Ministry – HOPIUMFORTHEMASSES (Nuclear Blast)
Al Jourgensen sigue vivo, y de qué manera. No le hace falta ninguna excusa oportunista para seguir dando cera con sus crónicas sociales. Desde tiempos inmemoriales, su efigie perforada de acero se ha erigido como esa reportera cuasi profética que, apostada sobre una tribuna de metal oxidado, alambres y demás artefactos industriales, señala sin miramientos todas las mierdas que le rodean. Pero no solo las suyas personales, manidas temáticas ya en su dilatada trayectoria de décadas de muerte, desamor y a aroma de opiáceo sobre latón, sino que fortalece esa crónica social actual cuando puede.
Si desde hace tiempo esa es precisamente la contundente respuesta de Ministry destapando las miserias del sistema, no iba a ser menos en la que puede ser la penúltima ocasión que tengan. Este HOPIUMFORTHEMASSES, más allá del guiño ortotipográfico, es un trabajo intencional con algunas mayúsculas, y lo es por la simple razón de que no le falta ningún alambre con el que no pueda(n) seguir construyendo ese mito. Y veremos que incluso le sobran algunos. A la dificultad y casi gesta de contar con los mismos componentes tras una década, se une la del alejarse de los disfraces de turno. Jourgensen está de vuelta de todo, y si no te gusta, da igual, porque, a estar alturas del oscuro cuento, no va a cambiar.
Este nuevo álbum es completo en cuanto a su autenticidad, en el sentido de no engañar a nadie, pero también por poseer una producción que exprime al máximo el carburante que destila cada bujía con la que han salido del inframundo a otear si algo ha cambiado. Ya venían anunciando el apocalipsis con esos tres adelantos que conforman, además, la primera parte de este álbum. “B.D.E.”, “Goddam White Trash”, que incorpora a Peeper Keenan, de Corrosion of Conformity, y “Just Stop Oil” propagan la ira con la contundencia del acero, algo cercano a ese metal impregnado de industrial que tan bien conocen y con la velocidad necesaria para confundir y plantear, todavía más y después de tanto tiempo, si la instrumentación analógica puede ser fagocitada por una electrónica que subyace siempre perenne en el ácido desoxirribonucleico de la formación.
Más allá de ese planteamiento eterno, Ministry vuelve a contar con Jello Biafra y otros cuantos ilustres para llevar a cabo la tarea, como el ya mencionado Keenan. El ex Dead Kennedys reaparece en su temática favorita, la ya añeja y rescatada simbología nazi, en “Aryan Embarrasssment”, escorando el tema hacia una suerte de rap metal de aquellos colaborativos de hace décadas que deja un buen regusto nostálgico. Podría decirse que incluso ese interín es anecdótico, antes de volver a la celeridad necesaria, carburando sin descanso y a ritmo de aporreo y riff una “TV Song 1/6 Edition” algo esperable en su contenido.
A estas alturas, señalar que la miseria política que bombardea y contribuye a la grandeza del imperio es distinta si viene de un lado que de otro es apuntalar la construcción de un ideario tan sistémico como irreal, pero del que debe ser difícil escapar estando allí. Y eso debería saberlo Jourgensen, que sigue apostando por esa simbología anarquista, más como el extremo de un ideario imposible en ciertas partes que se ciñe, quizá, más a su forma de entender la música como arma política e, incluso, creativa. Porque es precisamente en ese espacio, en su reivindicación de lo flexible de la marca Ministry, donde da igual recordar esos muestreos y esa épica tan arquetípica de otras décadas que despide “New Religion” o la sorprendente “It’s No Pretty” y sus cambios de ritmo.
Si hubiera que poner algún pero conceptual, este descansaría en el final del disco. La edulcorada “Cult of Suffering”, más cerca de la práctica de Eugene Hutz de Gogol Bordello, colaborador en la pieza, donde relaja acelerador y fuerza para ahondar en la incoherencia crítica enarbolando retórica nacionalista, que evidencia, de nuevo, la compra al completo de la oferta dialéctica precisamente del sistema que pretendes retratar y que contrasta con el simbolismo que enarbolas.
Al igual que aquellas suites o apartados finales de algunos discos de los noventa, ese giro conceptual abierto por “Cult of Suffering” aglutinaría también “Ricky’s Hand”, una pieza que, al igual que su predecesora, son esos alambres que han podido sobrar y que podrían formar el enlace hacia algo que no llegará. Por eso, en el integrismo que caracteriza todo hoy en día, lo más recomendable es que haya que contemplar este HOPIUMFORTHEMASSES no desde un todo, sino desde varias partes, pero siempre desde la torre de metal en la que Jourgensen contempla su fábrica del mundo.