Libro: Brett Anderson – Mañanas negras como el carbón (Contra)
En marzo de este año Brett Anderson vio publicadas sus memorias bajo el título de “Coal Black Mornings” (Litte Brown, 18), y solo unos meses después y gracias al atrevimiento de la editorial Contra, éstas aparecen en castellano bajo el fidedigno título de “Mañanas negras como el carbón” (Contra, 18). Ya en el desgarrado prólogo, el vocalista de Suede se dirige directamente al lector, hablándole de tú a tú. No es casualidad, ya que la honestidad es el principal valedor de este volumen, y más cuando el autor deja claro en el primer párrafo que ésta no es “una de esas manidas autobiografías sobre coca y discos de oro”. La sinceridad que muestra Anderson a la hora de hablar de su propia vida (en lo que propone como un futuro documento para su hijo aún pequeño) traspasa el papel y funciona como hilo conductor de una historia universal: la del despertar de las pasiones, en esta caso por la música, y el desarrollo de la propia persona al tiempo de perseguir un sueño. Quizás precisamente por ese reflejo que cada lector puede encontrar entre líneas, el libro resulta tan emocionante y excitante.
De algún modo, todos creemos conocer al Brett Anderson líder de Suede. Al espigado, carismático y atractivo vocalista que, en plena década de los 90, lució en esplendor como una de las imágenes oficiales de ese movimiento denominado Britpop al que ahora mira con recelo. En definitiva, al héroe idealizado. Pero lo que el propio protagonista desvela, a lo largo de estas 190 páginas que se devoran con avidez, es al Anderson previo a todo eso. Se refiere al niño y posterior adolescente que nació y creció al (des)amparo de una zona abruptamente gris de Inglaterra, de esas que poco o nada tienen que ver con la agitación magnética de la capital británica. A la persona en que se convirtió con el paso de los años y mecido por ese entorno adjudicado en suerte, y que le amparó hasta iniciar la búsqueda del camino propio e independiente (y su consecuente destino). De este modo, el lector se implica ilusionado, ante la sensación de que el escritor (el héroe) está dirigiendo la historia verticalmente hacia él mismo. El interés inicial ante el libro no hace sino crecer exponencialmente con el trascurrir de las hojas, a medida que el joven Brett va creciendo y experimentando inéditas sensaciones vitales, en ocasiones de tal calado que años después sus consecuencias resultarían determinantes para las propias canciones del combo.
Por momentos, “Mañanas negras como el carbón” (Contra, 18) parece manifestarse como una versión actualizada de ese clásico de la literatura obrera británica que es “Kes” (1968) de Barry Hines, mezclada levemente con la inherente pasión musical presente en las entregas de Nick Hornby. Una historia de escapismo desde esa Inglaterra de edificios grises y extrarradios planos, en donde inicialmente (y esperando el momento adecuado para emprender la huida final) se impone buscar la magia latente en un vertedero o experimentar con alucinógenos naturales en forma de setas. La pureza de la mencionada honestidad, algo de acertada (y argumentada) filosofía vital, y un estilo depurado pero ágil, conforman un ejemplar que por momentos resulta tan impactante como muchas de las canciones del británico. Un conjunto que aporta una versión inédita y en muchos momentos inesperada acerca del vocalista, apto para cualquier lector inquieto, obligado para el entusiasta de la música, y directamente bíblico para los fans de la banda londinense. El mundo de Suede siempre ha destilado glamour por los cuatro costados, pero se trata de un peculiar glamour urbano, absolutamente costumbrista y captado a pie de calle, incluso de mercadillo si se quiere apuntillar la afirmación. Tras la lectura del libro, preferencias e inspiradores cobran sentido y la obra del grupo se asimila con clarividencia meridiana.
Todo el mundo tiene detrás una historia. Unos cimientos no elegidos que suponen la peana sobre la que construir todo lo que vendrá después. Incluso cuando lo que vino después fue una sólida y respetada carrera discográfica, con diferentes partes y proyectos y aún en activo. Aquí tienen cabida los primeros encuentros de Anderson con el rock, fascinado primero con la visceralidad punk de Sex Pistols o UK Subs, descubriendo después a clásicos británicos de los 60 como The Beatles, The Kinks o, por supuesto, David Bowie, y posteriormente apuntalando el gusto con bandas de los 80 concretadas en Joy Division, Cocteau Twins y, cómo no, The Smiths. Se trata, en realidad, de la banda sonora de una vida en familia, apocada entre las paredes de una pequeña vivienda de protección oficial, con un padre dominado por constantes cambios de humor, una madre dedicada al hogar y cuidado de sus hijos, y una admirada hermana mayor a la que echar poderosamente de menos tras su aceptación en la Escuela de Bellas Artes.
El autor también recuerda ampliamente los encuentros con el resto de miembros del grupo: el bajista Mat Osman, el batería Simon Gilbert y… Justine Frischmann -posteriormente cantante de Elastica-, con la que tuvo una marcada relación sentimental y a la que Anderson califica como “uno de los dos auténticos amores de mi vida”. Mención aparte merece ese momento que el firmante reconoce como determinante en su propio devenir creativo, materializado en la respuesta de Bernard Butler ante el anuncio publicado en el semanario Melody Maker en busca de guitarrista, y a quién Anderson elogia sin paliativos. El vocalista se muestra como un romántico convencido, en un término no reducido exclusivamente al ámbito sentimental -aunque su ruptura con Frischmann marcase en buena parte los textos de “Suede” (Nude, 93)-. Por eso estas memorias suponen también un alegato enamorado hacia Londres, ciudad que lo acogió, fascinó e inspiró hace ya mucho tiempo y que ya nunca ha abandonado.
El relato termina con la firma del contrato que les une al sello Nude, en donde la banda publicaría su debut en formato largo, “Suede” (Nude, 93), en 1993 y tras varios exitosos singles previos. O lo que es lo mismo: justo antes de la explosión de la “Suedemania” (tal y como lo denominó el Melody Maker en una de sus portadas) y de ese satisfactorio momento en el que la formación pasó de generar indiferencia a pasión desbordada. Porque éste es mayoritariamente un libro sobre los duros comienzos de un sueño habitual (el de triunfar haciendo música), pero machaconamente ambicioso y obsesivo. Una travesía que durante años pareció destinada a morir en medio de ninguna parte, y al que sólo la confianza ciega en unas canciones imponentes salvaron del naufragio. Por eso resulta un documento impagable para entender ese cúmulo circunstancial que motivó la incorruptible esencia de la banda, mantenida a lo largo de casi tres décadas en base a su dramatismo fascinante, su teatralidad implícita, y su elegancia urbana.
Esta referencia representa -junto a Postales negras (Libros de Ruido, 12) de Dean Wareham (Galaxie 500/Luna) y Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books, 08) de Mark Olvier Everett (Eels)- una de las memorias musicales más esclarecedoras, emotivas y disfrutables que haya tenido el placer de engullir. Se aconseja aderezar la lectura con la música de aquellos primeros Suede, pero sobre todo con los (infravaloradísimos) discos de Brett Anderson en solitario, por compartir con el texto ese perfil personal y algo melancólico que cristaliza en perfecto acompañamiento. Suede publicarán su octavo álbum de estudio, The Blue Hour (Warner, 18) el 21 de septiembre, y tal y como escribí en la reseña para Mondo Sonoro: “Supone el paso valiente de un grupo inmerso en una madurez creativa con la que continúan evolucionando. Suede han demostrado saber reinventarse manteniendo su propia esencia, ésa que los ha convertido en mitos contemporáneos de la escena británica”. La historia continúa, y parece que también habrá una segunda parte de estas memorias, en las que Anderson describirá con su peculiar perspectiva cómo fueron los años de éxito que vinieron después de aquellas mañanas negras como el carbón. Las mismas que ahora, después de leer este libro, parecen a la vez tan lejos y tan cerca de uno mismo.
Actualmente estoy leyéndolo.
Completísima y estupendamente plasmada la reseña de Raúl Julián acerca del libro sobre el gran Brett Anderson y uno de los 3 mejores grupos británicos de los años 90, como son Suede. Espero que la obra autobiográfica, editada por Contra, tenga mucho éxito.
Un saludo.
La mejor voz de los 90.