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Rara Avis: Amore, la aventura japonesa de Alessandra Mussolini

Rara Avis es una sección quincenal en la que nos adentraremos en algunos lanzamientos que, quizá, hayan surgido en los márgenes de lo habitual. No, no vamos a sentar cátedra con ese “disco que no conoces”, porque el objetivo no es caer en lo fácil y arriesgado menospreciando la cultura musical de cada uno dando por hecho que no conoces lo que vas a leer. En estas líneas que publicaremos, queremos ampliar estilos, conocimientos y, por qué no, ablandar el oído para sonidos algo subterráneos, investigar las posibilidades sonoras a través de discos o tocar lo que ahora llaman “distintas geografías”. Esperamos que esta sección te descubra algo nuevo, o desempolve ese sonido que disfrutaste, o, simplemente, alerte tu curiosidad ante los preciados desvaríos y preciosos experimentos que pululan por ahí. Porque, en el fondo, todos somos esa rara avis.

Rara Avis: Amore, la aventura japonesa de Alessandra Mussolini

A pesar de su apellido, ser nieta de Benito Mussolini y sobrina de Sofía Loren, en 1982 Alessandra Mussolini distaba mucho de ser la cara conocida que se aventuró a la política durante el primer cuarto de siglo XXI y que acabaría por ser una de las diputadas más controvertidas del parlamento de Italia. Por aquella época, la joven de 19 años que se destaparía años después había empleado el cobijo de la Loren para hacer sus pinitos como actriz en Una jornada particular, la película de Ettore Scola de 1977, o para intentar ser modelo.

Japón siempre había sido esa meca romántica de neones y luces que configuró cierta estética del mundo de la moda a primeros de los 80. La vertiginosidad de sus calles y esa iconografía urdieron una industria del modelaje que, por cosas del destino, se fijó en Alessandra Mussolini. Ese 1982, Tokio vería a la joven italiana inmersa en varios proyectos editoriales y promocionales y, entre ellos, un rara avis discográfico: su único elepé, Amore.

Todo comienza tras la oferta que su madre, Anna Maria Scicolone, hermana de Sofía Loren, recibe para que Alessandra grabe una música para un anuncio. Con más vergüenza que estudios musicales, la aventura es aceptada y, sorprendentemente, prolongada para dar vida a un larga duración de lo más curioso. Grabar un disco es tarea ardua, pero hacerlo para el público japonés era ya de nota.

Esas producciones de corte internacional, por poco o nada conocida que fuera quien estuviera detrás, se hicieron un hueco en una escena siempre extraña. El resultado fue Amore, un álbum circunscrito a Japón en el que Alessandra Mussolini se lanza a por todas en un frenético caudal de city pop o shit? poppu, una suerte de embrión de J-Pop producido con la intención de resaltar las maravillas del progreso económico, algo así como un AOR intencionado para construir una imagen moderna y sofisticada.

 

Mussolini se atreve en su lengua materna, pero también en inglés y japonés, una osadía que a todos los involucrados les pareció bien. Tres de las cuatro canciones en italiano (“Insieme insieme”, “E stasera mi manchi” y “L’ultima notte d’amore”) están escritas por la celebridad televisiva de la época Cristiano Malgioglio —la cuarta, “Carta vincente”, está escrita por Gerardo Gargiulo y Giovanni Belfiore—, mientras que las cantadas en japonés (“Tokyo Fantasy”, el auténtico pepinazo del disco, y “Amai kioku”) lo están por Mori y Hoguchi. “Love is Love” y “Tears”, las inglesas, las firma Klinger.

En todas ellas subyace la idea estética de una identidad nacional del pop occidental tamizado para el paladar japonés, aunque recorriendo italo disco, funk y soul y una carga de producción, como casi todo en la época, demasiado omnipresente a las órdenes del productor Miki Curtis. Las piezas bailables, siempre dentro de la intención, alternan con baladas y constituyen una elegía lírica a la oferta sensiblona, romántica y juvenil de un pop sin pretensiones en el que colaboran los músicos de estudio, todos experimentados nombres de las grabaciones del city pop.

Para bien o para mal, Amore no se promocionó más allá de Japón. Su tirada limitadísima hizo y su escasísimo impacto fuera apenas condujeron a las tiendas a un público cerrado que consideraba el disco una pieza del género, una más de las múltiples grabaciones. Con la proyección política de de Alessandra Mussolini, el elepé comenzó a interesar: la información disponible de aquel incipiente internet, descubría al mundo una pieza que muchos reclamaron como pieza kitsch, curiosa e, incluso, fundacional del sentimiento vaporwave. Hace cuatro años, Mussolini se arrancó con “Tokyo Fantasy” en el programa de variedades de Canale 5, certificando que la leyenda era verdad.

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