrenar nuevas canciones. Mogwai limitaron su set a temas del que será su nuevo álbum, Every country’s sun (previsto para septiembre), con el potente y abrasador sonido marca de la casa.

Haim, por su parte, congregaron el sábado a una multitud gigantesca en el escenario Rayban para estrenar Something To Tell You, su próximo nuevo disco. A las hermanas Haim les bastaron cuarenta y cinco minutos escasos para tocar un puñado de temas de sus trabajos anteriores y dar a catar el nuevo: presentaron «Want you back» y «Right now», ya conocidos, y estrenaron «Hard time», que sigue en la senda del pop, aquí jugando con el funk.

El triunfo de la música negra

Ante la monocromía sonora del rock blanco anglosajón de guitarras, la música negra se ha presentado en esta edición como una bofetada en los morros, convirtiéndose sin discusión en la triunfadora. Por recursos, por propuestas, por inspiración y por espectáculo, la música negra en varios de los géneros representados en los distintos escenarios del festival, ha ganado la partida de la originalidad y el estilo.

El jueves, primero Miguel y luego Solange subían al escenario sus respectivas propuestas de R’n’B: más encorsetado y lineal el primero, y más preciosista y original la segunda. A pesar de que la crítica le ha situado al nivel de Frank Ocean (¡aaay!), lo de Miguel es más tosco y predecible. Aún así, su espectáculo fue una mezcla equilibrada y fresca de soul y rock, en un concierto luminoso y accesible con un pie en el indie y otro en el mainstream. Solange, por su parte, tiene una propuesta mucho más sofisticada, y así la trasladó al directo. Presentó su último trabajo, A Seat at the Table, con la misma elegancia que en disco pero con un exquisito sentido del espectáculo de coreografías minimalistas, ciertamente alejadas del guitarreo impetuoso al que nos tiene acostumbrados el festival.

El viernes fue el turno de que Sampha hiciera magia en el crepúsculo. El inglés, poco conocido todavía en nuestro país, abarrotó el anfiteatro del Fórum de británicos para presentar Process, el disco con el que debutaba el pasado mes de febrero tras haber colaborado con Solange y Frank Ocean o remezclado a The xx. Lo hizo desnudando de capas unos temas soul que entregó en un formato más visceral y rítmico, manteniendo los matices de su voz en unos temas llenos de intensidad, como «Plastic 100°C» o la preciosa «(No One Knows Me) Like The Piano», y de vitalidad, como «Kora Sings».

El sábado, arrancaba la noche con el hip hop de regusto clásico de Joey Purp. Tras formar parte del dúo Leather Corduroys, el de Chicago se ha lanzado en solitario y en el Primavera Sound estuvo presentando su mixtape más reciente, iiiDrops (2016). El americano sorprendió a los pocos congregados en uno de los escenarios pequeños con un set divertido y trepidante en el que las rimas volaban sobre unas bases sencillas pero efectivas.

La siguiente parada obligatoria: la mítica Grace Jones. Inclasificable y portentosa, Jones dio una lección de cómo se construye un espectáculo con un puñado de temas que, en realidad, no le importan a nadie. A sus casi 70 años, la jamaicana sigue en un estado de forma envidiable y su show fue llamativo, físico, humorístico, grotesco y sugerente. Una extensión de su propia persona. Hubieron temas, es cierto, «Private Life» o «Slave to the Rhythm» (interpretado mientras hacía girar un hulahop). Pero también es cierto que la majestuosidad del concierto nada tuvo que ver con el repertorio.

Y por si hiciera falta mejor broche al festival, Skepta, desde la otra punta del espectro estilísitco (o quizá no tanto), desató al público más joven demostrando que ahora mismo es el rey del grime serio. Un año después de haber presentado su último disco Konnichiwa en el Sónar, el de Londres volvía a Barcelona para entregar un concierto menos anárquico pero igualmente vigoroso en el que la multitud reunida se zambulló en la versión moderna de una rave, coreando a ritmo de «it ain’t safe for the block, not even for the cops«.

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