Holy Bouncer – Hippie Girl Lover (Maik Maier)
Se trata de una apreciación totalmente subjetiva, comparable a lo de si Pablo Iglesias se parece en realidad a Aphex Twin o no, pero hacía tiempo que no se veían títulos tan feos como el de éste Hippie Girl Lover. Si lo pusieran en unos calcetines del H&M nadie se escandalizaría; ya tienen hasta pijamas de Slayer, por lo que no queda otra que ponérselos y esperar sentados el segundo advenimiento de Jesucristo. El problema es que así han llamado los garagero-psicodélicos de Barcelona Holy Bouncer a su álbum debut, con un par de huevos de codorniz, azúcar, especias y muchas cosas bonitas. De entrada, suena un poco desalentador, sí, pero el nombre del grupo es cojonudo. Sólo por eso ya deberíais darles una oportunidad, o como diría Bo Diddley, «no juzguéis a un grupo por hacerse los interesantes bautizando canciones y acabar marrándola». No se lo merecen, aunque den ganas.
Las comparaciones han oscilado entre los Rolling Stones y the Doors, pasando durante el trayecto por todas las bandas de rock & roll de los sesenta y setenta que vengan a la cabeza en ese momento. Siendo un poco más rigurosos, sin embargo, podría colocarse con más justicia a estos jóvenes catalanes en la misma coctelera en la que cupieran The 13th Floor Elevators, Soundgarden, Kings of Leon y una suerte de Sonny Terry domesticado y grabado en alta definición al principio de «Wrong Raw Tongue, Rocks Wrong» (ya sé, tela con el titulito, pero es un tema interesante; punk ralentizado a la americana para bailar en un barrizal, ¡ni te creerás que son de aquí! Recuerda: no juzgues o te perderás buena música).
Con no más que un EP y su primer larga duración bajo el brazo, es evidente que a Holy Bouncer le queda todavía mucho por demostrar. Hippie Girl Lover es una contundente y bien ejecutada declaración de principios, a considerar más reaccionaria o menos en función del gusto del consumidor. Lo que no da lugar a apreciaciones personalistas es que, pese a no haber tenido huevos para ponerle a su disco un nombre que le haga justicia, sí los han tenido (y bien gordos) al lanzarse sin paracaídas sobre la jungla musical del siglo XXI para cubrir su carencia humanitaria número 1, que no es otra que la necesidad de rock & roll de ese que ya no se fabrica.