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The Kinks: el triunfo del music hall y el romanticismo de la common people

Mi relación con The Kinks ha pasado por diferentes etapas. Recuerdo que los descubrí creo que – y esto lo digo desde una nebulosa y con la experiencia que dan los años – de mala manera con el disco Sleepwalker (Arista, 1976), y gracias a un coleccionable sobre la Historia de la Música Rock, si no recuerdo mal, de la editorial Salvat (no hablo de aquella antología que incluía disco que los Pussy Galore imitaron en la portada del disco de principios de la década de los noventa). El recuerdo no me llega a fijar con claridad por escrito mis sensaciones, pero sí que tengo claro que fue un álbum que disfrute mucho en su día. Confieso que nunca fui nunca, tampoco ahora, un seguidor constante de los The Rolling Stones y de los The Beatles (prefería por aquel entonces seguir la senda marcada por Captain Beefheart), pero “Life On The Road” (tan Paul McCartney), o las guitarras de “Sleepwalker” me encandilaron, y de qué manera. Lo escucho ahora de nuevo y reconozco que el paso del tiempo no se ha portado bien con el disco aunque atesora un encanto que supongo que es debido a mis claros escarceos con el AOR que vienen de lejos.

Después mis gustos personales fueron derivando hacia otros escenarios, pero Ray siempre estaba ahí para alegrarme el día. Porque de su mente salían canciones tan dispares entre sí como “You Really Got Me” (el riff precursor del hard rock), la obra maestra “Waterloo Sunset”, o “Shepherds Of A Nation” (de esta fuente habrá emanado mucha influencia de la posterior carrera de Queen, ¿no?) del musical Preservation dividido en dos actos, en diferentes largos. La pluma incisiva de Ray Davies era la de un entomólogo que supo diseccionar las contradicciones de la sociedad británica, y de la clase trabajadora en particular a lo largo de su extensa carrera.

Es un inmenso placer leer libros como este que presentamos: The Kinks: Música, Cultura y sociedad (Milenio 2017) escrito por Javier De Diego Romero. Es un gozo leer un libro en el que, primeramente, no se hace un repaso de corta y pega de la carrera de un grupo o artista (esa apología al artista es una lacra en la prensa musical en mi opinión), sino que pone en contexto al grupo de Muswell Hill. Desde las primeras páginas de presentación, De Diego Romero pone encima de la mesa sus cartas, que no son otras que las de poner en el contexto musical, sociopolítico y cultural la carrera del grupo de los hermanos Davies, ya que de esta manera el lector entenderá el por qué de las letras y las actitudes de estos artistas, y la relevancia que tuvieron en la época en la que los vio nacer y evolucionar.

The Kinks

Ese nota que el autor se maneja de forma avezada a la hora de barajar fuentes bibliográficas, y los pies de página siempre aportan información valiosa, nunca superflua. Casi todo son fuentes primarias, y eso es de elogiar. Así pues, se nos narra con una prosa didáctica y compleja (lo primero nunca debería estar reñido con lo segundo), y en seis capítulos y un epílogo, desde los primeros pasos de los The Kinks a través de los ojos de un jovenzuelo Ray que nació en el seno de una familia de ocho hermanos. La familia tuvo que emigrar a la periferia de Londres tras la amenaza nazi que emanó de la contienda que asolaba Europa en Segunda Guerra Mundial, de la que Gran Bretaña salió muy bien parada.

Siempre muy ligado a sus hermanas, Ray tuvo en Rene a su principal confidente (le regaló su primera guitarra),y junto a su hermano Dave (guitarrista del grupo posteriormente, y vocalista un tanto afectado) mostraron desde un principio su especial debilidad por los sonidos jazzísticos, el blues, o el country que llegaba desde América. Eran organismos fagocitadores de influencias que luego estamparían en discos memorables de pop primoroso. Cada uno de los discos son analizados con esmero en estas páginas, y los sonidos y letras enfrentadas a su época. Eso es periodismo musical del bueno.

Los estudios de Arte que empezó Ray en 1962 hizo que se empapara de música, pintura (de estos años le viene su adoración por los pintores románticos, la música barroca, y las simetrías clásicas), cine, y la literatura de la generación de los angry young men (Sillitoe, Braine, Osborne…).

Como deja de manifiesto Javier De Diego Romero a lo largo de este frondoso análisis sobre The Kinks, Ray era un perfeccionista, una persona neurótica, siempre fiel a sus férreos ideales (“El Kink siempre se ha mostrado orgulloso de su decisión de conservar sus dientes naturales, considerándola un primer reto a las exigencias de la industria musical […] pág. 65)”, con un punto de megalomanía que siempre luchó por controlar, y sobre cualquier otra consideración, un maestro de ir a contracorriente aun a sabiendas de que su heterodoxia podría cobrarse con sufrimiento y ostracismo.

Hay otro Ray Davies que siempre me atrajo, y es aquel que se embutía en trajes de dandy, y adoptaba poses amaneradas y altivas. De sus inclinaciones que iban más allá del glam, queda para el recuerdo la fabulosa historia de “Lola”: una mujer que bebe champán (tastes like just like cherry cola) en un club nocturno, y el narrador queda fascinado por su forma de bailar. La mira a los ojos. Queda embrujado. Davies se atreve a meter el tema transgénero en plena década de los setenta y hace que su propio ser se confunda con el de Lola, Well, Im not the worlds most physical guy / But when she squeezed me tight, she nearly broke my spine.” Lola se halla fuera de lo normativo. Es un trasunto del autor, al fin y al cabo. Sobre la ruptura de binarismos de género en la Inglaterra de los 60 les recomiendo el recopilatorio Queer Noises 1961-1978: From The Closet To The Charts(Trikont, 2006) curado por John Savage (amigo del Kink) en el que aparece la gema “See My Friends”. Un romántico, y un contra-contracultural que tras la lectura de este maravilloso libro adoro más y más.

Javier De Diego Romero ha tenido la amabilidad de colaborar con Muzikalia eligiendo algunas de las canciones que mejor definen música y estéticamente el omnívoro mundo de los The Kinks desde sus comienzos hasta su declive final. Denle al play y disfruten.

“You Really Got Me” (1964)

 

 

“See My Friends” (1965)

 

 

“Sunny Afternoon” (1966)

 

“Waterloo Sunset” (1967)

 

“Autumn Almanac” (1967)

 

“Village Green” (1968)

 

“Days” (1968)

 

“Australia” (1969)

 

“Lola” (1970)

 

“Oklahoma U.S.A.” (1971)

 

“Money Talks” (1974)

 

“Holiday Romance” (1975)

 

“Better Things” (1981)

 

Young Conservatives” (1983)

 

“Scattered” (1993)

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