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Take That (Noches Del Botánico) Madrid 17/07/24

¿Tiene sentido en 2024 una “boy band” cuya cima fue en la primera mitad de los años noventa? Pues la respuesta se contesta sola con datos: entradas agotadas en Noches del Botánico desde hacía semanas y hordas de fans, que pasaron la noche anterior en las puertas del recinto, para asegurarse su plaza en las primeras filas a pie de escenario. Según la propia organización esto es la primera vez que ocurría en todo el tiempo que lleva el ciclo organizando conciertos.

Sí, todo el sentido que cada cual le pueda dar, pero si tenemos a casi 5.000 personas esperando a que comience su grupo, de manera tan apasionada como pocas veces se ha visto este año en esa misma plaza, tiene toda la razón de ser del mundo.

¿Qué por qué hago esta introducción? Porque hay algún medio generalista que se ha apresurado a tirar de supuesto sarcasmo, para atacar a la edad de los componentes (sesgo edadista) y para mofarse de las fans y también de su edad (sesgo también machista). Por lo visto, es normal que señores mayores vayan a ver a sus estrellas favoritas, pero si son mujeres y madres, la cosa cambia. En fin.

Como reconozco mi nula sapiencia de detalles de Take That, me adentré en el meollo de la cuestión (léase primeras filas) aventurándome a preguntar a algunas de las asistentes, por el significado de unos abanicos realizados con cartones de bingo que portaban. Parece que Gary Balow realiza un bingo siempre que acaba un tour. Duda despejada, también estas chichas lucían diademas fabricadas ad hoc con bolas numéricas de este juego.

Cuando la iluminación del escenario comenzó a encenderse, el logo de la banda compuesto de dos T, una de ellas invertida, totalmente de negro todo, parecía que iba a salir un grupo de Black Metal, pero no; allí estaban Gary Barlow, Howard Donald y Mark Owen, para alborozo del personal que a punto estuvieron de causarnos daños en los tímpanos a los fotógrafos que poblábamos el pit.

La audiencia era un reflejo de la trayectoria de la banda, con diferentes generaciones de fans, desde madres que crecieron con ellos hasta hijas que han descubierto su música (indudablemente) a través de ellas. Las emociones estaban a flor de piel cuando el trío comenzó a cantar desde lo alto de la escalinata “Greatest Day”.

Seguían con “Giants”, éxito de la segunda etapa de la banda, en la que Mark Owen se colgó la guitarra y Gary Barlow tomó la voz cantante al frente de la banda. Y como una apisonadora pop, porque todo en el concierto fue rápido y sin tiempos muertos, Gary de nuevo, se lanzaba al piano para ejecutar “Everything Changes”, en la que no creo que las fans más aguerridas echasen de menos a Robbie Williams.

Uno de los aspectos más sorprendentes de la noche fue la ausencia de pistas grabadas. En una era donde muchos artistas dependen de tracks grabadas, voces dobladas etc. para mantener el ritmo, Take That optó por un enfoque completamente en vivo y orgánico.

Minutos antes los más descreídos apostábamos acerca de lo que iba a ser en directo y lo que no. Los escépticos, incluyéndome a mí, tuvimos que cerrar nuestras bocazas. Las voces, los instrumentos, todo era auténtico, con sus aciertos y sus fallos, que también los hubo, pero menos.

Mención especial a la excelente formación de músicos, que llevan prácticamente toda la vida con ellos, destacando al imprescindible Mike Stevens, sobre el que (se comenta) recae toda la responsabilidad de la dirección musical de Take That.

Es imposible no notar que, aunque siguen siendo una «boy band» técnicamente, han envejecido como todo cristo. Claro que para sus fans todavía hay un toque de ese encanto juvenil, pero ellos, conscientes de que ya no son unos chavales se permiten el lujo de reírse de ellos mismos en un ejercicio de sentido del humor, a menudo escaso en el mundo del espectáculo.

Y así salieron totalmente vestidos de blanco en uno de los puntos álgidos del concierto, con una intro musical a prueba de bombas, con el tiempo justo para que se cambiasen de trajes y atacaran con la versión del malogrado Dan Hartman y que ellos mismos pusieron de nuevo en el candelero en 1993, hablamos claro de: “Relight My Fire”.

A partir de ahí en la recta final, todo fue subiendo, con “These Days” demostraron que siguen siendo una máquina de hits y con “Back for Good” y “Never Forget” gran parte de la audiencia se retrotrajo a su adolescencia de manera instantánea.

¿Tiene sentido una “boy band” de los noventa a fecha de hoy? Que se lo pregunten a las que salían por la puerta de Noches del Botánico con una sonrisa de oreja a oreja. El pop os hará libres, al menos un rato.

Fotos Take That: Fernando del Río

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