Discos

Rachid B – El Ghorba (Discos Centeneros)

Cuando se haga el recuento del año – o lo que es lo mismo: las amadas u odiadas listas de fin de año – seguro que recordaremos a grandes artistas que, además de talento, derrochan decibelios y piruetas sonoras a través de producciones maximalistas que son el corolario de unos tiempos en los que el  reivindicar el silencio parece ser un alegato anti sistema. Si John Cage levantara la cabeza es posible que alguna reflexión interesante haría al respecto. Estas odas  a la velocidad y al sonido como fuente disruptiva que acapara los sentidos, también tiene su “otro”, su “contrario”, o esa alteridad que intenta resistir desde la trinchera de la estética de la baja fidelidad como referente para resistir a estos embates, muchas de las veces,  histriónicos e inocuos.

Sin lugar a dudas una de las sorpresas más gratas de este año para un servidor ha sido descubrir el arte compositivo de Rachid B, un marroquí que hace unos años llegó a Madrid para exponer sus pinturas dentro de una exposición panorámica dedicada a su país. Desde ese momento se hizo vecino de Hortaleza, y nos invita a seguir confiando en la magia de la música hecha con exiguos presupuestos, pero que tiene el genio de encapsular toda la belleza y emoción de este mundo.

Al consultar su página de bandcamp el autor nos pone sobre antecedentes: «El Ghorba» no es solo un lugar en el mapa, es una geografía del alma. Es la sensación de habitar un espacio intermedio, donde el corazón late entre dos tierras. Este disco es un viaje sonoro a través de ese paisaje interior”. Es la sensación de melancolía del emigrante que se ve en un estado liminar en donde se entremezclan sus raíces y su tradición, pero además los anhelos de prosperar en otras tierras extrañas. El disco, de alguna forma, se va entretejiendo sobre esa extrañeza incorpórea a través de sonoridades diversas que van tensionando un discurso que transcurre entre la narrativa más terrenal del folk, y los entramados maquinales a base de sintetizadores y cajas de ritmos.

La producción del disco está a cargo de David Rodríguez, un hombre que siempre ha confiado en la potencialidad de estas canciones-haiku realmente hermosas cantadas como si fueran musitadas por Rachid B. La apertura con “Al Amazigh” es preciosa: blues desértico ribeteado por una línea de sintetizador a cargo de Xisco Rojo que recrea un manto drone. Emociones sinceras a flor de piel. Más momentos sublimes llegan con el pop de “Tariik” (“Amigos, Amores, ¿dónde está la salida de esta pesadilla?”) cuya letra refleja ese extrañamiento de estar fuera del hogar materno. “Oye, escuchadme, padre, hermano: la riqueza y la avaricia es nuestra desgracia” canta nuestro hombre en “Alaam”, un espectral blues con preciosos arreglos de percusión. El sentimiento de echar de menos a una madre queda expuesto en el blues de aires fronterizos de “Thwahachtik”, en donde la guitarra y la voz recuerdan a Tinariwen y a JJ Cale. Cierto parecido a «Knocking on Heaven’s Door» tiene el devenir armónico de “Sadekki” en la que Rachid B se acuerda de un amigo íntimo, mientras que los hilos sintéticos tejen la espectral “Holmmm”.

El autor dice que este “Es un disco autobiográfico, pero también universal. Habla de identidades divididas, de la búsqueda de pertenencia y de cómo la música se convierte en el lenguaje común que une todos nuestros hogares. Espero que quien lo escuche se sienta identificado y, sobre todo, acompañado”. Una lección de imaginería sonora que busca, desde los márgenes, afianzar un lenguaje híbrido alejado del statu quo dominante.

Escucha Rachid B – El Ghorba

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