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Libro: Enya. Un Tratado Sobre Los Placeres No Culpables (Alpha Decay)

Rastreando por internet, me enteró que los encargados de marketing de la plataforma Spotify tienen monitorizados nuestros gustos acerca de los llamados “guilty pleasures”, o lo que vendría ser aquellas canciones que nos da vergüenza reconocer que nos gusta, y que si lo hacemos es en petit comité. Pues bien, alrededor de 120.000 playlists existen en esta empresa elaboradas por diferentes usuarios en donde aparecen nombres como Britney Spears, Wham!, Spice Girls, Journey, Miley Cyrus, y un largo etcétera vinculado a lo que conocemos como maintream.

Son canciones que aparecen en los top 10 de las listas mundiales de éxitos, justo aquellas que el “buen gusto” nos impide acercarnos porque parece que si lo hacemos perdemos el distintivo de ser oyente con un oído fino, alejado de la vulgaridad de las masas. Curiosamente son canciones que sí hemos bailado en algún sarao sin tener que pedir disculpas, y sin tener que pagar esos duros peajes de falsas culpabilidades.

En la cultura del mainstream se articulan discursos que están enraizados en la fácil asimilación del mensaje (laxo, en la mayoría de las ocasiones), y en la estandarización de automatismos. En las sinergias capitalistas y de las conectividades globales no se nos permite una reflexión sobre qué es lo verdaderamente folclórico (referido a la tradición de un pueblo determinado) con la que contrastar la “no autenticidad” de la cultura de masas, por lo tanto, lamentarnos por la pérdida de la tradición se convierte, en estos tiempos, en un acto romántico.

Tradición (entendido como “autenticidad” en contraposición al maintream) es un debate que ha generado más de una encendida disputa por las redes sociales, esa plataforma para airear el yo, aunque al final se llega a las mismas conclusiones: el oyente escucha la música que le conecta con ese algo que lo emociona, punto y final. Educar el oído a sonidos menos estandarizados es un aspecto que sería deseable, aunque no por ello desechar otros que se apoyan en estructuras armónicas que conectan fácilmente con el oyente. Por poner un ejemplo: “Baby One More Time” de Britney Spears se sustenta en el ritmo, en la voz, la percusión, y en un estribillo a prueba de bombas. ¿Qué la diferencia de “Satistaction” de los The Rolling Stones? Creo que únicamente esa romantización del prestigio social de ser fan del grupo de Jagger, porque las dos canciones se rigen por parecidos ganchos a nivel formal. Y ejemplos como este tenemos a cascoporro.

En este pequeño ensayo de Jason Beck -aka Chilly Gonzales– bajo el título de Enya. Un Tratado Sobre Los Placeres No Culpables (Alpha Decay, 2021) el compositor canadiense cuestiona de qué manera se normativiza el gusto en la sociedad actual. Enya no deja de ser un pretexto, aunque Gonzales muestra admiración por la cantante de “Orinoco Flow”.

Las tesis de Beck se vehiculan hacia la necesidad de subvertir el canon del “buen gusto”, la necesidad de cuestionar(nos) nuestra forma de oír la música dejando a un lado los dictámenes de los charts y/o las modas del momento.

Enya para bien o para mal es una artista que se mantuvo alejada del foco mediático: pocas entrevistas promocionales, férreo control de su carrera en la medida de sus posibilidades, coherente con su filosofía y estética, etc. La artista irlandesa es un nombre que siempre sale a relucir cuando se habla de “guilty pleasures”, y su estilo musical -la new age-, de forma taxativa se arrincona en el cajón de lo vulgar. Curiosamente la new age es un estilo que, de tanto en tanto, es rescatado por las salvaguardas de las exquisiteces. Esto no deja ser un el eterno debate del gusto como constructo social, y de la creación de subjetividades que crean jerarquizaciones ficticias.

Puedes comprar Enya. Un Tratado Sobre Los Placeres No Culpables (Alpha Decay) en la web de su editorial.

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