Joaquín Sabina – Lo Niego Todo (Sony Music)
Para los que seguimos a Joaquín Sabina desde hace tantos años que, al repasar las fechas de su discografía, nos damos cuenta de que ya no somos unos niños -porque lo éramos cuando escuchábamos el Hotel, Dulce Hotel hace más de veinte años- un nuevo trabajo del cantautor de Úbeda nos produce emociones contradictorias. Por un lado la expectación, la emoción por descubrirlo de nuevo, esas ganas de escuchar esa voz que nos hace sentir en casa. Pero por el otro hay algo que nos tira para atrás; cierto miedo a que no nos emocione como antaño, a que sus letras no consigan sacudirnos por dentro, a que no nos convenza, vamos.
Muchos, demasiados años llevaba Sabina sin publicar material nuevo, a excepción de sus encuentros con Serrat que, más allá del valor de reunir a dos artistas de ese calibre y de darnos la oportunidad de disfrutarlos juntos en directo, pocos temas nuevos (por no decir ninguno) dejaron para la posteridad. Pues bien, Sabina ha vuelto con un disco que vuelve a sonar a Sabina. Lo Niego Todo es un disco de autor que habla de la tristeza sin ser triste, de envejecer sonando fresco y actual (seguramente gracias a la mano de Leiva que produce y firma la mayor parte de las melodías) y que reúne todos los elementos del universo sabiniano sin que sepa a refrito.
Besos y labios, pensiones y bares, el ictus, la melancolía, la primavera y el mes de abril. Todos están pero ahora los vemos desde una perspectiva distinta, más doméstica, más recogida: “El tren de ayer se aleja, el tiempo pasa, la vida alrededor ya no es tan mía, desde el observatorio de mi casa, la fiesta se resfría”. A los 68 la parranda ya forma parte del pasado. Es hora de desmontar el mito de crápula trasnochador que ya no se ajusta a la realidad y que nunca fue tanto: “Ni ángel con alas negras, ni profeta del vicio”. Hay amores, pero ahora se recuerdan, se reencuentran o se viven con serenidad junto a una Venus latina que nos salva. En Lo Niego Todo Sabina desarma el mito creado alrededor de su persona y nos habla de de la vejez “conseguí llegar a viejo verde mendigando amor”, “aposté por mí por no hacerme viejo”, “acabaré como una puta vieja hablando con mis gatos”, del paso del tiempo “otoñales van mis años por el río Guadalquivir” y de la muerte de los amigos “me duele más la muerte de un amigo que la que a mí me ronda” con un disco en el que sus canciones vuelven a emocionar. Ya no usa los bares de oficina, esos en los que las musas acudían a raudales a soplarle maravillosas frases al oído. Ahora cuesta más, el sabor es distinto, pero en esta ocasión Sabina ha vuelto a seducir, nos ha convencido. Lo Niego Todo es el disco que más he disfrutado de Sabina en los últimos años sin contar los recopilatorios varios de grandes éxitos y recordándome en muchos momentos a ese Dímelo en la Calle del lejano 2002. Un álbum ante el que muchos fans también se mostraron reticentes y que acabó siendo, como en este caso, un disco de grandes canciones.
Lo Niego Todo es un álbum de folk-rock que pica de diferentes estilos aquí y allí, esa rumbita tan Sabina de “Churumbelas” (único tema del que firma música y letra, el gran Benjamín Prado es coletrista en la mayor parte de las canciones) o ese reggae con no woman no cry final de “¿Qué Estoy Haciendo Aquí?”, que nos hace venir a la memoria otros juegos estilísticos de Sabina como ese “No soporto el Rap” del Yo, Mi, Me, Contigo. Un disco poliédrico en el que Sabina se ha rodeado de grandes artistas como Candy Caramelo (bajo), Niño Bruno (batería), Carlos Raya (guitarra), César Pop y Joserra Senperna (teclados) y en el que participan amigos como Pablo Milanés (“Canción de Primavera”), Rubén Pozo (“No Tan Deprisa”), Ariel Rot (“Postdata”) y Olga Román, que vuelve a arropar al maestro con su dulce voz (la echábamos de menos).
Puede que en algunos temas la huella de Leiva sea más que evidente, pero si con ello ha conseguido revitalizar a un Sabina que parecía cansado, bienvenido sea. Sus canciones ya no son como las de hace veinticinco años, pero qué más da, nos sigue regalando versos irresistibles que en su voz ronca lo son todavía más, y estamos hablando de uno de los mejores letristas de la historia de nuestra música. Muchos ya se han ido, pero él sigue aquí y con su decimoctavo disco de estudio Joaquín Sabina deja claro que todavía tiene mucho que contar. Un disco que crece en cada nueva escucha y que se disfruta de principio a fin. Yo me quedo con el mensaje de “Lágrimas de Mármol” y, aunque la resaca sea cada vez más larga, alzo mi Dry Martínez y brindo por la vuelta del maestro: “Superviviente sí, ¡maldita sea!, nunca me cansaré de celebrarlo, antes de que destruya la marea, las huellas de mis lágrimas de mármol, si me tocó bailar con la más fea, viví para cantarlo”. Mientras así sea, querremos seguir escuchándolo.
Excelente crítica.Coincido plenamente.
Como bien dice nuestra amiga Aina…
este disco nos propone recuperar algo que se hallaba perdido,
un reencuentro
Lo puedo negar todo, bueno casi todo…
No puedo negar mi admiración por Sabina
Nunca me cansare de celebrarlo.
Huy, que tarde, me voy a tomar un Dry Martínez,
Salud
Me importa una p. mierda 🙂