Conciertos

Peter Murphy + Michael Shapiro – Heineken (Madrid)

Con puntualidad británica sobre la anunciada en el cartel, salía un desconocido (para mí y para gran parte del público por lo que se vio) Michael Shapiro, provisto únicamente de una guitarra electroacústica y su voz. La sala comenzaba a llenarse para asombro del propio cantante, que no paraba de dar las gracias por estar allí tan pronto. Y eso que la mayoría de la gente estaba allí para tomar posiciones y poder ver de cerca al autentico protagonista de la noche, y había cierto sector del respetable (nunca fue este término tan mal utilizado) que no paraba de hablar, silbar o gritar.

Con todo y con eso y pese a luchar contra la adversidad del fenómeno fan, uno de esos comportamientos humanos que no sabrías explicar a un alienígena, que a ratos impedían disfrutar de su buen hacer, el cantautor norteamericano se supo meter a gran parte del público en el bolsillo con su Folk Rock/Blues y sus canciones (como él propio dijo) intimistas y personales. Una grata sorpresa, vaya.

Menos puntual de lo que se hubiera podido esperar fue Peter Murphy, programado a las 21:30 y con pruebas de micros y batería entrada la hora. El público estaba impaciente y eso se notaba en el ambiente. Si alguien le hubiera dicho al cantante británico, cuando comenzó con los imprescindibles Bauhaus, la de pasiones que iba a levantar tantos años después, dudo mucho que lo hubiera creído.

De repente, y sin previo aviso, salía al escenario una escueta banda compuesta por un guitarra, un bajista y un batería, y un auxiliar en las sombras (a la derecha del escenario) que se ocupaba de algún sampler y efectos, para arropar al omnipresente (gracias a una pantalla de leds luminosos que ocupaba la parte trasera del escenario) Peter Murphy.  Lo de la pantalla tenía un poco de guasa, se encendía de vez en cuando con el nombre y la cara del artista, como si quisiera recordarnos que estábamos allí, sí, en un concierto de Peter Murphy.

Ataviado completamente de negro como un príncipe de la oscuridad que es, al menos para sus fans, atacó  con una batería de temas de su último disco, Ninth, entre los que se contaban “Velocity Bird”, “Peace to Each” y “Memory Go”. Entre un grupo de chicas que había en primera fila se especulaba sobre el setlist; “Te digo que sí que toca She´s in Parties” le decía una a otra

Aunque el tiempo pasa para todos, para los vampiros también, el amigo Peter seguía contoneándose por el escenario (o al menos lo intentaba) a pesar de la prominente barriga que se averiguaba debajo de sus ropajes, para delirio de los más cercanos al escenario, mientras sonaba “Silent Hedges”. “I´ll fall with your Knife” sirvió para dar fe la buena forma del tipo que se ha criado, artísticamente, al amparo de la oscuridad y al que tanto le debe la cultura gótica, aunque también para poner de manifiesto que comenzaban una serie de problemas de sonido y de entendimiento entre él y su banda que a poco llevan al traste con la actuación.

¿Qué fue lo que pasó entre Peter Murphy y su bajista para que el primero le apagara el amplificador al segundo (tres o cuatro veces) durante la ejecución de “I Spit Roses” y “In the Flat Field”? ¿Por qué Peter Murphy mandó al backstage al bajista cuando tocaron “Raw Power de los Stooges? Por no hablar de las continuas broncas que se llevaban el batería y el que manejaba los samplers. A esas horas de actuación yo ya no le hubiera concedido el beneficio de la duda, al igual que un fotógrafo de otro medio que estaba apostando a que el concierto de Barcelona se suspendería.

Pero claro, hete ahí a los pies del tirano gótico y que se despache con “All Night Long”, aunque el arranque fuera un poco atropellado, o con “Strange Kind of Love” y “Bela Lugossi´s Dead” y te deje con la piel de gallina. O que rinda pleitesía a uno de sus maestros (David Bowie) con una revisión de «Ziggy Stardust» y ponga la sala patas arriba, es entonces cuando te ves disfrutando, como un chiquillo, de la actuación y le perdonas casi todo. 

Lo veis, de vez en cuando, todos nos sentimos aquejados por la extraña enfermedad del fenómeno fan, algo que no podríais explicar por mucho que os empeñarais.

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