Jonathan Richman – Cinemes Girona (Barcelona)
¿A qué venimos si no a caer? ¿A qué venimos si no a sufrir? Se preguntaba cantando Jonathan “Juanito” Richman en un más que aceptable castellano. Es muy posible que al largo plazo todos estemos más que caídos pero mientras tengamos conciertos como éste el sufrimiento seguro que será mucho más llevadero.
En una noche marcada por la curiosa coincidencia que uno de sus mentores, e ídolo de su juventud, John Cale estaba tocando en Barcelona a la misma hora, Jonathan Richman aparecía en su formato habitual de los últimos años: él solo a la guitarra acompañado de un batería que cumplía con oficio y discreción su papel. No se necesitaba de más, pocos músicos saben llenar tanto un escenario con tan poco. Aunque tristemente se le veía más avejentado, su innegable magnetismo sigue intacto. Incluso en algunos momentos, con una mueca, con una expresión, volvía a ser el muchacho imberbe de finales de los setenta que tiraba por la borda su reputación “artsy” para dedicar su vida a hacer simples, bailables y perfectas canciones pop.
Evidentemente en cuanto se deja caer por España a Richman le encanta presumir de clases de español y hacer un repaso extenso e intensivo de su discografía cantada en nuestro idioma. Si le de tiempo también canta en inglés, francés o italiano, según sople el viento. En esta ocasión de los grandes clásicos solo pudimos disfrutar de “Egyptian Reggae” y fue más que reveladora la mueca de desprecio que hizo cuando en los bises alguien le pidió “Roadrunner”. Petición especialmente poco afortunada cuando pocos minutos antes cantaba sobre “dejar pasar el pasado” en “Es como el Pan”.
Así pues un setlist muy centrado en sus últimos discos, con canciones como “El Joven se Estremece”, “O Mooon”, “Cosi Veloce” o “Yo tengo una novia” que tocó dos veces en unos de sus típicos juegos de desconcertar al público para que luego poco a poco vaya entrando en el juego, hasta cerrar la noche con “Le printemps des Amoreux est Venu”. Entre medias tuvo tiempo de hablar con el público dejándonos perlas filosóficas más que interesantes y haciéndonos reír cuando así lo quería. En un concierto con la proximidad que ofrecía el poco habitual escenario habilitado en una sala de cine, se posibilitaba una rara interacción de la que Richman, como buen animal escénico, supo sacar todo el jugo disponible.
Noche maravillosa para quien ya conocía a Richman y para los pocos presentes que aún no habían tenido el gusto de conocerle aún no deben haber perdido la cara de sorpresa. Qué bien hace las cosas este muchacho y qué fáciles parecen. Jonathan, nos vas a emocionar.