Reseñas cruzadas: Nacho Vegas – Violética (Marxophone)
Nacho Vegas – Violética por Raúl del Olmo
A estas alturas nadie debería dudar de que la carrera de Nacho Vegas cuenta con un antes y un después desde que su discurso musical gira en torno al nosotros por encima del yo. Algunos podrán pensar que esa postura es forzada. No seré yo. A las personas las definen sus actos, que no son más que el resultado de las actitudes y de la motivación previa. Y en este sentido, Nacho Vegas goza de coherencia y de consecuencia, valores harto complicados de sincronizar adecuadamente a lo largo de nuestra vida. Dicho lo cual, como se apuntaba desde el propio seno del artista, Violética (18) tiene bastante de actualización del cancionero del asturiano a lo que es en 2018 sin renunciar al pasado, afrontando el presente y dibujando el impreciso y siempre inexistente futuro.
Nos encontramos ante una colección de dieciocho canciones fraguadas con enjundia; un disco doble lejos de la levedad instrumental que, en parte, lastraba La Zona Sucia (11) -con esas excepciones fabulosas que son «Taberneros» y «La Gran Broma Final»- y el muy posicionado políticamente Resituación (14), trabajo, a mi juicio, bastante maltratado. Nacho Vegas suena de nuevo más a banda. Un abrigo de oficio labrado con los años compartidos es el causante en buena parte de temas musculados como antaño («Crímenes Cantados»). El cantautor, por su parte, recupera también su faceta cronista con mejor tino («Bajo el puente de L’Ara») y, sobre todo, aúna con acierto y en consonancia las canciones de des(amor)encanto con las de denuncia y llamada a la reflexión.
Por vez primera, no sé si también fruto de la costumbre propia como oyente, la cohesión de ambas facetas es latente – que no dejan ser la misma ya que hasta los sentimientos en la sociedad que algunos llaman posmoderna son meras mercancías igualmente-. Fruto de ello, nos conmocionan por igual canciones heladoras como «Todo o nada», ese canto a la indolencia difuminada de las relaciones personales junto a otras como «Desborde», una templada llamada a caballo entre la revolución y el sueño, ansiando un nuevo orden social más justo.
Un disco inspirado en parte en la figura de Violeta Parra y, también, de la mujer como sujeto activo en las últimas movilizaciones con calado social y resonancia política ahora que parece que la lucha de clases es una especie de utopía imposible, constructo resultado del fin de la historia que predican con amabilidad los gerifaltes y los costaleros del inmovilismo neoliberal.
De esta forma, las colaboraciones de varias féminas se encuentran entre lo más destacable de Violética. Ahí está Maria Rodés en la germinal metafísica lírica de «Ser árbol» (sin obviar sus estremecedores juegos de voces y ambiente morriconaniano en «Todo o nada» -sí, la menciono de nuevo porque es un tema que me rompe por entro y forma parte ya de mi imaginario predilecto de Nachín-). Christina Rosenvinge acompaña con buen criterio al ex-Manta Ray en la tormenta eléctrica que supone la adaptación de Violeta Parra con su «Maldigo del alto cielo». Aunque mi aportación femenina preferida es la de Cristina Martínez, vocalista de El Columpio Amistoso, en ese malsano y ácido dueto entre lúbrico, desconcertante y paródico que es «La última atrocidad», tema que junto a su precedente, «Ideología», brinda un binomio auténticamente deslumbrante, capaz de recordar por momentos el legado más ostentoso del asturiano.
En cuanto al apartado lírico, sus letras quizás no sean tan ocurrentes, pero son más precisas, incisivas y, con el capricho de la presunción, me atrevería a decir ciertas, no sólo por verdaderas, sino por necesarias y vívidas. También la ambivalencia entre sencillez y abigarramiento encuentra su equilibrio, ése que nos hace disfrutar, por ejemplo, del desarrollo delirante, cómico y mordaz de «A ver la ballena» junto a otras más desnudas como la bonita y valiente «Tengo algo que decirle».
Un disco a descubrir escucha tras escucha, una confiada declaración de guerra a la comodidad artificial y a la futilidad forzosa de los tiempos en el que se decanta para quien les escribe como el mejor disco de Nacho Vegas desde El Manifiesto Desastre (08), una obra aquella repleta de atentados terroristas contra la estabilidad emocional del individuo moderno.
Nacho Vegas – Violética por Edu Cornejo
Para bien o para mal no conozco a Nacho Vegas personalmente. Me he cruzado con él en un par de ocasiones antes o después de conciertos suyos pero, a pesar de mi tendencia a dar la chapa a los músicos que me gustan, con Nacho siempre he pensado que no sabría muy bien qué decirle ya que tengo la sensación de conocerle como si fuera de mi familia y yo para él soy solo un desconocido entre esos cientos, miles, de admiradores que le veneramos y juzgamos su carrera con la severidad y exigencia que da el cariño. Como si por escucharle desde hace década y media larga tuviéramos la potestad de decir qué está bien y qué está mal, qué debe hacer y sobre qué debe cantar.
Últimamente me he sentido como esa madre que quiere que su talentoso hijo estudie Medicina aunque él quiera ser actor y luche por su sueño. Cualquier iniciado en Nacho Vegas sabe de lo que hablo. Tras una trayectoria sin mácula desde su debut Actos inexplicables (2001) hasta La zona sucia (2013) las últimas referencias editadas por el asturiano provocaron división de opiniones en la Asociación de madres de NV que capitaneo. En vez de cantarnos sobre sus mierdas –entiéndase la expresión- pasó a hablar de desahucios y banqueros, perdiendo un poco el foco y el filo. Además, tras el disgusto que supusieron para mí Resituación (2014) y su epílogo Canciones populistas (2015) se inició un periodo de barbecho inusual en su prolífica carrera. Nunca antes estuvo tres años sin editar material nuevo, como el hijo que tras una discusión pasa semanas sin dar señales de vida.
Así, Violética, su recientemente editado doble álbum, ha sido escrutado con curiosidad y ansiedad extrema. Había ganas y por suerte su nueva obra luce flamante, disipando cualquier duda. Nacho ha vuelto al redil de la excelencia y además lo ha hecho a su modo, haciendo lo que quiere y sin concesiones a los juzgadores gratuitos como yo. Miel sobre hojuelas, porque el mejor Nacho Vegas de ayer y de hoy es el que asoma en los surcos de Violética, un compendio de canciones espléndidas como soles con arreglos audaces, heterogéneos y arriesgados en ocasiones, y temáticas para todos los gustos, cantando sobre sus mierdas y las nuestras.
Apenas sobra nada en las 18 canciones que lo componen. Aunque resuenan por igual Nick Cave (brillantes “La última atrocidad” con Cristina Martínez o “Bajo el puente de L´Ara”), The Jesus and Mary Chain (obvia referencia en “Crímenes cantados”, la mejor canción de denuncia que he escuchado en años) o Violeta Parra (desde el título hasta la preciosa versión de “Aida”) lo más destacado es la puesta al día de todas las virtudes compositivas e interpretativas de NV. Hablo de temas que suenan a clásicos de su discografía desde la primera escucha como la dulce, sencilla y magnífica “Ser árbol” -favorita personal del álbum-, “Desborde” y sus versos que mecen hacia un estribillo marca de la casa, “Las palabras mágicas” con una de esas letras que sólo él podría firmar o la folkie “Un ejemplo de discreción” que nos hace revisitar mentalmente su “Chucho malherido”. Una tras otra todas sus aristas tienen tela que cortar, haciendo de Violética un álbum largo pero nada disperso que puede mirar de frente a cualquier obra suya anterior y nos reconcilia con el que seguramente sea el mejor compositor en castellano de este siglo. No dudaré más de ti, Nacho. Prometido.
Escucha Nacho Vegas – Violética
Me quedo con la primera interpretación. El disco recupera al mejor Nacho, que dio un bajón en el anterior
Muy de acuerdo con la expresión «su discurso musical gira en torno al nosotros por encima del yo»