Kiev cuando nieva están de vuelta con ‘Inicio de Surco’
Kiev cuando nieva es un grupo que siempre se ha sentido atraído por lo pastoral y lo campestre. Pero quizá nunca como hasta ahora esa atracción se había visto plasmada de una forma tan clara y transparente como en este ‘Inicio de surco’ que, ya desde su mismo título y su portada, parece remitir a los placeres de la vida en el campo, entendido como refugio no idealizado, como paréntesis cotidiano. No es tanto una reivindicación de la España vaciada como una aproximación hedonista a las bondades de la naturaleza. No es tanto un canto a la huidiza y solitaria austeridad que celebra el libro ‘Los asquerosos’ de Santiago Lorenzo como un declarado amor por la reconfortante brisa del campo.
En todo caso, el bucolismo que respira gran parte del sexto álbum del grupo oscense, se ve empañado con frecuencia por esa tendencia natural a lo enigmático, que también define la trayectoria de Kiev cuando nieva, un grupo con declarada pasión por lo oblicuo, lo huidizo, lo impredecible.
Por lo demás, a la manera de Lampedusa y el gatopardismo, en su nuevo trabajo el grupo que componen los hermanos Javier y Carlos Aquilué, Antxon Corcuera y Jaime Sevilla ha decidido que, en el terreno estrictamente musical, es mejor cambiar algo para que nada cambie. En ese sentido, es paradigmático el tema que abre el disco, ‘Roble’. Allí siguen imperturbables esas armonías vocales sixties tan caras al grupo, pero en esta ocasión están adobadas con un insólito tumbao latino e inesperados ecos de verbena. En ‘Huerto’, el ruido de un motocultor y el sonido de un sintetizador aportan elementos inquietantes a una encantadora melodía naïf. Y ‘Brizna’ es una de las cumbres del disco, algo que podría definirse como folclore galáctico. Tanto ‘Portaladas y pasajes’ como ‘Como caen’ están envueltas en una extraña melancolía y son claras muestras de la imaginativa búsqueda del grupo de nuevos caminos del pop. ‘Aperos’, nueva invitación a la vida campestre, aúna dos de las principales influencias armónicas de los oscenses: Crosby Stills Nash & Young y Robert Wyatt. Palabras mayores. ‘Arrendajo’, además del nombre de un pájaro, es el título de otro de sus temas, en el que dejan caer otro de sus influjos, los Beach Boys de ‘Pet sounds’. Por su parte, ‘Navaja’ es un minuto y quince segundos de curiosa reflexión sobre la precariedad laboral actual (¿su peculiar canción protesta?). Y el disco se completa con una sencilla canción de amor (Arpa), la densidad psicodélica y los hipnóticos drones de ‘Broche’, el góspel bizarro de ‘Espiritual’, en el que la voz suena como un Pep Laguarda de tierra adentro, y el folk-rock minúsculo y críptico de ‘Gallo’, que cierra un álbum brillante y desde ya imprescindible, que rezuma una misteriosa serenidad y que reconforta como la brisa en el campo. Así que, como diría Neil Young, are you ready for the country?