Royal Blood (Sant Jordi Club) Barcelona 30/10/2017
Royal Blood son una pura descarga de adrenalina. En una época en la que los escenarios están llenos de pop milimétrico, de ajustados espectáculos de luces y de contenidos desarrollos musicales, un concierto de Royal Blood es una arrolladora sacudida de rock. Con su reciente segundo disco aún calentito, el duo de Brighton se presentaban en Barcelona en medio de una gigantesca gira mundial que la semana pasada los tenía en Nueva York teloneando a uno de sus maestros: Queens of the Stone Age.
Venían a nuestro país a defender How Did We Get So Dark? y eso quedó claro desde el minuto uno: el trío ganador «How Did We Get So Dark?», «Where Are you Now?» y «Lights out» abría un concierto en una sala que, no sé si porque pecaron de optimistas o no calcularon su poder de convocatoria en un lunes, se les quedó un poco grande. Aún así, el público estaba allí para dejarse avasallar por el contundente sonido de los ingleses y si las quince primeras filas fueron un pogo desde el primer riff, cuando sonaron las primeras notas de «Come over», la locura se contagió al resto de la Sant Jordi Club.
Desde aquí, encadenaron una selección de los mejores temas de sus dos discos que, escuchados uno detrás de otro, dan para una playlist deslumbrante. «Blood Hands», «Loose Change» o su primer gran éxito «Little monster», todas de su debut, se daban la mano con «Hook, Line & Sinker», «She’s Creeping» o «Hole In Your Heart» (en la que Mike Kerr se arrancó con el teclado), del segundo. Y aguantando el tipo más o menos bien. Aunque luego cerraron encadenando «Figure it out» y «The Tonne Skeleton», para acabar en el bis con «Out of the black» y quedó clarito y meridiano que, por muy continuista que sea How Did We Get So Dark?, su primer trabajo es bastante superior.
Si algo le faltó al concierto, que tuvo un enorme y desaprovechado juego de luces y un sonido potentísimo aunque la voz sonara muy lejana, fue fluidez. Mike Kerr y Ben Thatcher son dos tipos majos con el público, pero les falta el desparpajo sobre el escenario de Alex Turner, Josh Homme o Dave Grohl, por citar tres de sus influencias sonoras más obvias, y entre canciones los parones hacían enfriar un poco el ambiente. Si a esto le sumamos que calcan los temas tal como suenan en el disco, sin un pequeño margen para la improvisación y sin cambiar una nota, contadas excepciones en las que Thatcher se divierte un poco como el público, el concierto resulta un tanto encorsetado y, a ratos, poco espontáneo. Todo lo contrario del desenfreno que uno espera de dos chavales que hacen rock’n’roll.