ConciertosCrónicas

Maruja (Sala B) Madrid 10/10/24

Hay algunas veces, pocas y afortunadas, la verdad, en que uno está siendo testigo de un acontecimiento histórico mientras está asistiendo a un directo. Pues un poco me sentí yo así el pasado jueves cuando en la fría noche madrileña Maruja atronaban como una tormenta de dimensiones bíblicas sobre la Sala B de la capital.

Mucho de ello tiene que ver el hecho de ver a una banda justo en su momento, en ese estado de gracia primigenio que les hará convertirse en leyenda. Algo así como haber visto en su época a Pearl Jam en la Sala Revolver, por poner una analogía, si bien en esta era de conectividad, futilidad, inmediatez y efervescencia las cosas nunca serán ya excesivamente perdurables por suerte o por desgracia.

Tras una muy adecuada sesión musical, el cuarteto de Manchester llegaba al escenario en loor de multitudes (no es que el aforo fuera demasiado grande, pero ya habían colgado el cartel de “no hay billetes” desde hacía semanas). Una audiencia heterogénea en cuanto a rangos de edad, con muchísima afluencia de público jovencísimo, se zambulló en un estado de trance desde el primer minuto con el que asaltaron su “The Invisible Man”.

Desde ese momento, su batidora de influencias que van desde el jazz al post-punk pasando por el post-rock y el post-hardcore sonó engrasada y enloquecida con el saxo de Joe Carroll llevando sinuosamente cada pieza sustentada sobre la base rítmica elástica, contundente y ágil que componen Matt Buonaccorsi junto a Jacob Hayes y dirigida por un front-man repleto de carisma y tensión, un Harry Wilkinson poseído por el mismísimo diablo, escupiendo soflamas sociales y existencialistas que en sus momentos más airados recordaba incluso a las de los mismísimos Sleaford Mods o al Zack de la Rocha más arrebatado.

Cuando irrumpió su segundo tema, “Zeitgeist”, aquello estalló y los pogos, los moshpit y los botes no cesaron ya durante toda la velada, arengados constantemente por la banda y con su líder llegando a bajar a iniciar algunos  con el propio público a empujones, volviendo al escenario literalmente sangrando por la espalda. Una auténtica locura. Desenfreno animal, decididamente primario e instintivo, sin pausa, mientras atronaban buenísimos temas como su reciente single “Break the tension” o las primeras filas caían al suelo sobre el escenario con la irrupción de “Thunder”, mientras algunas personas recogían después gafas del suelo para encontrar a su dueño.

Por supuesto, en una banda de las características de Maruja, no faltó su jam.session de improvisación compuesta por una maraña de ruido desordenado y caótico que, de alguna manera, terminaba encontrando sentido.

Hacía mucho tiempo que no recordaba una sensación de peligro así sobre un escenario; una sensación de constante amenaza y de no saber qué va a pasar en cualquier momento. Una auténtica experiencia que recordar por siempre que terminó con una evocadora “Resisting Resistance”, la única oportunidad de recuperar el aliento antes de salir a las calles sin poder dar crédito de que lo vivido hubiera pasado en la misma dimensión espacio-temporal.

Foto Maruja: Raúl del Olmo

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