James – Getting away with it…Live (Warner/Sanctuary)
Haciendo gala de un agudísimo sentido necrofílico, la Warner no ha perdido el tiempo para hacer caja con las cenizas de los James, y, así ha sacado un doble CD (por un módico precio que ronda, para entendernos, las 4.000 pesetas) y un DVD (5.000) con un concierto del sexteto. La intención carroñera de estos lanzamientos está fuera de toda duda, pero quizá los amables señores de la discográfica –que ajustan el precio lo más posible, como todos sabemos- deberían explicar por qué demonios el DVD ofrece exactamente lo mismo que el CD, pero con dos canciones menos (“I know what I’m here for” y “Hymn from a village”), que deliberada e inexplicablemente se han cepillado por el artículo 33. Intuyo que tiene una justificación razonabilísima, como el hecho de desorbitar los precios (hecho que, como todo el mundo sabe, no es la razón del pirateo), pero como no sé cuál es, me gustaría que alguien me la dijese.
Dejando de lado la ética empresarial y su absoluta ausencia entre las discográficas, este CD es el tercer directo en la carrera, tan interesante como irregular, de James, aunque los otros dos –One man clapping (1989) y Wah Wah (1994) (en la medida que este extravagante disco pueda considerarse un directo)- no son gran cosa. El concierto, grabado en el Manchester Arena (o sea: en casita), se supone que es el último en la carrera conjunta de James y Tim Booth, a los que desde hace tiempo hay que considerar oficiosamente como entidades independientes. Ahora que oficialmente lo son, y suponiendo que las vacas no enflaquezcan demasiado, este directo es su certificado de defunción.
Evidentemente, el experimento no podía salir mal: juegan en casa y con el público –en el caso de James, especialmente incondicional- a favor, y con la carga emotiva añadida de un adiós. Así que, sensiblerías aparte, el Cd es formalmente impecable, incluyendo el guiño de la participación como estrella invitada de Andy Diagram, cuya trompeta tiene gran parte de culpa de la majestuosidad y calado de los excelentes Gold Mother (1990) y Seven (1992) –de largo, los mejores trabajos de James junto al maravilloso Pleased to meet you (2001)- y que en este concierto está especialmente pletórico.
En este sentido, hay que agradecer que en la selección de temas hayan obviado su infame primera etapa (sólo un tema de Stutter (1986) y Hymn from a village (1985) que, lo siento, pero me sigue pareciendo una canción espantosa) y cargado las tintas en sus mejores álbumes y en sus clásicos. Así, sus temas-himnos están de lo más estratégicamente situados: comienzan con la colosal “Say something”, al sexto corte se despachan con una gran versión de “God only knows”, enlazan “Tomorrow”, “Born of frustration” y “Ring the bells” en el tercer cuarto –y el momento más intenso del album- para terminar, cómo no, con una emotiva “Sit down”, buque insignia del grupo y en esta ocasión despojada de su carga adrenalínica.
Por lo demás, este trabajo demuestra la solvencia en directo de James, a pesar de la falta de espontaneidad de la que adolece el disco, en el que todo sale como debe salir y en el que se echa en falta algo más de carne, en el que quizá sobre cálculo y falte sudor. Aún así, en un planteamiento tan lleno de guiños (y trampas), la banda demuestra varias cosas: su instinto para componer canciones perdurables, su profesionalidad y oficio y su gran dominio de la melodía, pero también la irritante tendencia al mesianismo de Booth o la vacuidad de parte de su discografía (así, la inclusión de “Vervaceous” o “Johnny Yen” chirría demasiado, y más cuando están situados entre temas de Laid (1993) y Seven). Es decir, todo lo bueno y lo malo de James en un epitafio que quizá mira demasiado a la galería.
Pero, no obstante, ese es el resumen de la carrera de la banda, para bien y para mal. Ellos mismos decían proféticamente en Millionaires (1999): “Here’s a mirror with your name on / singing we’re gonna miss you when you’re gone” . Y, a pesar de todo, la verdad es que muchos los vamos a echar de menos.