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Suzanne Vega (La Rambleta) València 26/07/24

Uno no suele ver cosas de estas. Al menos, no aquí, en València. Que una artista de la talla y relevancia de Suzanne Vega, con singles de éxito masivo como “Luka”, “Tom’s Diner” o “Marlene on the wall”; que ha ayudado a cambiar las cosas para la mujer en el pop; que trajo consigo una revitalización del folk cuando estaba denostado y que arrastra tras de sí una carrera de reputación intachable, pase por aquí, no, no es algo frecuente. Y así debería hacerse saber.

De esa forma, no ocurriría lo previsible: que pese al acontecimiento que esto supone, las fechas estivales, la playa (y sus chiringuitos), los grandes eventos, las quedadas de amigos, la incultura o el vaya usted a saber qué, hagan registrar una tibia entrada en un recinto que, además, no es demasiado grande, y sin embargo garantiza una excelsa calidad en cuanto a sonido y confort, cosas que por supuesto estuvieron presentes en esta velada. No así un público valenciano que perdió una extraordinaria ocasión para dar la talla en cuestiones de asistencia a eventos importantes. Para ver a Revólver en Viveros sí que perdéis el culo, sí, pero para exquisiteces como ésta, no. Nunca os entenderé…

Así pues, con un Auditori a media asta, la californiana de nacimiento pero neoyorquina de adopción Suzanne Vega llegó a Valencia a demostrar, una vez más, que lo suyo no consiste únicamente en cantar aquello de “My name is Luka, I live on the second floor…”. Que sí, que es una canción eterna, pero confundir a esta artista con un one hit wonder es poco menos que escupir al lienzo de la Mona Lisa. Su trayectoria discográfica, que además de los dos primeros álbumes (los de los hits), incluye los fantásticos trabajos que hizo junto a su ex marido, el productor Mitchel Froom, o tardíos ejercicios de maestría como Tales from the Realm of the Queen of Pentacles. Y la traen en plena forma hasta esta gira en la que ofrece una selección de canciones antiguas, nuevas y alguna que otra versión, tal como le contó a este redactor en una entrevista reciente.

Para acompañarla en este cometido, nada menos que Gerry Leonard, guitarrista irlandés extraordinario, colaborador de David Bowie, Rufus Wainwright o Laurie Anderson y escudero de toda la vida de Vega. Hace poco se les pudo ver juntos en el famoso NPR Tiny Desk Concert ofreciendo un pequeño bocado de lo que es ya un espectáculo con el que llevan varios años y que sería lo que ofrecerían a este escaso público valenciano que sorteó las tentaciones y calores del mes de julio para acudir a verles.

Sin hacerse esperar más de lo estrictamente necesario, Leonard y Vega salieron al siempre ordenado y elegante escenario del auditorio de la Rambleta. Sobriamente vestida de negro (ella nunca va de blanco, como dice una de las canciones que sonarían esta noche), Suzanne desplegó una chistera que había colocada en una mesilla junto al micrófono y la colocó con gracia en su cabeza agarrando también su guitarra acústica para comenzar así a hacer sonar los primeros acordes de su actuación.

“Marlene on the wall”, con la combinación de las dos guitarras, la de Vega de brillantes tonalidades de acero y la de Leonard mucho más eléctrica y lírica, sonó excepcionalmente bien y fue una apertura inteligente, puesto que un hit -aunque en este caso sea algo menor- siempre es un buen mecanismo para meterse al público en el bolsillo. Y así fue. Y como el truco de magia ya estaba hecho, la cantante volvió a dejar la chistera de maga en su sitio e incluso dejó también su guitarra en el pie, dejando que Gerry tomara las riendas a las seis cuerdas y dando entrada a “99.9 F”, canción que daba título al cuarto disco de Vega y que sonó aquí, de nuevo, extraordinariamente bien. La combinación de las personalidades, las guitarras, la maestría, de las dos personas presentes en el escenario era más que suficiente para llenarlo y hace que no se eche de menos en absoluto a una banda completa. Se bastan y sobran.

De hecho, es éste un espectáculo extraordinariamente bien medido, que hace pensar en una especie de musical de Broadway. Todo sucede con una coherencia, con un equilibrio en la ejecución, que hace pensar en un show de ese tipo. Suzanne Vega es una mujer de personalidad absolutamente magnética, con la voz perfecta y capaz con un chasquido de dedos de llenar cualquier canción, mientras su guitarrista realiza un trabajo soberbio. Suena “Caramel”, favorita personal del que suscribe, una suerte de bossa nova a la que Leonard propina un toque muy a lo Marc Ribot. Y la actuación se eleva a una estratosfera de la que ya no se bajará.

Vega es, además, una oradora muy dotada, francamente divertida por momentos y que incluso se atreve con el español, idioma que es sabido que chapurrea desde niña, cuando vivió en Spanish Harlem junto a su padrastro, el puertorriqueño Ed Vega, pero que nos comunica que está intentando aprender a hablar correctamente, pues sólo recuerda las cosas que se les dicen a los niños: “cómete eso”, “no hagas aquello”.

Esa hilaridad narrativa entre canciones será una constante y, de esta forma, conoceremos un poco más la personalidad que se refleja en unas canciones que guardan historias vitales, como “Small blue thing” o el improbable díptico que forman “Gipsy” e “In liverpool”, canciones escritas en diferentes momentos, pero que ella explica que tratan de la misma persona, un primer amor de adolescencia al que nunca esperó volver a encontrar y, debido a la segunda canción, acabó reencontrando.

Historias bellas y también tristes, como la de “The queen and the soldier”, de nuevo de su primer álbum, Suzanne Vega (1985), o las dos nuevas canciones de un álbum que ya está ultimando y que presenta aquí: “Speaker’s corner” y “Rats” son ambas canciones furiosas, guitarreras e incluso algo punk, sobre todo en el caso de la segunda, que Vega confiesa inspirada en Fontaines DC y The Ramones. Un inciso que, pese a la novedad y furia, resulta equilibrado junto al resto del repertorio, que prosigue con algunas canciones más antiguas y poco conocidas, como la estupenda “Penitent”, de Songs In Red And Gray (2001), parcialmente inspirada en España, según nos cuenta su autora.

Llega “Left of center”, otro hit menor. Canción que se incluía nada menos que en la BSO de Pretty In Pink (1986), una de las películas juveniles más míticas de los ochenta. Suena, de nuevo, fantástica en su interpretación madura. El trabajo de las dos personas que están desgranando este repertorio es sencillamente soberbio. Gerry se samplea cuando es necesario, en ocasiones muy puntuales usan la caja de ritmos, pero en esencia son ellos dos, con o sin dos guitarras, haciendo gala de experiencia y maestría. Lo seguimos viendo mientras suenan otras joyas del cancionero de Suzanne Vega, como la mencionada al principio de estas líneas “I never wear white”, o la maravillosamente volátil “Some journey”, de nuevo de su primer disco.

Llegan las esperadas canciones masivas. “Luka” suena como debe sonar, honesta y entregada, pero algo automática en comparación a “Tom’s diner” en que Vega echa el resto y mientras su compañero hace un trabajo de orfebrería a la guitarra y al sampler, baila con su chistera de nuevo puesta y pasea de esta guisa por el borde del escenario saludando a su público y comunicando, una vez más, que es ya dueña de nuestros corazones.

La breve pausa tras esta magnífica coda da paso a los tres bises que nos regalan Suzanne y su compañero: nada más y nada menos que la ciudad de Nueva York en sí misma en forma de su principal trovador, Lou Reed, que era tan cascarrabias que no solía tocar su gran éxito, “Walk on the wild side” en sus actuaciones en directo, pero aquí están estos dos para hacer una soberbia versión que hace incluso olvidar todo lo anterior. Y aún quedan en la chistera dos motivos más para quedarse: suena la breve pero intensamente blusera “Tombstone” y la melancólica melodía de “Rosemary”, perfecta despedida para una velada luminosa, que nos trajo las mejores canciones interpretadas por los mejores artistas y que convierte a cuantos estuvimos presentes en auténticos afortunados. Y es que las delicatessen son, al fin y al cabo, para paladares refinados y no acomodaticios.

Fotos Suzanne Vega: Susana Godoy

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