Rocío Márquez y Pedro Rojas Ogáyar – Himno Vertical (Delirioyromero Producciones)
Tras deslumbrar en esa apasionante colisión entre tradición y vanguardia protagonizada junto a Bronquio en su excelente anterior disco, Tercer Cielo (Universal, 2022), Rocío Márquez abraza en esta ocasión el calambre sanador que emana de la guitarra de Pedro Rojas Ogáyar, para recopilar en apenas treinta y seis minutos un convincente muestrario del enorme folclore musical que inspira su obra y volver a dejarnos boquiabiertos.
En este arrebatador Himno Vertical, marcado por la pérdida reciente de varios seres queridos y en el que Márquez compone todas las canciones con la puntual colaboración de Carmen Camacho, mantiene el nivel de inspiración intacto y continúa dando espacio a lustrosas referencias literarias como las de William Shakespeare, Juan de la Encina y Friedrich Schiller. Por sus sinuosas estructuras, articuladas entre una obertura, un interludio y un final, se dan la mano lo clásico y lo experimental, estrechando sus distancias y encontrando conexiones inesperadas en un viaje plagado de paradas obligatorias. En él Márquez vuelve a hacer gala de un poderío vocal e interpretativo fascinante, aportando matices enriquecedores a una miscelánea golosa y sin desperdicio de palos del flamenco entre los que no faltan destellos de seguiriya (cautivadora “Arde” con esa reminiscencia incendiaria a Enrique Morente), soleá (emocionante y crepuscular “Sombra”), malagueña (parsimoniosa y milimétrica pulsión en “Ausencia”), fandango (“Apariencia”, de obligada inmersión en su sentida letra) o tango (hipnótico y seductor “Aire”).
El carácter indómito de su creadora le lleva a seguir su instinto y aportar así una inercia torrencial a esa tremenda “Destino” por bulerías, con las guitarras de Ogáyar interpelando al oyente y logrando entre ambos dar forma a una poderosa sinergia que reivindica, por si aún hiciera falta, el valor incalculable de una obra llamada a subvertir las leyes del flamenco aproximándose a él desde un prisma libre de prejuicios y alimentado por el desafío.
Hace tiempo que Rocío Márquez cruzó la línea que separa lo mundano de la genialidad, logrando impregnar su proceso creativo de un halo de ambición y profundidad solo al alcance de unos cuantos privilegiados. La pasmosa naturalidad con la que deconstruye la guajira, género derivado del punto cubano, en la embriagadora “Vuelo” o la exquisita sensibilidad con la que acaricia el alma en “Palabra”, en feliz encuentro con el cello de Isadora O’ryan, subraya con clase distintiva su naturaleza inquieta y le hace acreedora de un estilo plenamente identificable con el que lleva ya varios trabajos agitando el avispero de la tradición para darle un barniz innovador, atrevido y del todo necesario.

