Standstill + Charades – Joy Eslava (Madrid)
Una lucha constante
Más de dos años girando con Vivalaguerra (06), glorioso cenit en la carrera de Standstill. El tren llegaba a destino y la expectación era latente en público y banda. Quién lo diría, desde los timoratos inicios hasta ahora, Standstill han forjado una personalidad inquebrantable a cada paso.
Desde su homónimo Standstill (04) lo que eran unas influencias demasiado remarcadas y evidentes -aunque sobradamente defendidas y asimiladas-, mudó en un carácter único; fue esa evolución la que les situó indiscutiblemente en primera línea de nuestro panorama musical y ventricular.
Como anticipo, abrieron Charades. Enérgicas y con ganas, lidiaron con numerosos problemas técnicos que interrumpieron su actuación por dos veces. Presentaron un pop guitarrero de brillantes melodías vocales. Herederas del llamado “tonti-pop” nacional, a mí me parecieron bastante más listas. Entretenidas.
La solidez y profesionalidad que gastan Standstill sobre las tablas es una garantía absoluta. Desde el inicio lo atestiguaron. Un sonido rico en matices y una iluminación acertadísima, fueron cómplices de lo que fue la enésima demostración de lo confiados que se muestran los catalanes en escena a día de hoy, borrando toda postura forzada heredera de sus hardcoretas inicios que antaño chirriaba.
Su lírica cotidiana, bella y reflexiva se fundió en afinidad plena con la agradecida audiencia desde el cántico inicial de “1, 2, 3, sombra”. Musicalmente, qué decir, tan grandes y sobrados que siempre, pero lo de Enric Montefusco fue ya ejemplar. Qué presencia, qué transmisión, qué sinceridad…por no hablar del estado vocal, majestuoso.
Un encadenado nervioso y certero con “Poema nº3”, “Yo soy el presidente de la escalera”, “Por todas las cosas” y la inmensa “¿Por qué me llamas a estas horas?”, marcó un inicio adrenalítico en un repertorio casi calcado al ofrecido en su anterior visita por estas latitudes. La poesía honda, singular y costumbrista, espejo contemporáneo de unas vidas que no ocultan las vergüenzas de unos transitares en precario, se expandió con los versos de “Noticias del frente”, “Aire” o “Víctor San Juan”.
Y así se fueron merendando la totalidad de su última hazaña; asombrosa la plasmación de su cierre: “El porqué de hablar solo” y el crescendo con las venas hinchadas de nuestros cuellos con la sublime “La mirada de los mil metros”. El guiño a su pasado anglosajón con “Dead man picture” no desentonó entre medias para nada. Comunicativos, agradecidos y emocionados, cerraron el grueso de su show con la oración matutina en comunión absoluta de “1, 2, 3, Sol” – ¡hasta un fan llegó a depositar dos cucharillas sobre el escenario mientras!-.
Su primer bis contó con su ya clásico “Feliz en tu día”, la tensión reposada de “Let them burn”, el pepinazo de “La risa funesta” y lo que parecía el final con “88:88”. Pero tras una lluvia de mariposas de colores y globos, llegó la gran sorpresa, la arrastrada descripción de la lucha por sobrevivir al gris diario a través de un “Sí, quiero” que no esperábamos y nos desbordó los ojos en silencio sepulcral. La bella “Cuando” supuso, ya sí, el candado definitivo a un concierto enmarcable en la memoria colectiva de aquellos que no renegamos de la lucha constante por dar sentido a una sucesión de celdas, deseos y añoranzas. Inquieto estoy por seguir a su lado los pasos.