Jon Spencer Blues Explosion + Athom Rumba – La Riviera (Madrid)
Seguramente muchos de vosotros no os acordareis de los tiempos del Pleistoceno inferior, en el paso del Paleolítico al Neolítico, cuando las poblaciones humanas empezaron a usar la agricultura, abandonando poco a poco la vida nómada, cuando los glaciares cedían paso a las praderas pobladas de nuevas especies, cuando los hombres arrastraban del pelo a las mujeres y cuando sonaba la música de Jon Spencer.
El pasado sábado en La Riviera volvió a sonar. A retumbar. Y el cavernícola más atroz de todos los tiempos, secundado por sus fieles Judah y Russell, volvió a dar un show de los suyos, un espectáculo animal de rock’n roll que todo melómano debería conocer.
Para redondear la jugada, los encargados de presentar al trío neoyorquino eran los mismísimos Athom Rumba, recién llegados de Bilbao, tocando por la cara y sin amilanarse ante los que –según dicen muchos–, son su mayor referencia. Pues más que asustarse, fueron ellos los que se dedicaron a asustar (los alaridos de Rober en “Motormouth”) al personal, tan vacilones ellos como siempre (había que ver las caras de la gente con la apocalíptica ranchera “I’m a Rocket”).
Pero bueno, para hablar del Apocalipsis y del más allá ya estaba el reverendo Spencer que, todo hay que decirlo, está ya mayor el hombre, por mucho espagaz con guitarra que hiciese. La intensidad ya no es la misma, ya no hay dos horas de actuación non-stop (hora y media y con varios cortes) y, lo más importante, el material que utiliza para su refrito de blues-punk-rock-funk ya no es de tan buena calidad. Pero cuando estás en primera fila y ves al tipo chorreando como siempre (”ladies and gentlemen…”) y pasas la lengua por los labios (“come on!”) y ese sabor salado te dice que sí, que ese cabrón te ha vuelto a salpicar de sudor (”the bluuuuues explosion…”) y el sonido se satura más y más… En fin, que sigue siendo de los pocos artistas que hace que la actuación valga el precio que marca en la entrada.
Pocas canciones del Orange (un «Bellbottoms que se oyó por ahí, un “Sweat” camuflado) y muchas más del nuevo Plastic Fang, lo cual no es, de por sí, un hecho negativo. Uno de los mejores momentos, sin ir más lejos, fue “She said”, que no era una canción; aquello era un diplodocus retumbante que se pasaba por allí. También se pasaron por ahí “Wail” y “Dynamite Lover”, convenientemente trituradas en la turmix. ¿Y el mejor momento? El final, por supuesto. Una escalada que comenzó con “Magical Colors” y que durante 20 minutos nos llevó por los terrenos que antes el cavernícola exploraba durante 120. O incluso mejor aún.