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Robert Forster – The Candle And The Flame (Tapete Records)

Todos sentimos la desaparición de Grant McLennan en 2006, pero nadie como su compañero de vida y obra, su némesis, su socio, su necesario balance, su mentor y pupilo, su coautor, Robert Forster. Fue tal el golpe, que tras publicar en 2008 The Evangelist, el necesario disco de exorcización de demonios con algunas canciones todavía escritas junto a Grant, este tipo larguirucho y mefistofélico de aire siempre distraído decidió dejar la guitarra en algún rincón de su casa en Brisbane y dedicarse a otras cosas, como escribir el celebrado libro The 10 Rules Of Rock’n’Roll.

Sus regresos al mundo discográfico desde entonces han sido contados con los dedos de una mano y siempre con una motivación lúdica. En cierto modo, Robert ya no necesita demostrar nada, tan sólo una historia que contar. Un hilo conductor, que en el disco que nos ocupa, ha sido quizá el más amargo desde la desaparición de su gran amigo.

En julio de 2021 Karin Bäumler, su esposa y compañera durante más de tres décadas, fue diagnosticada con cáncer de ovarios. La noticia cayó en la casa de los Forster como una bomba y procedieron a intentar gestionarlo como haría cualquiera, primero con sufrimiento, pero después, intentando hallar formas de no pensar, o mejor aún, de invertir dolor y frustración en algo creativo que hiciera, no desaparecer, pero sí paliar, los efectos del pánico. Así nació “She’s a fighter” una canción dedicada a ella y a su necesaria capacidad de lucha ante la enfermedad. Una simple y llana letanía de auto-ayuda que poco a poco se fue transformando en el embrión de algo mayor.

No se engañen. Cualquier otro podría caer en la auto indulgencia en un caso como este. Pero no Robert Forster. El australiano, con o sin Grant McLennan, siempre ha tenido una extraordinaria capacidad para hablar profundo desde la sencillez. Y esta, pese a la evidente tempestad de sentimientos desatada por el proceso de tratamiento de la enfermedad de su esposa, no ha sido una excepción a esa regla. Además, para convertir todo eso en un álbum de 9 canciones ha contado con ayuda.

The Candle And The Flame es un producto de familia. Karin, Robert y sus hijos Loretta y Louis (sí, el de The Goon Sax) han hecho esto de forma coral. No hay más que ver el vídeo para “She’s a fighter”, en que aparecen sentados en corro. Robert rasga su guitarra acústica y canta, Karin toca el xilófono, Loretta el bajo y Louis distorsiona la guitarra eléctrica. Todo ocurre de una forma tan orgánica, tan natural, que induce a pensar que no hay cáncer que pueda prevalecer sobre ese amor.

La misma atmósfera que en esa canción, que además es la inicial, se respira en todo este disco que la pareja ha producido junto a su hijo primogénito y para el que han contado también con otros viejos conocidos de la familia, como la bajista y ex-Go Betweens Adele Pickvance. “Tender years”, segunda canción de la lista y una de las que sirvió de adelanto, es, fácilmente, una de las mejores de toda la carrera de Robert. Un tributo a su mujer y a su vida en común servido desde un punto de vista totalmente ajeno a la sensiblería. Algo que es aquí la tónica general.

Porque lo mismo ocurre con la dylaniana “It’s only poison”, otra preciosidad que ilustra la lucha de Karin y completa junto a las otras dos mencionadas, un triunvirato de apertura de disco absolutamente deslumbrante. Forster siempre ha ido en busca de lo que él y Grant denominaban “that stripped sunlight sound”. Ese desnudo y resplandeciente sonido que sólo ellos sabían destilar, pero él, en solitario, ha ido perfeccionando poco a poco hasta llegar aquí, donde parece haber hallado al fin su piedra filosofal.

Lo atestigua la sencilla y sobrecogedora “The roads”. Voz, bajo, guitarra cristalina, voz quebradiza… lágrimas en los surcos. Desarmante sencillez que provoca la mayor empatía con la lucha de los implicados en esta historia. Imposible no ir a muerte con quien nos regala algo tan glorioso como “Always” o algo tan definitivo como la final “When I was a young man”. Con esta última, al fin Robert ha compuesto algo a la altura de “Cattle and Cane”, aquella maravilla autobiográfica sobre la infancia que muy al principio del recorrido de The Go-Betweens escribió McLennan para convertirla en su himno. Con ella -y de nuevo obrando prodigios con escasez de elementos- la familia Forster cierra con infinita belleza su capítulo más amargo, así como uno de los discos más bonitos, sinceros, ejemplarizantes y sanadores que escucharás este año. Y es que la música, no lo dudes ni por un momento, es siempre la mejor de todas las curas.

Escucha Robert Forster – The Candle And The Flame

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