Entrevistas

Llum

Una de las razones por las que he tardado tanto tiempo en sacar este disco, es que necesitaba encontrarme cómodo con mi voz, al principio no tenía ninguna confianza en ella

 
El músico valenciano Jesús Sáez ha sido, hasta hace poco, el batería de Polar, uno de los grupos más brillantes de la escena slowcore española en las últimas décadas. Polar ya no existen, y Jesús se ha embarcado en un proyecto en solitario denominado Llum. Acaba de publicar su disco debut, Limelight, que en breve comentaremos en Muzikalia.
 
Muchos lectores de Muzikalia seguramente te conocen, aunque tal vez no te asocian con Llum. ¿Te presentas?
Bueno, mi nombre es Jesús Sáez, llevo muchos años metido en esto de la escena musical. Como músico he sido parte de grupos como Polar y Plastico 3000, y he colaborado con otros como Individual, Belmonde o Josh Rouse. También he colaborado como gestor cultural con Tranquilo Niebla (hoy conocido como Tranquilo Música) y como periodista he escrito en Levante, Las Provincias, Mondo Sonoro y actualmente en Go-Mag, entre otros.
 
¿Es Llum un proyecto totalmente unipersonal? Quiero decir… ¿Tienes previsto rodearte de gente fija, tener una banda, compartir la autoría de los temas, etc.?
El concepto parte como un proyecto unipersonal aunque no sabes a donde puede llegar. De hecho actualmente he formado una banda para los directos con músicos de Arthur Caravan, y obviamente me gustaría que fuese todo lo fija posible. Pero todo parte de una especie de reacción al concepto de grupo, algo que ya he cultivado y trabajado muy a gusto con Polar y con The Standby Connection (la banda que comparto ahora con parte de los que formaron Polar), pero me apetecía hacer algo de una manera diferente, trabajar yo solo en casa, más desde la perspectiva de compositor que de intérprete (aunque he tenido que desarrollar ambas facetas), buscar yo los caminos, darle yo la forma a las canciones que ellas me pedían, trabajar melodía a melodía, arreglo a arreglo. Eso no quiere decir que no haya necesitado ayuda, y ahí está la nómina de colaboradores, pero el proyecto está dirigido por mí en todo momento.
 
La música de Llum es bastante diferente de lo que hacías en Polar. ¿Crees que agotaste las posibilidades de aquel tipo de música? ¿Te pedía el cuerpo algo diferente?
No creo que agotase las posibilidades de Polar, de hecho Llum surgió mucho antes de que se deshicieran Polar, pero obviamente el cuerpo me pedía hacer otras cosas (como creo que nos pasaba a todos). A mí me gustan muchos tipos diferentes de música, y con Polar estaba limitado a un estilo muy determinado, el que los cuatro polares estábamos dispuestos a aceptar, por lo que formé Llum con la ilusión de hacer algo completamente diferente en todos los aspectos, tanto a nivel estilístico, como interpretativo, lírico, de composición, método de trabajo, etc.
 
El paso de la batería a la guitarra no te habrá sido complicado, teniendo en cuenta que fue tu primer instrumento, ¿no?
Sí, en efecto yo empecé como guitarrista. De hecho con Plástico 3000 ya cantaba y tocaba la guitarra eléctrica. La llegada a la batería fue algo mucho más casual. Yo apenas sabía tocarla cuando Polar me llamaron para ir a un ensayo suyo, yo era muy fan de lo que hacían y por aquellos entonces Plástico 3000 habíamos compartido escenario con ellos en tres ocasiones. Cuando llegué allí, no había nadie tocando la batería, no sabía que Guillermo había dejado la banda, así que me dijeron que si me aburría me pusiera a tocar un poco la batería. Fue como una prueba sin saberlo. Después me dijeron que lo hice bastante mal, pero que se dieron cuenta que entendía perfectamente su música, y eso acabó pesando más, puesto que encontrar un batería slowcore no iba a resultar nada fácil. Tres meses después estaba dando mi primer concierto delante de 400 personas. Obviamente, no ha sido de los mejores que he dado (risas).
Pero sienta bien volver a la guitarra, es otra de las cosas que me apetecía volver a hacer. Incluso en un principio me planteé comenzar con algo más folk, pero finalmente lo que me ha salido es Limelight.
 
Te reinventas como «crooner», dicen muchos. ¿Estás descubriendo las posibilidades de tu voz?
Sí. A pesar de haber cantado antes me he dado cuenta que no sabía lo que podía hacer con mi voz. Es una de las razones por las que he tardado tanto tiempo en sacar este disco, necesitaba encontrarme cómodo con mi voz, al principio no tenía ninguna confianza en ella. Han sido muchos intentos, búsquedas de tonos, pero creo que estoy encontrando mi estilo propio, el sitio donde me encuentro a gusto y puedo proyectar bien. Y cada vez me encuentro mejor, lo que es un refuerzo muy importante para mí.
 
¿Me equivoco si pienso que estás fascinado con New York, Broadway, el swing, la música de entreguerras…?
Estoy fascinado con muchos tipos de música, y hay varias de ella que aparecen en el disco, pero me gustaba mucho la idea de poder transportar a este álbum el colorido y el brillo de aquella época y aquella forma de entender las orquestaciones. Es algo que parece que ha quedado casi borrado de la música actual, ese optimismo con sus dulces toques de ironía, a veces incluso sarcasmo, pero hecho con unas formas exuberantes, luminosas, casi euforizantes diría. En ese aspecto concebí el disco como un cóctel, y creo que me ha quedado uno en el que este licor se nota especialmente.
 
¿Cómo cae uno en que se pueden mezclar los musicales de Broadway con las panderetas y los silbatos y las matasuegras? ¿Cuánto hay de irónico en tu reivindicación de aquella música?
Me encanta la ironía. Pienso que hay dos formas de tomarse la vida, una de una manera irónica y sarcásticamente optimista, y otra brillante y esperanzadamente negativa, y ambas deben estar siempre inundadas por el sentido del humor. Y de alguna manera creo que ambas posturas son indivisibles, pero creo que en este disco hay más de lo primero. En las letras, en los referentes, en los guiños, hay mucha ironía, y con eso no quita valor a las referencias, al revés, adoro todo lo que asoma en el disco, pero también demuestra algo que para mí es importante, no tomárselo todo demasiado en serio, no ser absoluto en posiciones y pensamientos. Inventar algo nuevo en la música es imposible, pero podemos mezclar cosas, darles enfoques diferentes, jugar con ellas para darles un aspecto fresco y remozado.
 



Sigues bautizando a tus canciones con nombres de gente. «Stanley»… ¿Es alguien concreto, conocido? ¿Tal vez Stanley Donen, por aquello de «Singin´ in the rain»?
Sí, en efecto hace referencia a Stanley Donen. Creo que el resume en su filmografía todo lo que comentaba en la respuesta anterior, su visión de la vida me parece admirable. «Cantando bajo la lluvia» para mí no es una película, es un estado de ánimo, es imposible no salir renovado después de verla, y eso que contiene finos toques de crítica e ironía. «Charada» es estilizada, elegante, pero engañosa, juguetona, deliciosamente tramposa. «Dos en la carretera» es amarga, negativa hasta rozar la falsedad. Pero en todo ello siempre hay toques de sol, de amor por la vida en todas sus facetas, las buenas y las malas, y todo ello con una elegancia que va mucho más allá del vestir.
 
La última vez que hablamos todavía estabas con Polar. Habíais acabado de sacar Fireflies in the Alley, os habíais pasado a Absolute Beginners, estabais moviendo mucho el álbum…Poco después os separasteis. ¿Se puede contar (hasta donde puedas) qué pasó?
Pues simplemente lo que tenía que pasar. Había gente en el grupo que quería probar otros caminos, y el tiempo para los que no somos profesionales de la música es algo que no sobra, así que el grupo se deshizo, de alguna manera creo que podemos estar muy satisfechos con lo que hicimos, así lo sentimos. De todos modos, yo necesitaba ese complemento a Llum, este proyecto sale como una reacción a algo, y quería que ese algo siguiese así, por eso ahora toco con Paco y Miguel (dos miembros de Polar) en The Standby Connection.
 
La última canción de aquel álbum se llamaba «Next stage». Entonces me dijiste que significaba el paso a una nueva etapa vital. ¿Tenías en mente ya tu proyecto en solitario?
Mi proyecto en solitario ya existía por entonces, de hecho ya había hecho la banda sonora para un corto y había publicado un par de canciones en el recopilatorio. Cuando grabamos «Next Stage» nos dábamos cuenta que, una vez más (Polar han estado muchos años ahí) las cosas estaban cambiando, pero no teníamos muy claro cómo. Al final es sintomático que haya sido la última canción publicada por Polar.
 
Ahora has vuelto a Jabalina. ¿Crees que es un sello que se acopla más a tu nueva manera de trabajar, o hay otras circunstancias que te han inducido a regresar?
Bueno, Jabalina es un sello pequeño pero lo conozco muy bien, se que cuando sacan un disco lo hacen desde el cariño y desde la pasión por las canciones que contiene. Necesitaba tener esa sensación con este disco, prefería asumir limitaciones de promoción y disfrutar de cada paso que se diese con el disco.
 
Están de moda las reuniones de grupos míticos. ¿Os planteáis la posibilidad de reunir a Polar, algún día?
Pues de momento no. Es cierto que la ruptura fue absolutamente amistosa, de hecho el otro día estuvimos cenando los cuatro juntos, por ejemplo. Pero creo que Polar no son un grupo mítico (al menos no ahora, risas) y desde luego no hemos hablado de eso en ningún momento.
 
Para acabar, cuando hablo con músicos en los que intuyo un cierto compromiso social no me gusta dejarles escapar sin que me cuenten su visión de la actual situación económica, de cómo afecta al mundo de la música pero también de sus efectos sociales y humanos.
Es un asunto muy complicado, y mi fácil verborrea me tienta a soltarte diez folios de disertación, pero intentaré ser escueto por el bien de tus lectores. Lo primero que hace falta es recuperar los auténticos valores democráticos, y eso pasa obviamente por renovar políticos y su función, devolver a los neoliberales al redil con unas leyes apropiadas y recuperar el valor de lo que una persona en la sociedad es, pues resulta algo que cada vez parece menos importante. Y creo que el primer paso para todo eso es que cada uno de nosotros seamos muy autocríticos, sobre todo aquellos que afortunadamente aún no estamos en una situación desesperada, y comencemos a pensar en los valores reales que hacen falta para que el mundo funcione, para que la sociedad vaya adelante, y las personas puedan vivir con un mínimo de dignidad y respeto. Pero ahí viene el primer problema, la mayoría de las personas hemos crecido con una educación que primaba saberse de memoria la lista de los reyes godos, o saber hacer una diferencial de segundo grado, en vez de partir de una base sólida en la que se nos enseñe esos valores, se nos ayude a entenderlos, el por qué de su necesidad, y la capacidad de leer en la sociedad, en las personas, en las palabras, en los pensamientos, y sobre todo, en las acciones. Y en cambio, se está desarrollando una ley que incide en los mismos temas de siempre, los contenidos, los exámenes de nivel, como han hecho todas las leyes de educación de los últimos veinte años. Una vez más, estamos mirando para el lado equivocado. Bajo esas premisas, es fácil engañarnos, hasta los que nos creemos «listos y cultos» estamos engañados. Sólo se puede salir aferrándose a unas pocas ideas, y empujando fuerte hacia adelante. La mía es que no pienso votar a ningún político que no abogue y actúe públicamente bajo unos principios democráticos, honestos y transparentes (sí, lo sé, me quedan pocas opciones, pero las hay). Y que voy a luchar porque todos podamos tener un acceso digno al trabajo, a la sanidad y la educación.
Hay que recordar a la gente, porque hay algunos que todavía no son suficientemente conscientes de ello, que hay gente en este país que hace cuatro años hacía su vida tranquilamente, y ahora pasa hambre y miseria, y apenas tiene qué darle a sus hijos. Eso no se puede mirar de una manera moralizante y miserable. Pensar que alguien se merece eso es mezquino. Todos somos personas, y sabemos lo importante que es nuestra vida, y en ese aspecto lo es el de todas las personas del mundo y así debemos pensar y obrar.
Eso es lo básico, pero hay cosas, como la música, el cine, la literatura, etc. que en momentos como estos no son una necesidad básica, y sin embargo, en realidad lo son más que nunca. La cultura, la cultura real, no aquella que bebe de las ínfulas de fama y poder, del engaño y la falsedad, sino esa que es complemento perfecto y vital a la educación, nos puede ayudar a entender la situación, a descargar frustraciones, a desahogar sentimientos, y a encontrar el motor para moverse. La ausencia de ésta supone cargarse una parte importante del espíritu crítico, del pensamiento del país, y puede favorecer que, en contextos tan complicados como éstos, no se sea consciente de que un paso en falso puede ser muy grave, y puede llevarnos a situaciones todavía peores. Y la justificación para mantener el sector no debe ser porque se va gente a la calle (que también), sino por su importancia, supone el aliento de la gente, la posibilidad y la luz que ofrece la educación, acompañada de la mano por todas estas artes. Y aquí en España, la verdadera cultura, insisto, no la del mundo del espectáculo (aunque ambas pueden estar ligadas en muchos casos) está tocada de muerte.
 

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