Portishead – Palacio de los Deportes (Madrid)
Si tuviera que definir qué es un concierto perfecto, posiblemente elegiría éste. Han tenido que pasar más de 20 años para que Portishead vinieran a Madrid, pero visto lo visto, la espera mereció la pena.
Los de Bristol, que ya están pensando el que será su cuarto trabajo (del segundo al tercero tardaron 11 años) nos visitaban en una pequeña gira de calentamiento con única fecha en nuestro país, para volver a presentar las canciones de sus tres discos y reivindicar la pegada de un discurso que sigue manteniendo intacto ese equilibrio entre la emoción y la intensidad.
En un Palacio de los Deportes acondicionado para un aforo de unas 5.000 personas (gran acierto), la banda de Gibbons, Barrow y Utley se hizo acompañar de cuatro músicos para en apenas hora y veinte minutos y quince canciones, dejar completamente epatado al personal.
Apoyados por una pantalla que mezclaba imágenes de toda índole, con una realización en directo en blanco y negro que intercambiaba planos de manera frenética al ritmo de los sintetizadores, arrancaron la liturgia con «Silence», sorprendiéndonos con un sonido potente y totalmente nítido, pocas veces visto en ese recinto ni en su antecesor. Le siguieron las percusiones de «Nylon Smile» y a partir de la soberbia «Mysterons» y sus teclados fantasmales e hipnóticos, la noche se convirtió en una montaña rusa de emociones en la que sumamente inspirados, sonaron frágiles, punzantes, lisérgicos y oscuros a partes iguales.
La gloriosa voz de Beth Gibbons y la labor en la sombra del cerebro Geoff Barrows nos hicieron transitar del tono acústico inicial de «The Rip», a los guiños al pasado de las eternas «Sour Times» y «Glory Box», con la que tocamos el cielo. De su segundo disco echamos en falta «All Mine», pero la plomiza «Over» y la densidad de «Cowboys» nos dejaron más que saciados.
Desnudaron «Wandering Stars» en formato trío para dejar con un nudo en la garganta al respetable, apabullaron con los desarrollos imposibles de la claustrofóbica «Magic Doors» y nos hicieron asomarnos al Apocalipsis con una «Machine Gun» apoyada por imágenes sobre recientes conflictos armados.
También sonó «Chase the Tear», single benéfico publicado en 2011 donde las bases tomaron protagonismo, para terminar la noche con el poso afterpunk de la hiriente «Threads».
Para los bises dejaron la sensibilidad de «Roads», para devolveros el nudo a la garganta y despedirse finalmente con baño de masas incluido (Gibbons bajó para mezclarse entre el público) y la psicodelia a lo Silver Apples de «We Carry On».
Sublimes.