Olivia Rodrigo – GUTS (Geffen Records)
En un tweet de hace unos días Olivia Rodrigo se dirigía a sus fans sincerándose sobre lo que había supuesto estos años de espera hasta lanzar su nuevo disco, y era que parecía que en estos dos años había madurado como diez. Las experiencias que ha vivido en este lapso la han hecho madurar a marchas forzadas, y tenía la necesidad dejarlo escrito en un disco.
La californiana salida de la factoría Disney sacó el notable SOUR en el que exteriorizaba todas sus angustias adolescentes en una especie de cuaderno de bitácora en el que sus fans podían agarrarse como un salvavidas. Porque Olivia es una artista nacida en los privilegios de la clase media-alta blanca norteamericana, pero como toda chica de su tiempo también tiene sus problemas, y su fandom esperaba en vilo a su artista especular. Las penas compartidas se digieren mejor.
Rodrigo es de la estirpe de compositoras que se manifiestan de la misma manera que Billie Eilish, otra artista que expone su vida sin pudor ya sea a través de sus letras o en un libro. En su libro Billie Eilish (Random House, 2021) su compatriota mostraba mediante fotos y pequeños textos a pie de foto toda su vida: de su nacimiento pasando por la vida de sus padres, hasta el estrellato con instantáneas de estadios repletos de móviles apuntando al escenario. Tener a mano artistas con las que complementarse, con las que interpelar mediante el uso de redes sociales es el signo de los tiempos. Si en los sesenta la gente de Laurel Canyon se reunían en mansiones fumando marihuana y tiraban de poesía con poso jipi, Rodrigo y Eilish se bastan y se sobran con sus experiencias para cartografiar la angustia de su tiempo.
En su segundo disco titulado GUTS (Geffen, 2023) se nota una notable evolución como artista. Desde la distancia, a uno parece que las canciones de la autora de “Driver License” le dejan en terreno de nadie: por un lado se hace evidente que las influencias tiran hacía un pastiche AOR que uno parece no conectar, pero por otro lado esa descarnada sinceridad hace que uno quiera abrazar esos desvelos y participar en la terapia comunal. ¿Qué grupos o cantantes hoy en día demandan tanta atención del fan? Ese juego especular artista/público es fascinante, y seguro que daría para un buen estudio.
Por otro lado, los fans de Olivia Rodrigo no te dejan entrar en su terreno confesional porque se hace evidente el desfase generacional, pero en contrapartida no te juzgan, no te dicen que lo que escuchas no es “autentico”. Así que, casi de puntillas me acerco a este disco con temor a que me digan “eh, pírate de aquí”.
El disco te atrapa sin remedio. El inicio con “all-american bitch” se abre en plan folkie hasta que estalla en una andanada de guitarras grunge a lo Pink desgranando versos de integridad emocional “I know my place/I know my place and this is it”. Le sigue “bad idea, right?” a ritmo de pop punk que incide en la fórmula de inicio atemperado y sacudida electrónica en el estribillo.
Las piezas más tranquilas a piano aderezadas con sintetizadores son su caballo ganador. “vampire” (una de las grandes canciones del año) es una delicia. Nos habla del peso de la fama y de cómo los hombres la han hecho sentir de mal. En “lacy” también se deja mecer por la guitarra acústica, y de nuevo surgen las dudas de si el amor obsesivo puede llegar a ser patológico “But it takes over my life, I see you everywhere. The sweetest torture one could bear”.
Los guiños a los sonidos noventeros son evidentes: “ballad of a homeschooled girl” es un cruce entre Avril Lavigne e Icona Pop, mientras que “love is embarrasing” es otro carrusel de sensaciones postadolescentes con las guitarras new wave en primer plano. Se cierra el disco con “teenage dreams”, y una narrativa que expresa a la perfección este angst vital: “I’ll blow out the candles, happy birthday to me/Got your whole life ahead of you, you’re only nineteen/But I fear that they already got all the best parts of me/And I’m sorry that I couldn’t always be your teenage dream”. Miedo a crecer y dejar de ser ese espejo de una generación en el que se reflejan miles de almas en vilo con smartphones como Sagradas Escrituras.