Niño de Elche (Centro Cultural Conde Duque) Madrid 08/06/19
El ciclo Suena Conde Duque nos trajo el pasado sábado la presentación del nuevo disco de Niño de Elche, Colombiana, siendo esta su primera parada, su primer concierto. La larga cola que rodeaba el Centro Cultural Conde Duque, presagiaba lo que sería una “noche de ida pero no de vuelta”, como él mismo dijo. Y no dejaba de tener su importancia que alguien con una propuesta tan libre, hiciera resonar sus versos en lo que antes era un antiguo cuartel.
En ese contexto, Niño de Elche apareció ante el público como un cante sostenido, lleno de franqueza y sarcasmo. La ceremonia empezó con «Tangos de la Ayahuasca», y desde ahí fue el primero en mover el cuerpo, invitándonos a bailar y dejarnos llevar por su pócima visionaria. Fue así durante toda la noche, igual nos hacía bailar con una canción pavorosa como «Muermo», o transmutaba una solemne y asaeteada marcha guerrera como «Oranción militar» en una rave. De igual forma llegó «Colombiana Vasca», donde hipnotizó al público con su canto de sirena y ese ritmo de cumbia tan fascinante.
Tampoco faltaron los momentos íntimos, donde la figura de Niño de Elche (hay que sumar de un solo vistazo su voz, gestos y lírica), se transformaba en una suerte de costurera que, con pequeñas puntadas, iba hilando y abriéndose paso hacia lo más profundo de nuestro ser en canciones como «Flor-Canto», «Los Esclavos» y «Cabales Americanas». Es en piezas como esta última canción, donde el buen saber y la bendita heterodoxia de Niño de Elche vuelan muy alto, esa forma de abordar el quejío más esencial de la seguiriya y el cabal sobre una base afroamericana, vía Guadalquivir, tan luminosa, sencillamente es que no tiene precio. “Ábrase la Tierra”.
Por supuesto, hubo tiempo para sus anteriores trabajos, llegando al deleite con «Rumba y Bomba» de Lola Flores aunque al estilo de Colombiana. Y es que todo en él es cante, incluso la larga lista de agradecimientos, con nombres y apellidos, que fueron desde el diseñador de vestuario hasta las marcas de alcohol, los camellos o la gentrificación.
Cerrando el viaje, Paco, déjenme que le cite así, la confianza fue un grado que nos dio la noche, decidió llevarnos de un extremo a otro con una suerte de trap rumbeado, al menos es la impresión primera, pero conviene remitirse al propio Niño de Elche en una de las entrevistas concedidas recientemente, para rascar capas de provocación y llegar al guarapo de Barranquilla como influencia de «Ni chicha ni limoná», todo gracias a Eblis Álvarez (Meridian Brothers), así se lo contó Paco a Jesús Lenin en El Mundo.
«Peteneras Mexicanas» fue el canto ritual que cerró la noche, en plan “revuelta” como él mismo acentuó, subrayando así la necesidad de abandonar prejuicios, de desmarcarnos de lo establecido para ser libres, sin olvidar el sentido acertado y reivindicativo de las protagonistas de la canción, las propias peteneras, ahonden en su figura sin reparos. Y cómo no, a los bises volvieron sus músicos, perfectos y en total sintonía con Niño de Elche, para convertir aquello en algo muy cercano al Sónar, por decirlo de alguna manera.
Como epílogo, no puedo dejar de aplaudir el exquisito maestro de ceremonias que es Niño de Elche, su irreverencia es realmente lúcida, manejando a la perfección el continente y el contenido de sus historias, en las que nos hace reír y a la vez reflexionar, bailar y emocionarnos. Hay que rendirse a este genio y figura que vende más que C. Tangana en lo que a insultos se refiere, ahí está su alianza en «Un veneno». Una figura como la de Paco, representa la libertad absoluta para no ser nadie etiquetable y llegar así a serlo todo. Actualmente, hay pocos como él que sepan situarse en uno de esos puntos clave de origen del flamenco, pongamos los verdiales, por ejemplo, para trazar una linea artística nueva, donde los ritmos afroamericanos de Colombiana logran un nuevo encuentro, tanto tiempo después de los primeros cantes de ida y vuelta. Niño de Elche lo ha buscado y lo sabe, por eso, entre las varias frases para enmarcar que dejó durante la noche, me quedo cuando hace referencia a los críticos que dicen de él que no tiene identidad (ni él, ni el público que lo sigue), y contesta que es todo lo contrario: no ser nadie es libertad.
Memorable!
Maestro
El NDE me vuelve loki y me quedaría a vivir dentro esta crónica del concierto.