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Reivindicamos a Patti LaBelle, leyenda del soul

Aún estoy boquiabierto ante el despliegue de poderío soul que a sus 77 años la legendaria Patti LaBelle llevó a cabo el pasado 23 de febrero en el ya mítico programa Tiny Desk de la cadena americana NPR. Su actuación demuestra que es una de las últimas grandes voces que permanecen en todo su esplendor entre las que poblaron una era, que en su caso, cubre de éxitos tanto los sesenta, como los setenta y ochenta del siglo pasado.

Llega, además, hasta nuestros días en plenas facultades. Su habilidad para acariciar oídos al son de algunas de las piezas fundamentales de la historia de la música negra sigue siendo portentosa. Y es que Patti es mucho más que la vocalista principal de una de las canciones más memorables de la historia de la humanidad, aquél «Lady Marmalade» que produjera el muy añorado Allen Toussaint y que proyectó el nombre de Labelle al olimpo de las más grandes figuras de la música de baile de su época. Una canción que ha sido versioneada, reproducida y utilizada hasta el paroxismo en películas, programas o anuncios de televisión, y que bien podría haber fagocitado su figura, pero Patti es mucha Patti.

Más allá de esa canción, su carrera se remonta a principios de los años sesenta. Patricia Louise Holte se crió en Philadelphia en el seno de una familia medianamente acomodada. Como en muchos otros casos, su participación en el coro de la iglesia baptista de turno hizo que despuntara como solista. Y también como en tantos otros casos, su amor por la música secular convirtió en apetecible una carrera artística seria, accediendo al cada vez más granado mundo de la música pop. Gana concursos de talentos y pasa por varias formaciones vocales, como The Ordettes, con la que empieza a ser una atracción local.

Despiertan el interés de la discográfica Newtown, que dirige un tiburón llamado Harold Robinson. Él fue quien sugirió que Patti usara el apellido LaBelle (contractura de «la bella» en francés). Pasan asi a ser Patti Labelle and her Blue Belles y Newtown las lanza con aquél pizpireto «I sold my soul to the junkman», que no sin controversia (al parecer había sido grabada por otra banda expulsada del sello, The Starlets y se reemplazo su nombre por el de Patti y sus chicas en el disco sin ningún remilgo), se convirtió en su primer hit. Patti tenía 16 años.

Los éxitos moderados se sucedieron tanto en Newtown, como en la mítica discográfica Cameo-Parkway, King Records o incluso Atlantic. «Down the aisle», «You’ll never walk alone» confirman a Patti como una poderosa vocalista capaz de alcanzar rangos inimaginables para cualquier otra. El cuarteto crea, además, una sólida reputación en directo actuando constantemente en el Chitlin Circuit, el circuito de locales de la América segregada donde actuaban todos los artistas de r’n’b.Su estancia en Atlantic Records por tres años no da como resultado los hits esperados. Además, el cuarteto, integrado hasta entonces por Patti, Sarah DashNona Hendryx y Cindy Birdsong, se transforma en trío tras la marcha de esta última para sustituir a Florence Ballard en The Supremes. Sucede justo en el momento en que Vicki Wickham, director del mítico programa británico Ready Steady Go, se interesa por ellas y pasa a ser su manager.

La primera medida es acortar el nombre del trío a Labelle. Firman con Warner Brothers y comienzan a foguearse teloneando a famosos grupos de rock (por ejemplo, The Who) o colaborando con artistas blancas, caso del mayúsculo y siempre recuperable disco Gonna Take A Miracle con Laura Nyro (1971). El mismo año aparece en el mercado Labelle, disco que pese al buen hacer del trío, no acaba se destacar con su mezcla entre psicodelia blanca y raíces negras. Lo mismo ocurre con los dos siguientes, Moon Shadow (1972) y Home Cookin’ (1973), que pese a contener, entre vibrantes versiones, algunas buenas canciones que ellas mismas componen -sobre todo Nona Hendryx– se hunden en un anonimato que desde luego su talento no merece.

El golpe de suerte llega emparejado a un cambio de aires y de discográfica. Su vuelta a Estados Unidos les reserva el ingreso en una importante discográfica, Epic, que las entiende y les da lo que necesitan para progresar: nada menos que el genio de New Orleans, Allen Toussaint, produce su siguiente disco. Se titula  Nightbirds (1974) y lo abre un auténtico bombazo. Una composición tremenda, a cargo de Bob Crewe y Kenny Nolan, que con una producción ardiente será referencia para el baile de generaciones venideras. Y es que hay algo en «Lady Marmalade» que la saca del tiesto. Sus más que explícitas insinuaciones sexuales batidas en ritmo latino significaron la piedra fundacional de la hegemonía disco. A partir de entonces, ya nada sería igual.

 

El disco completo, además, es una auténtica obra maestra, con sobradas canciones mayúsculas a cargo tanto de Toussaint («You turn me on»), como, sobre todo, de Hendryx (la espectacular «Are you lonely?»), algo que cabe destacar y demuestra que este no era el típico trío de vocalistas teledirigidas. Sabían muy bien lo que querían y cómo obtenerlo. Lástima que ni Phoenix (1975), ni Chameleon (1976), compuesto enteramente por Hendryx, lograron el impacto de su predecesor, lo cual dejó al trío a merced de las típicas tensiones que aguardan a las bandas cuando la dirección musical entra en dique seco.
Dejando un disco proyectado (Shaman, se iba a titular) en el cajón, es momento de tomar caminos divergentes: tanto Nona como Patti firman sendos contratos en solitario con Epic. A Hendryx, al principio, le irá regular. La falta de éxito de su primer álbum causa su expulsión de la discográfica y se ve obligada a sobrevivir haciendo coros para TalkingHeads o componiendo para otros, hasta que sus temas para películas (Perfect, El Príncipe de Zamunda) le otorgan al fin un éxito que conserva hasta hoy.

¿Y Patti? Su primer disco en solitario, Patti LaBelle (1977), fue realmente bien recibido, gracias sobre todo al bombazo disco que lo abría, «Joy to have your love», así como una balada gospel en la que desplegaba todo su poderío vocal y que acabaría siendo un clásico de su repertorio, «You are my friend». Tras un pequeño resbalón con Tasty (1978), It’s Allright With Me (1979) volvió a traerla a la palestra gracias a otro rompepistas, el definitorio «Music is my way of life».

 

Lo mismo pasaría con Release (1980), en el que volvió a colaborar con Allen Toussaint a través de la estupenda canción titular, por no mencionar el nuevo hit que supuso el medio tiempo «I don’t go shopping». No obstante, el éxito de estos discos fue relativo en comparación con su debut en solitario, así que llegó el tiempo de buscar nuevos horizontes. Y los encontró en su ciudad, Philadelphia.

Philadelphia International Records, el sello fletado por KennyGamble y LeonHuff, en los recién estrenados años ochenta ya no era lo que había sido en la década anterior. Habiendo definido una forma de entender el soul que barrió a la de Motown y precedió al Disco, su tiempo parecía acabado. No obstante, su temporal asociación con Patti otorgó al sello un último as en la manga. Tras el discreto The Spirit’s In It (1981), I’m In Love Again (1983) supuso todo un bombazo, copando lo alto de las listas de r’n’b y conteniendo joyas del repertorio de la artista como la canción titular o el disco-boogie «I’ll never, never give you up».Pese a ello, su relación con PIR no fue demasiado duradera. Tras Patti (1985), nuestra protagonista emigró a la multinacional MCA, y entonces llegó, de verdad, el éxito. El sobreproducido Winner In You (1986), en el que colaboraron gigantes como Burt Bacharach, Carol Bayer Sager o Valerie Simpson, alcanzó el número 1 en USA y fue su único éxito en muchos otros países, merced sobretodo al dueto con Michael McDonald «On my own» u otros singles como «Oh people» o «Kiss away the pain», que mantuvieron muy bien el tipo.

Tras ese éxito su carrera se ha mantenido entre la respetabilidad comercial y el poco interés artístico de discos tan olvidables como Be Yourself (1989), This Christmas (1990) o Gems (1994), así como algunos aciertos como Live! One Night Only (1998) o sus últimas y acertadas incursiones en el jazz (Bell Hommage, 2017). Todo ello le ha valido un buen montón de Grammys, algún que otro Emmy, dos doctorados honoris causa, varios reconocimientos a su entera carrera y una estrella en el paseo de la fama de Hollywood. Asimismo, tiene una exitosa carrera en el mundo de la cocina (ha comercializado con éxito salsas y puesto en circulación varios libros de cocina), su propia línea de ropa en Macy’s y es, por supuesto, todo un icono de la comunidad LGTBQ. Su carrera, a sus 77 años, sigue gozando de tan buena salud como pudimos comprobar en el mini-concierto que, como decíamos al principio, la cadena NPR emitió en redes sociales hace muy poco, dentro de su prestigiosa serie Tiny Desk y que aquí os dejamos, porque, básicamente, es que es la BOMBA:

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