Low + The Secret Society – Galileo Galilei (Madrid)
Ni una entrada quedaba en las taquillas de Galileo Galilei para presenciar el show de Low. Una de las bandas más queridas y alabadas desde el subsuelo del universo independiente, nos citaba de nuevo a una velada más seria que la muerte.
El silencio reverencial del que gozó la actuación del matrimonio mormón, por desgracia, no fue el brindado para la propuesta de The Secret Society. Lamentablemente, mientras la sala se llenaba, los murmullos de fondo se fueron imponiendo a una apertura para Low que, como ellos mismos definieron, no se sabía si era un privilegio o una putada. Ganas no les faltaron para defender un cancionero heredero de la tradición folk nacional tras los pasos de la generación Migala. Intimismo con buen hacer por parte del duo a nivel instrumental que sólo exigía , por enésima vez, acostumbrarse a las formas de cantar nacionales tan poco agraciadas en lo general.
Presentaron nuevos temas de I Am Becoming What I Hate the Most (08), incluyendo un tema en castellano que no forma parte del disco -muy en la onda de El Hijo– que nos hizo sin dudar preferirles en lengua anglosajona.
El carisma desbordante de Alan Sparhawk y la sutilidad de Mimi Parker fueron el perfecto binomio para cuajar una actuación centrada, seria y solemne, tal y como pudimos adivinar en cuanto el trío –al que completaba un solvente nuevo bajista, Steve Garrington– salió a escena.
La homilía, no obstante, comenzó algo tibia debido a la falta de matices electrónicos y percusiones varias que perfilan el exoesqueleto del arisco Drums and Guns (07). Así, temas como la sublime “Murderer”, “Sandinista”, “Dragonfly” o “In silence” sonaron algo inofensivas, faltas de gravedad y extrañamente livianas. Excepción a la regla fue el baño distorsionado de “Breaker”, preámbulo a lo mejor que quedaba por venir.
The Great Destroyer (05), su trabajo más ampuloso, regaló la colosal “Silver Rider”, quizá su mejor momento junto a “Last Snowstorm of the Year” antes de un bis que realmente volcó definitivamente a su favor la actuación pese a unos molestos problemas de sonido que acompañaron desde el ecuador del set list.
Y es que, si hasta entonces me estaba preguntando si Low eran una banda para disfrutar en un rincón perdido de tu vida a solas, me retracté de inmediato ante un encogimiento general de almas que fue el encadenado antológico de “Dinosaur act”, “Canada”, “Sunflower” (ojos desbordados) y un cierre tan bello como “Two-step”. Por todo ello, no confíen en lo que digo, sino en lo que siento.