Nothink
Con este disco no damos por terminado lo que nos gustaría hacer
La entrevista, prevista en principio para el mediodía, se ha pospuesto a la hora a la que los colegios abren sus puertas para dejar salir a los niños. Yo aún no lo sé, pero cuando por fin consigo contactar con Juan Blas, él está a medio camino entre la capital y algún punto de la sierra madrileña. La cosa empieza algo fría; le pregunto por su agenda después de los tres conciertos que acaban de dar en una semana – “aprovechando para estar un poco por casa”, dice– y sobre las sensaciones que les están dejando los directos. “Genial, inmejorable… A nivel general muy muy contentos y muy sorprendidos con ciertas ciudades” .
Hablamos sobre Spotify, una herramienta que parece ideada por Aloud (su sello) le digo, y ríe. Le comento los grupos con los que los relacionan y me confiesa que anda “un poco perdidillo” desde que volvió de Londres. Sale el nombre de los madrileños Dinero – “creo que tocaron en el Rock in Rio, ¿no?”– y le pregunto si ahora mismo se sienten referencia. “¡No hombre, no!” , dice entre risas, “¿nosotros?” , pregunta como si no acabara de creérselo. “Digamos que me parecen palabras mayores, como para que sea yo el que lo diga. Ese tipo de cosas me gusta tomarlas con calma y con cautela” , dice.
La cosa empieza a fluir y saco la artillería pesada: Seattle. “Para nosotros el simple hecho de estar allí era como un sueño hecho realidad, imagínate” , asegura, “y luego a esto le sumamos que quedamos muy contentos con el disco y que trabajar allí fue una gozada”. Se nota que se enamoraron de la ciudad – “te diría que si vas a ir te compraras el billete con Mike, es un auténtico freaky de la ciudad”– , y que le sacaron todo el jugo a la experiencia. “Lo que queríamos era alimentar el disco de sensaciones nuevas y de otras situaciones. Y Matt mostró mucho interés. La verdad es que es una ciudad increíble y conocimos a gente increíble. Todo eso nos ayudó mucho e hizo que el disco quedara como quedó”, termina.
En estos diez minutos que llevo hablando con él, Juan ha destilado una honestidad brutal, que diría aquel doble de Dylan con acento argentino. Así que le lanzo que Hidden State esconde el mejor rock nacional del año y le propongo que me presente a sus candidatos. Tras pensárselo caen unos “compis de sello” como Toundra y también me aparece oir Krilin y Same Old (“la gente hace cada vez mejor las cosas ”).
Cuando le comento lo increíble que me parece la evolución de Nothink percibo en su respuesta que todavía conserva cierta ilusión ante los elogios. “Es una gozada oírlo”, dice, “como tú sabrás las cosas cuestan mucho trabajo y luego siempre quedan en el aire”. Reconoce que “a nivel general todo son buenas palabras” y me confiesa que “da un poco de miedo porque algún día piensas que te pondrán los pies en el suelo”. “Aunque nosotros ya los tenemos”, termina. Y es verdad. Empieza divagando sobre la evolución – “no sé si la evolución tiene un recorrido infinito, pero con este disco no damos por terminado lo que nos gustaría hacer”- y termina con una suerte del clásico “virgencita, que me quede como estoy”: “nos gustaría seguir y, si no es mejorar, pues por lo menos mantenernos”.
Y, de repente, silencio. Se ha cortado.
“Buzón Orange, la persona con…”
Conseguimos reconectar y me da el tiempo justo para preguntarle por su voz en el primer disco. Se vuelve a cortar otra vez. Y una más. Entre tanto caos me acaba sonando el móvil: Juan Nothink. “Bueno, a ver cuánto nos dura esta vez” , dice y su voz suena a resignación y algo de cabreo. Tanto fallo tecnológico me ha llamado la atención sobre lo que hay tras esas pérdidas de cobertura, y al final resulta que lo que hay detrás es una casa en un valle de la sierra madrileña en la que Juan tiene previsto instalar un 2×1 (alojamiento+estudio de grabación) para las bandas. “Ahora mismo estoy entrando ya en el pueblo y yo creo que aquí ya no tendremos problemas”, dice. Error.
Hablamos de la proliferación de medios tiempos en Hidden State – “para darle más continuidad al disco había que bajar un poco la intensidad”– y eso nos lleva a Londres, cambio de vía que le impidió grabarlos junto a otros temas para un proyecto en solitario. “Me fui a estudiar una Ingeniería de sonido y estuve allí casi dos años”, me explica, “y fue llegar de Londres e irnos a Seattle a grabar el disco”.
Y surge otra vez Aloud, clave en la carrera de Nothink. “Sí, eso seguro. Ellos tienen una filosofía muy potente con la que estamos totalmente de acuerdo”, dice, y recuerda sus inicios con un “y apareció Sergio” revelador. “Aloud y toda esta filosofía nos ha hecho mucho lo que somos hoy en día. El estar con ellos todos estos años trabajando, creo que nos ha formado de una forma muy positiva”. No sé muy bien cómo, acabo llamándoles currantes del rock, un apelativo del que me arrepiento al instante. “Nosotros nos sentimos los tíos más afortunados del mundo. Evidentemente no siempre es fácil, sabemos dónde vivimos y” … y se corta.
Llamadas cruzadas.
Los clásicos: “número ocupado” y “buzón Orange…”.
Entonces vuelve a aparecer Juan Nothink en la pantalla. Un “¡por fin!” con mayúsculas y diecisiete exclamaciones sale del altavoz en forma de “Ya he llegado, tío” . Se disculpa una vez más y hablamos sobre Biffy Clyro – “gracioso”, “raro”, “extraño” y finalmente “bonito” son los calificativos elegidos–, y sobre las posibilidades de cantar en castellano: “si no lo hicimos en un principio que fue cuando más nos apretaban… Con Nothink lo veo prácticamente imposible” .
Y poco más. Lo justo para dejar nuevamente un par de detalles de buen tipo mientras se queda paseando con su perro por el campo: la anécdota de “My broken lady”, una canción-regalo para un amigo que le echó un cable en Londres, y algunos consejos que me servirán para atinar con mi futura guitarra acústica. Cuelgo y tengo la sensación de haber hablado con un tío que merece cada una de las buenas palabras que provoca Nothink.